Capítulo 22
Me seguirás amando
mañana
- Buenos días, preciosa.
Al oír su suave voz , lentamente comencé a
abrir mis ojos y lo hacía de esa manera, porque desde que Edward estaba a mi lado, me
costaba creer que no seguía soñando aun después de despertarme, por lo que
saboreaba esos instantes como únicos. Me estaba volviendo una total cursi, pero
supongo que eso era uno de los efectos colaterales de estar enamorada.
Sonreí cuando mis ojos se abrieron por completo
y me encontré de frente con su verde mirada, sus brazos se aferraban con fuerza
a mi cintura y sus dedos daban suaves toques a mi espalda baja. Me deleite unos
segundos observando sus facciones tan masculinas, poco quedaba ya del
adolescente que había conocido un día en Forks, todo en él había madurado y de
muy buena forma debo agregar.
- Buenos días guapo – Dejo un pequeño beso en
la punta de mi nariz.
Una de sus manos subió a mi rostro y con uno de
sus dedos comenzó a recorrerlo, acariciando mis parpados, bajando por mi nariz
hasta llegar mis labios que delineo suavemente dejándome con un cosquilleo en
ellos que me hizo estremecer.
- ¿Eres feliz? – Lo dijo tan despacio que por
un momento dude si realmente había hablado o no.
- No crees que es un poco temprano para
preguntas tan trascendentales.
- Tengo miedo de no ser lo suficientemente
bueno para ti y que te vuelvas a marchar – Sus palabras eran apenas murmullos.
- No entiendo – Lo cual no era una novedad
tratándose de Edward y yo, pues de
alguna manera siempre me terminaba perdiendo en algún punto de la conversación.
Eso no había cambiado en nada pesar de
los años.
- Vives en una gran ciudad sola, tienes un
empleo por el cual muchos morirían, tienes un departamento de ensueño, eres una
mujer completamente distinta a la que se marchó hace tantos años, incluso tu
cabello es diferente.
- Por supuesto que es diferente – Toque mi pelo
– es rubio, pero pronto volverá a la normalidad – Acaso era mi nuevo color lo
que le molestaba.
- Tengo miedo que me dejes, que un día
despiertes y te des cuenta que realmente no valgo la pena.
Decir que aquella declaración me tomo por
sorpresa era un eufemismo, porque si no me estuviera acostada en mi cama, lo
más probable es que me hubiese caído al suelo.
- Edward ¿Qué te ocurre? Te diste un golpe en
la cabeza o acaso inhalaste mi shampoo. No logro entender por qué crees algo así
– Me acerque tanto como pude a él, como intentando fundirme con su piel.
Sentí sus
labios recorriendo mi cabello por lo que la teoría del shampoo iba ganando más
probabilidades.
- Yo
solo soy un sencillo maestro de primaria, que sigue viviendo en un pequeño
pueblo junto a su tía y tú….
- ¿Y yo? – Mi voz ya no sonaba para nada calmada
– Te recuerdo que yo nací en ese pequeño pueblo, que tengo una familia que se
está cayendo a pedazos y que mi madre está loca. Quien creía que era mi padre
resulto no serlo, mi verdadero padre más bien parece mi abuelo. Si alguien
debería salir huyendo eres tú, teniendo en cuenta que comparto el ADN con Renee
Cullen, soy yo la que no entiende que haces a mi lado.
Durante unos instantes nadie dijo nada y una
parte de mi comenzó a temer que estuviera realmente pensando en la posibilidad
de que pudiese parecerme a Renee, estaba
por pedirle que hablara algo cuando empecé a oír su risa, por un momento creí
que me estaba tomando el pelo y se estaba burlando de mí.
- Me puedes decir qué demonios te sucede ahora
– Me solté de su abrazo y me aleje un poco de mi novio, por su propia
seguridad, porque si no lo hacía terminaría ahorcándolo.
- Perdón, perdón, es que acabo de darme cuenta
de algo – Tomo una inspiración para intentar controlar su risa – Soy la chica
de esta relación.
- ¿Acabas de darte cuenta de eso? – Lo mire
seriamente – Edward, que varios miembros de mi familia y tal vez otras personas
creyeran que eras gay no se debía exactamente a qué supieras que color es el
magenta.
- ¿Qué quieres decir?
- Lo diré de esta forma, tú lado femenino
esta….
- ¿Esta? – Me pregunto expectante.
