La última oportunidad - Capitulo 21



Capitulo 21

Llamarlo paraíso era simplemente quedarse corto, el lugar era simplemente idílico y eso que solo lo habían visto unos momentos. Ahora observaban la vista desde el enorme ventanal de la habitación ubicada en el piso más alto del hotel.

Al parecer Edward no tenía ni el más mínimo interés en bajar a Bella de sus brazos pues camino con ella así por toda la habitación, mientras la recorría.

 
- ¿Te gusta? – Le pregunto en voz baja y muy cerca de su oído.
- Es simplemente perfecto – Aprovechándose de que aun la estaba cargando fue dejando un reguero de besos por su cuello.
- Si…perfecto – Edward se negaba a dejar de sentir a su mujer fuera del límite de sus brazos, pero si deseaba que sucediera algo más entre ellos era necesario bajarla, y así lo hizo lentamente sin dejar de mirarla ni por un instante.

Cuando quedaron frente a frente, él alzo su mano y acaricio suavemente su mejilla, para luego ir bajando hasta llegar a su cuello. Fue inevitable para Isabella cerrar sus ojos producto de la maravillosa sensación que aquello toques provocaban en ella.
- No sé  que me has hechos Isabella, pero ocupas todos mis pensamientos y llenas cada instante de mi vida – Aquella sorpresiva declaración logro que Bella quedara clavada en su lugar y solo lo mirara, incluso Edward quedo petrificado en su lugar al darse cuenta de las palabras que acababan de salir de sus labios. Por supuesto no eran una mentira, pues eso era exactamente como él se sentía, pero el problema de todo es que se había jurado nunca decírselo a Bella.

Antes de que comenzara un dialogo entre ellos decidió cortar por lo que le pareció lo más sano, tomo a su mujer entre sus brazos y comenzar a besarla. Sus besos no fueron suaves ni gentiles sino cargados de deseo, mordió su labio inferior e introdujo su lengua para sentir su sabor, jugó con su paladar y una de sus manos se fue hasta su nuca para profundizar la unión un poca más.

Bella no se quedo atrás y superada la sorpresa inicial, llevo sus manos hasta sus cabellos y se hundió en ellos. La mano libre de su marido bajo hasta su cintura y otras partes de su cuerpo, hasta amoldarla perfectamente a él.

Se besaron durante tanto tiempo que simplemente no sabían cuando comenzaba uno y terminaba el otro. De un momento a otro y sin darse mucha cuenta ambos estaban tendidos sobre la cama y ya no eran solo sus labios lo que se tocaran, sino que sus manos buscaban con ansiedad febril el cuerpo del otro.

La suave tela de la blusa de Bella fue rasgada y lanzada por los aires al igual que su brassier, al instante en que esa parte de su piel fue descubierta, Edward se lanzo a besar y tocar con un ansia desmedida los pechos de su mujer, primero jugó con sus pezones, los lamia suavemente y luego soplaba muy cerca de ellos provocando que se escaparan pequeños gemidos apasionados de los labios de ella. Cuando ambos estuvieron erectos, masajeo con extraordinaria lentitud sus pechos, adorándolos con su boca y sus manos.
- Edward…por Dios…me estas volviendo loca – Como pudo trato de quitarle la camisa, necesitaba sentir su piel contra la suya. Con una poco de ayuda logro sacarla del juego y acariciar su espalda, no solo con la yema de sus dedos sino que también con sus uñas, excitando aún más a su marido.
- Isabella….Isabella…- Bajo lentamente por su cuerpo tratando de perder solo un mínimo de contacto en sus pieles, en aquella unió la sentía aún más cerca no solo de su cuerpo, sino de su alma.

Cuando llegó finalmente sus labios y manos llegaron hasta el pantalón de su mujer, aquel trozo de tela que cubría sus piernas y le impedía lograr su unión perfecta, los saco con desesperación. Se prometió a si mismo que ya dentro de su luna de miel habría momentos para tomarse su tiempo y hacer todo con más dulzura, pero ahora necesitaba sentirla tanto o más que respirar.

Una vez quitado aquel estorbo hizo lo mismo con sus propios pantalones y comenzó a acomodarse para estar en ella. Se dirigió hacia su entrada y de una sola estocada la penetro hasta el fondo. Bella solo atino a sostenerse de las sabanas que se arrugaban con su agarre.

Entraba y salía de su mujer sin un ritmo pautado, pero cada vez que se hundía en ella sentía que un pequeño pedazo de cielo se abría para él. Sus manos estaban en sus caderas acariciando esa piel tan suave, pero en algún momento en que su necesidad fue mayor, una de ella levanto la pierna de Isabella hasta dejarla en su hombro y poder penetrarla con mayor profundidad.