- Más desarrollado que el de la mayoría de los
hombres – Calle unos segundos – y creo que el de las mujeres también.
Aprovechando que estaba de espalda en la cama,
me subí a horcajadas sobre él. Sus manos de inmediato se fueron a mi trasero
atrayéndome más a él.
- Tú sí que sabes cómo mantener mi hombría
intacta.
- Eres perfecto para mí – Baje para besar su
cuello – No necesito nada más.
- Y yo quiero darte todo, todo.
- Ya me lo das, porque cada cosa que has hecho
por mí a lo largo de todos estos años, lo has hecho por amor y como bien dicen
la fuerza del amor es todo.
- ¿Quién está siendo la chica ahora?
De un solo movimiento me dejo bajo su cuerpo,
atrapada entre sus brazos.
- Te amo Isabella.
- También lo amo Señorita Masen.
Movió su cuerpo hasta que nuestras caderas se
rozaron y pude sentir con absoluta claridad que aunque su lado femenino estaba
desarrollado, su lado masculino estaba allí también y de que manera.
- Muy buenos días señor – Pase mi lengua por
mis labios.
- Creo que alguien desea saludarte de manera
más personalizada.
- Pues dile que es más que bienvenido – Rodee
su espalda con mis piernas y gustoso acepto mi invitación. Comenzando así
nuestro día con una calurosa recibimiento.
Después de una apasionada sesión matinal, me
obligue a mí misma a separarme de Edward y salir de mi cama, debía ir a
trabajar y si no lo hacía pronto, lo más probable es que no lo hiciera en todo
el día.
Después de darme un rápido baño, salí con el
tiempo justo para llegar al museo, mi atractivo novio me miraba sentado desde
la cama con sus brazos cruzados tras su cabeza, se veía realmente irresistible
y estaba haciendo gala de todo mi autocontrol no lanzarme contra él y besarlo.
- Estas segura que no puedes quedarte unos
minutos más.
- Ambos sabemos que no serán unos minutos – Me
sonrió con aquella mueca tan propia de él – además necesito ir a la galería,
nunca había faltado y estamos muy cerca de un gran evento.
- Te he dicho lo orgullos que estoy de ti.
- Creo que un par de veces, pero escucharlo
nuevamente no me hace daño en absoluto.
- Pues permítame decirle Señorita Cullen-Swan
que estoy muy orgulloso de todo lo que ha logrado y también de que hayas
cumplido tu promesa.
- ¿Mi promesa? No entiendo.
- Me dijiste una vez que dejarías pistas para
que pudiera encontrarte y lo hiciste, la exposición me trajo hasta Nueva York y
lo más importante me devolvió a tu lado.
- Eres mi hilo invisible – Me acerque a besarlo
para despedirme – Y te amo por eso.
.
.
.
Llegue justo a la hora de la cena, como era de
suponer, Edward me esperaba con todo listo y apenas me dejo hacer algo para
ayudarlo. Debo decir que la comida estaba deliciosa y platicamos muy a gusto,
me entretuve escuchando sus historias con sus alumnos, podía notar lo
apasionado que era de su trabajo. Yo también le conté un par de anécdotas de mi
trabajo y así pasamos un par de horas hablando. Hasta que llego el tema que
había tratado de evitar todo este tiempo.
- Debo volver a Forks – El trozo de pastel que
estaba por llevarme a la boca se quedó a medio camino y suspendido en el aire.
- ¿Por qué? – Sabía que mi pregunta era
totalmente absurda.
- Las vacaciones escolares terminan en dos días
y como bien sabes soy maestro en la primaria por lo que – Callo unos segundos –
tengo que volver al trabajo.
- ¿No hay posibilidades que puedas quedarte
unos días más? – Apenas y me salió la voz para hacerle la pregunta. Realmente
odiaba ser dramática.
Edward que se encontraba sentado al otro lado
de la mesa, se levantó de su lugar hasta quedar frente a mí, agachándose un
poco para que quedáramos a la misma altura y unir nuestras frentes.
- "Yo caminare a tu lado,
incluso cuando no puedas verme" – Susurro la inscripción de mi
colgante de mariposa.
- Lo has hecho todo este tiempo,
pero eso no responde a mi pregunta… ¿te quedaras?
- ¿Quieres que me quede?
- ¿Esa es tu respuesta?
- ¿Me estas respondiendo con una
pregunta? – Se alejó unos pasos de mí y me quedo mirando a la espera de alguna
respuesta.
-Sabes que podemos estar hora
respondiéndonos con preguntas.
- Lo sé, pero quiero escuchar de
tus maravillosos labios que quieres que me quede a tu lado.
- Quiero que te quedes a mi lado.
- Y yo quiero quedarme contigo,
pero debo volver y creo que sería muy bueno que lo hiciéramos juntos.
- ¡Quieres que vaya contigo! – Mi
voz sonó más bien como un grito.
Lo quede mirando como si acabara
de confesarme un crimen, tal vez estaba exagerando, pero lo que acaba de
proponerme era una estupidez.
- Veo que la idea te encanta – Si
las miradas mataran – No te parece que sería muy bueno que volvieras y así
finalmente terminas ese capítulo de tu vida – Realmente a veces Edward era
demasiado optimista.
- ¿Quién te dijo que deseo cerrar
algo? – Ademas de tu boca, quise agregar.
- Si no deseas cerrar nada, te
puede servir para reencontrarte con Tanya, tal vez puedas ver a Carlisle y a
otras personas.
- No sé si es una buena idea, lo
mejor que podría hacer es invitarlos a venir a ellos.
Mi mente de inmediato comenzó a
planear como hacer que mi padre y mi hermana pasaran un fin de semana junto a
mí en Nueva York, creo que incluso imagine a que lugares los llevaría. Sería
perfecto que pudiesen estar conmigo el día de la inauguración de la exposición.
Mi mente ya volaba en ideas cuando la voz de Edward logro colarse con una
pregunta.
- ¿Acaso nunca volverás a Forks?
– Su mirada estaba llena de incredulidad, ante la idea.
- Me fui de Forks para nunca
volver, por lo tanto no….no está dentro de mis planes volver.
- Forks es el lugar donde vivo.
- Edward, no creo que sea un buen momento para
hablar de volver.
- Este momento me parece tan perfecto como
cualquiera – Volvió a ocupar su lugar
frente a mí en la mesa.
- En Forks esta mi madre…..Renee y te aseguro
que lo que más me hace feliz es que entre ella y yo hay miles de kilómetros que nos separan.
- Y si te digo que yo estaré en cada paso
contigo.
- Te diría que eso ya me lo dijiste una vez –
Acaricie mi colgante.
- Y lo he cumplido al pie de la letra ¿verdad?
- Edward – Sabia que me estaba quedando sin
argumentos, más bien tenía un único argumento
y era que ella estuviera ahí, pero si realmente deseaba seguir adelante
tenía que ser valiente y enfrentarme a mis fantasmas del pasado.
- Isabella ¿vendrías conmigo a Forks?
- Si -
Nunca una palabra tan sencilla me había costado tanto.
.
.
Mi mirada no se pudo apartar del verde y húmedo
paisaje que se desplegaba ante mis ojos a medida que avanzábamos en el coche de
Edward. Realmente Forks no había cambiado en lo absoluto en estos años. Parecía
que se hubiese quedado congelado en el tiempo y que yo apenas me había
ausentado un par de días y no los siete años que estuve fuera.
Hice todos los arreglos necesarios para poder faltar
unos días a mi trabajo, estábamos a muy pocas semanas de inaugurar una de las
muestras más extensas de la obra de Edward
Hooper, por lo que era una locura estar tan alejada de todo, pero también
sabía que tenía que hacerlo, así que con la ayuda de todo mi equipo ahora me
encontraba en Forks, cerrando una etapa de mi vida.
Cuando doblamos en la esquina de la cafetería
del pueblo, Edward tomo mi mano y se la llevo a los labios. Correspondí su
dulce gesto sonriéndole, me miro de
reojo y cuando el semáforo quedo en rojo me acerque y le di un breve beso en
los labios, honestamente me estaba volviendo adicta a sus besos.
- ¿Estas bien?
- Me siento como en la capsula del tiempo, nada
ha cambiado….nada.
- Digamos que aquí todo funciona de manera más
lenta – Asentí - ¿Te apetece un café?
- Me encantaría.
Nos bajamos del auto mientras una suave lluvia
caía. Entramos a la cafetería con nuestros cabellos un poco humedecidos y
tomados de la mano. Esther quien al parecer seguía siendo la encargada del
lugar, se me quedo mirando sorprendida. Honestamente no sabía que hacer frente
a su reacción, por que parecía que acababa de ver a un muerto o un zombie.