Aquel cambio de postura hizo gritar a Bella casi hasta dejarla sin voz, las estocadas fueron siendo cada vez más frenéticas hasta que sintió que estaba por llegar, sus paredes se contrajeron y simplemente grito el nombre de su marido hasta desgarrarse la garganta, minutos después el encontró su propia liberación y su cuerpo cayó sobre el de ella, pero solo unos segundos pues casi al instante cambio la postura quedando esta vez ella sobre él.

Edward aspiro su aroma, aquel que tanto lo enloquecía y que incluso durante el tiempo que estuvieron separados lo atormento tantas noches. Trato de hacer un lado esos recuerdos, no quería empañar aquellos momentos con la rabia que sintió por su abandono. Aun cuando la amaba una parte de él aún no lograba perdonarla del todo, se había negado a oír sus razones, pues siempre creyó que las explicaciones solo agravaban la falta, además estaba el hecho que simplemente no lograba confiar en ninguna mujer y todo gracias a su madre.

Mientras cenaban noto la tensión que crecía a pasos agigantados entre todos quienes estaban en la mesa. Carlisle trataba de controlar a su propia madre para que dejara los comentarios venenosos de lado. Esme simplemente callaba y oía estoica cada palabra que viniendo de su suegra siempre eran desagradables. Edward permanecía en absoluto silencio, siempre supo que aquello era lo mejor tratándose de su abuela, quien era una mujer dura, muchas veces su rostro le recordaba a una bruja o algún otro ser malvado de cuentos.
- Y dime niño ¿Cómo va la escuela? – Odiaba que lo llamara así, pues ya tenía 14 años, pero sabía que no tenía sentido mencionarlo ella simplemente lo llamaría como le plazca.
- Muy bien gracias – Las respuestas debían ser breves, de otra forma comenzaba otra ronda de criticas acerca de su crianza.
- Es un verdadero milagro que te hayan aceptado en ese colegio, dado el tipo de madre que tienes – Aquel comentario llamo la atención de Edward.
- Madre, ya hemos hablado del tema.
- Pero veo que tu hijo no sabe nada, pues de otra manera no estaría con aquella cara mirándome. Dime niño sabes que tu madre fue primero la amante de Carlisle antes de ser su esposa, ella era una mujer casada, que simplemente no supo respetar los votos que hizo y le fue infiel a su marido.

Aquella información fue como un balde de agua fría en Edward. Él que siempre vio a su madre como una mujer perfecta, sintió como su imagen se desmoronaba ante sus ojos. Siempre creyó que su madre era viuda al momento de casarse con su padre, pues para él nunca fue un misterio que ella estuvo casada antes, menos aún teniendo a Emmett como su medio hermano, pero saber las reales circunstancias lo cambiaban todo. Y no solo la imagen de su madre se rompió en ese momento, sino también la de su propio padre que no fue capaz de respetar una familia y la destruyó. 

Su abuelo sonrió con malicia luego de contar aquel pequeño detalle, mientras sus padres lo miraban adivinando de alguna forma todo lo que pasaba por su cabeza en aquel minuto. Toda la vida que hasta un momento pensó era perfecta estaba basada en una mentira y lo peor es que también en la destrucción de otra familia, de alguna manera logro comprender porque siempre Emmett miraba con tanto recelo a su padre o la frialdad con la que trataba a Esme.

Edward se negó a escucharlo y se encerró en sí mismo, viviendo con la sensación  que en cualquier momento su madre los abandonaría, por eso apenas cumplió la mayoría de edad fue él quien se marchó. 


Desde el día que supo la verdad él único gran miedo de Edward Cullen era ser abandonado e Isabella que decía amarlo tanto lo abandono. Era por eso que simplemente no podía dejarla volver a entrar a su corazón pues si ella se volvía a marchar él simplemente no podría salir adelante.


Se amaron durante varias horas más hasta que finalmente el cansancio los venció a ambos y se durmieron con sus cuerpos entrelazados. El agarre de Edward era casi asfixiante, pero eso a Bella no le importaba pues dormir rodeada de sus brazos y su cuerpo eran momentos impagables.

Los primeros rayos del sol se filtraron por la gran ventana, al parecer habían pasados varias horas en la cama y claramente no solo durmiendo. Edward lentamente abrió sus ojos y de inmediato sintió un vacio en sus brazos al no sentir el cálido cuerpo de Isabella abrazado al suyo. Aquello disparo todas sus alarmas  y el pánico  se adueño de él cuando la cierta escena ocurrida meses atrás vino a su memoria. 