Edward la saludo con un asentimiento de cabeza mientras me guiaba a una de las
mesas cercana a la ventana.
- ¿Qué le sucede? – A cada paso que dábamos
podía sentir sus ojos clavado en mi espalda – Tú crees que Renee les digo algo.
- Lo dudo, la historia que le conto a todo el
mundo es que te fuiste a la universidad becada y debido a su carga de estudio
te era imposible volver al pueblo, pero que siempre estaban en contacto.
Lo mire sorprendida por lo que acababa de
contarme, no puedo creer que Renee haya intentado mantener la historia de la
familia perfecta, aun cuando ya no estaba.
- Realmente me parece increíble, pero de todas
formas siento que hay algo más en su mirada.
- Lo más probable es que se sorprendió al
verte.
- Me mira como si acabara de salir de la cárcel
o algo peor.
- Solo relájate – Acaricio mi mejilla y se
sentó junto a mí.
Estaba por besarlo cuando el ruido de la puerta
abriéndose nos distrajo unos segundos y luego la voz de la recién llegada,
quien parecía bastante agitada
- Esther ¿lo leíste? – Note que agitaba un
periódico – Todo el mundo está hablando de los Cullen, realmente nunca pensé que
eran ese tipo de gente, tenían varios esqueletos en el armario.
La aludida trato por medio de varios gestos
hacer callar a la persona que acababa de entrar, la que realmente parecía
demasiado excitada contándole todo, como para reparar en sus señales.
- Renee Cullen nunca podrá salir de nuevo a la
calle con su actitud tan altanera, como si nada de este pueblo fuera lo
suficientemente bueno para ella, ahora entiendo por qué Isabella huyo de….
- Marge, creo que sería mejor que te callaras –
Siguió la mirada de Esther y al fin noto nuestra presencia.
- Profesor Masen…. ¿Isabella? yo….
- ¿Qué sucede? – Pregunto Edward al ver que
finalmente la mujer se callaba.
- Esto – Y le extendió el periódico de Forks
que en su página principal rezaba a todo color “La verdadera historia de Renee Cullen”, habían varias fotografías
de mi familia tomada en distintos eventos. Se lo arrebate de las manos y
comencé a leer.
“Renee Cullen es
considerada una de las mujeres más virtuosas
de Forks, siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesite, se le considera una
ciudadana modelo, pero tras la apariencia de rectitud y elegancia, se esconde
una mujer que es capaz de seducir al mejor amigo de su padre con el único fin
de escapar de una vida que ella se niega por completo a vivir.
Su red de mentiras y
verdades a medias se remonta a su época escolar donde con solo diecisiete años,
toma una decisión que no solo cambiaría su destino, sino que inevitablemente el
de quien era en ese momento su novio y que al poco tiempo se transformaría en
su marido, Carlisle Cullen.
Ambiciosa y muy
hermosa, la joven Renee decidió seducir al mejor amigo de su padre Charles
Swan, exitoso hombre de negocios que en esa época estaba por entrar a su cuarta
década, casado desde hacía más de diez años y con un hijo pequeño. Aquellas
características no significaron impedimento alguno para la muchacha, quien
logró su objetivo de seducción. El problema de aquello fue que nunca pensó que
el adulto de la relación decidió darla la espalda al saber que su aventura
dejaría una huella imborrable, una hija. Desesperada y herida decide engañar a
su novio y hacerle creer que él bebe es suyo, razón por la cual se casan antes
de siquiera haber finalizado la escuela secundaria…”
No tuve las fuerzas para seguir leyendo, la
historia de mi madre, la de mi familia que había sido publicada. Todos los
secretos que durante tanto tiempo habían estado celosamente guardados estaban
siendo revelados y de la peor manera posible, al menos para Renee, para quien
la apariencia lo es todo en la vida.
- Lo siento mucho mi amor – Sentí como Edward
me abrazaba con fuerza.
- Estas bien Isabella – Era Esther quien me
preguntaba.
- Si, solo un poco sorprendida ¿Quién haría
algo así? – Mire dentro de la extensa nota quien firmaba como su creador, solo
habían una iniciales CS.
- Así que no eres la verdadera hija de Carlisle
– Oí como una de las mujeres que acaba de entrar me lo preguntaba.
- Ella siempre será mi hija, no importa que no
nos unan los lazos de la sangre, porque nos une algo más importante que es el
amor.