Se levanto de un salto de la cama y comenzó a buscarla, primero entró velozmente al baño, pero allí no estaba, luego fue  hasta el balcón de su habitación, pero tampoco tuvo suerte. A cada paso que daba su miedo crecía más hasta que abrió la puerta que separaba su habitación del resto del lugar y la vio de espaldas arreglando una bandeja.

Camino sigilosamente a su encuentro, luego que botara todo el aire que sus pulmones acumularon mientras buscaba a Isabella, cuando estuvo tras ella la abrazo por la espalda haciendo que se sobresaltara por la sorpresa y diera un pequeño grito.
- ¿Qué haces? – Beso su hombro descubierto.
- Preparaba esta bandeja para nuestro desayuno – Se dio vuelta en sus brazos y le dio un pequeño beso en los labios.
- Huele delicioso – Aun cuando su nariz estaba más cerca de su cuello que de los alimentos – No sentí cuando te levantaste.
- Trate no meter mucho ruido, quería sorprenderte.
- Pues te aseguro que lo lograste – Aun Edward no se refería precisamente al desayuno.

Como ambos ya estaban fuera de la cama decidieron que mejor comerían en el pequeño comedor de la  habitación. Estuvieron un rato hablando hasta que Edward comenzó a preguntarle a Bella cosas de su vida.
- ¿Cómo fue tú infancia? – Sin entender muy bien el porque necesitaba saber todo de su mujer, hasta él más mínimo detalle.
- Solitaria – Edward la miro por unos instantes al ver como su mirada se entristecía.
- Pero tienes dos hermanas ¿no?
- Si, Rosalie y Tanya, que no se parece en lo absoluto a la hermana de Victoria. Mis hermana simplemente se dedicaron a ignorarme y lo hicieron muy bien, además tenemos diez años de diferencia yo fui algo así como un accidente – Tomo un sorbo de su jugo – Esa es la forma en que Tanya siempre se encarga de contar la historia de mi nacimiento, un accidente que nadie esperaba, pero que tuvieron que aceptar, al principio aquella historia parecía divertida, pues mis padres ya no esperaban más hijos y llegue yo, pero con el tiempo simplemente me parecía que era una forma de molestarme.  
- Idiota – Fue lo único que opino Edward
- No lo sé, además ellas siempre han sido muy unidas y yo no tenía cabida en su mundo. Creo que si algo debo de agradecerle a Emmett – Escuchar el nombre de su hermano en los labios de su mujer lo tensó – fue que me enviara a aquel internado. Por primera vez sentía que pertenecía a algo, es extraño pero me sentía más en familia con personas que nada tenían que ver conmigo que con quienes tengo lazos de sangre. Además encontré a Jane.
- Jane una gran amiga, debo decir – Se sintió ligeramente aliviado al saber el por qué estaba agradecida de su hermano.
- Es mi hermana, ella siempre ha creído en mi más de lo yo misma lo he hecho, siempre trataba de que animarme y no permitía que no se sintiera linda – Una sonrisa triste curvo sus labios – Mis hermanas siempre me dijeron que era tan poco atractiva, que era fea, que nadie se fijaría en mi, y en parte sé que es cierto, cuando ellas llegan simplemente todos dan vuelta a su alrededor, ambas parecen modelos y yo simplemente soy….simple y bueno para nada bonita.
Sorpresivamente Edward la levanto de su silla y la llevo con él para sentarla en sus piernas:
 - Nunca vuelvas a decir que no eres bonita….eres hermosa Isabella. Eres la mujer más atractiva que he conocido en mi vida. Acaso no te das cuenta todos los imbéciles que se te quedan mirando – Bella negó con la cabeza – Pues eso está muy bien, pues eres hermosa y eres mía.
Unió sus labios en un beso cargado de ternura, la cargo para llevarla hasta la cama y demostrarle cuan hermosa y deseable era.

Luego de hacer el amor más veces de las que pudieran contar, Edward decidió que era momento de salir de la habitación y ver otras cosas, además de aquellas cuatro paredes. Deseaba a Bella de una forma casi enfermiza, pero también deseaba que fuera feliz, así que irían a recorrer finalmente Rio de Janeiro.

Decidieron bañarse por separado, pues sabía que si lo hacían juntos no saldrían en varias horas más. Estaba terminando de vestirse mientras Bella tomaba su ducha, cuando oyó que tocaban la puerta. Camino hasta ella y la abrió, apenas vio quien estaba frente a él su rostro se descompuso:
- ¿Qué rayos haces aquí?
- Vine a que disfrutáramos de tu luna de miel, querido….

Como se los prometí acá este el nuevo capitulo....espero que les guste y espero tambien sus comentarios!!!! Gracias por los del capitulo anterior...
Besos
Lulu XD 


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