- Papá – Me solté del agarre de mi novio y corrí
a abrazarlo.
- Pequeña, que hermosa estas – Me acaricio la
mejilla y toco mi cabello.
- Yo también hubiese huido de Forks, si tuviera
una familia así.
- No te metas con mi familia.
- Ha sido tu madre quien se ha metido con todo
el mundo, mostrándole sus defectos, haciéndonos sentir inferior, cuando ella no
es mejor que una cucaracha.
- Sabes cómo ha humillado a la pobre Jessica
Stanley solo porque es madre soltera.
- Mi hija no tiene la culpa de los errores de
su madre – Mi padre me puso tras de él en un gesto defensivo.
- Por supuesto que sabemos eso Carlisle, pero
ella siempre se mostró con un ser intachable y peor aún siempre se encargó de
mostrar los errores de los otros, bien dicen que hay gente que ve la paja en el
ojo ajena y no la viga en el propio.
- Creo que será mejor que nos marchemos –
Edward tomo mi mano para sacarme fuera del lugar.
De reojo pude ver a Carlisle que venía detrás
de nosotros.
- Bells, Bells….Oh Bells – Me quede paralizada
cuando vi a mi hermana pequeña corriendo hacia mí.
- Tanya, pequeña – Me abrazo con tanta fuerza
que si no hubiera estado sujeta por Edward ambas hubiésemos caído al suelo.
- No sabes cómo te he extrañado – Escuche que
me decía con su cara enterrada en mi cabello.
- Yo también te he extrañado mucho pequeña.
- No mientas Isabella – Era tanta la emoción de
ver a mi hermana pequeña que no note que no estaba sola.
- Renee.
Estaba a punto de decir algo más, pero se
calló. Seguí la ruta de su mirada y vi que estaba clavada en uno de los puestos
de periódicos. Tanya, que ya no estaba abrazándome, sino que tomada de mi
brazo, también estaba mirando y por su actitud era obvio que no entendía nada.
Unas personas que pasaban quedaron mirándonos
como si fuéramos parte de una obra al aire libre, solo faltaba Jane y los Cullen
volverían a estar reunidos, el problema es que nuestro encuentro estaba
ocurriendo en medio de la calle.
- ¿Qué rayos fue lo que hiciste Isabella?
No pude evitar soltar un bufido exasperado,
será que algún día me deje de culpar por cada cosa mala que sucede en su vida.
- Deja en paz a Isabella, Renee – Mi padre
estaba a nuestro lado.
- No me digas que ahora te vas a comportar como
un padre para ella, siempre la has considerado un estorbo, el bebe que arruino
tu vida.
- Cuida tus palabras – Note como Carlisle me
observaba angustiado, tal vez creía que podía creer algo de aquellas palabras,
así que pone su mano como una forma de tranquilizarlo.
- Que dulce escena, déjame recordarte Carlisle
que ella repudio ser tu hija asi que no veo el sentido de tanta defensa.
- Bella no me repudio como padre, sino que fue
mi apellido el que se negó a seguir llevando y la entiendo por qué tener que
compartirlo con una mujer como tú solo puede provocar vergüenza.
- Como
te atreves a tratarme así, te di los mejores años de mi vida, una familia
ideal, te lo di todo – Su voz cada vez iba subiendo de tono – Y ahora resulta
que la prefieres a ella como tu hija que a mí como tu mujer.
- Lo único que puedo agradecerte es haberme
dado tres maravillosas hijas – Me dio un fuerte apretón en la mano y abrazo a
Jane – Porque ambos sabemos que todo lo demás es una farsa, de la cual me
alegro estar finalmente libre.
- Maldito, maldito seas Carlisle Cullen –
Intento golpearlo, pero la detuve – Y tu espero que estas contenta de haber
destruido a mi familia.
- Supongo que está en mis genes o acaso no fue
eso lo que intentaste hacer con la familia de Charlie, lástima que no te dio
resultado.
- No sabes cuánto te odio Isabella.
- No, no lo sé y sabes – Su mirada estaba
cargada de furia – No me importa en lo absoluto.
Tome la
mano de Carlisle y mire de reojo a Edward, quien me entendió sin necesidad de
palabras. Le dimos la espalda a aquella mujer que no dejaba de gritar y
caminamos como una familia que finalmente había logrado cerrar un capitulo y
comenzado a escribir otro, uno mucho mejor.
Que tengan una maravillosa semana
Besos
Lulu