Capitulo
7
Y por tanto…
Edward tardo mas tiempo de lo necesario en
entender lo que aquella frase significaba y una vez que logro darle sentido, no
sabía como sentirse al respecto. Siendo honesto si lo sabia, solo que aun no
era lo suficientemente valiente para asumir que una parte de él, cada vez más
grande, deseaba tener más tiempo a solas con su mujer y que en un espacio cada
vez menor deseaba ver a Rosalie. Como su mente no dejaba de trabajar, decidió
que lo mejor era mirar a Bella, ella tenía la capacidad de controlar sus
emociones.
Al parecer ella esperaba algún tipo de reacción de
su parte, pero no sabia muy bien que decir, por lo que decidió mirarla y su
vista se quedo en sus manos que sostenían un papel ya arrugado por sus dedos.
Como Bella no vio reacción en él decidió ser ella
la que hablara primero:
- Perdóname Edward – Aquello lo descoloco – No he
sabido expresarme correctamente…Rose no esta aquí, sino que lo estará, acaba de
enviarme una carta anunciando su llegada – Levanto el trozo de papel – Oh!
Perdón por haberte ilusionado con que ya estaba aquí…no debí ser tan
impulsiva…yo…no…
- Pequeña calmate – Acaricio suavemente sus
hombros para tranquilizarla – Entiendo perfectamente que la emoción no te haya
permitido expresarte con claridad.
- Perdón yo se cuanto quieres….- Decidió que no
quería seguir oyendo sus “perdones”, deseaba darle un mucho mejor uso a su boca y la beso.
Tomo su estrecha cintura entre sus brazos y
presiono su cuerpo al suyo. No sabía muy bien por que, pero necesitaba calmarla
y sentirla, y para él no existía mejor forma que besándola. Siguió jugando con
sus labios, domándolo entre los suyos, mordiéndolos suavemente y haciendo que
su lengua barriera con todo su dulce sabor, aquel que la hacia tan única y que
reconocería en cualquier parte del mundo.
Una de sus manos abandono su cintura y subió hasta
su nuca para profundizar su beso. Solo se separa unos milímetros de ella cuando
la oyó gemir y aquel sonido lo enloqueció al punto de que por un instante quiso
extender su cuerpo en el sillón de su despacho y hacerla suya, miles de
imágenes de ella bajo su cuerpo llenaron su mente, realmente estaba a punto
hacerla suya.
El sonido de la respiración agitada y entrecortada
de Bella lo hizo reaccionar, segundos antes de llevar a cabo su sueño febril.
Como siempre que le sucedía con ella, una parte de él estaba horrorizado por
los pensamientos que nublaron su mente hace apenas unos segundos, pero también
estaba su lado menos racional que estaba excitado más allá de toda lógica. La
deseaba y podía apostar toda su recién adquirida fortuna que ella sentía lo
mismo. Sin remitir su fuerte agarre, ni siquiera los sabuesos del infierno
harían que la soltara en ese momento, apoyo su frente en la de ella y suspiro.
- Pequeña…que vamos a hacer.
No obtuvo respuesta pues en ese momento fueron
interrumpidos por la doncella, quien luego de varios golpes en la puerta, que
no fueron advertidos por la pareja, entró tímidamente al despacho. Bella se
sobresalto como si hubiese sido pillada haciendo alguna travesura pero eso no
evito el sonrojo de Bella, quien se escondió en el cuerpo de su marido,
apoyando su rostro en su pecho. Edward volvió a abrazarla y luego miro a la
asustada muchacha que parece había olvidado como hablar.
- Perdón milord yo no quería…no fue mi
intención…yo – Edward levanto una mano en señal de silencio, ya había sido oído
demasiados perdones por el día.
- Por favor, respira muchacha y dime a que has
venido.
- Tiene una visita su Excelencia. Su abogado lo
espera – Apenas termino de hablar bajo su mirada y retorcía los dedos en clara
señal de nerviosismo.
- Dame unos minutos y luego dile que lo espero
aquí – La muchacha solo pudo asentir – Y respira – Sin decir más se marcho
dejándolo nuevamente solos.
- Edward me puedes soltar si lo deseas – Recién en
ese momento reparo en que aún tenía a su mujer entre sus brazos. Bajo su mirada
hasta su pecho y vio sus hermosas mejillas sonrosadas.
- Honestamente no lo deseo – Beso el tope de sus
cabellos y lentamente sus manos abandonaron su cintura – pero creo que no es
del todo cómodo recibir así a mí abogado – Beso la punta de su nariz.
- Tienes razón no lo es – Sonrió a su marido y se
alejo en dirección a la puerta.
- ¿Dónde vas? – La voz de él la detuvo antes de
marcharse y volteo a verlo.
- Al jardín. Supongo que los asuntos que trataras
con el abogado son privados – Se mordió el labio.
- Privados no, pero si sumamente aburridos – Se
acerco a ella – Prometo reunirme contigo al terminar – Coloco un mechón, que
había caído de su peinado, tras su oreja.
- Estaré esperando por usted milord – Iba a abrir
la puerta, pero Edward tomo su rostro entre sus manos y la beso suavemente.
-Para que la espera no sea eterna.
Isabella estaba admirando la sublime belleza del
jardín, en aquella época del año habían miles de colores alrededor y un suave
perfume inundaba el lugar, al parecer las rosas eran las preferidas de todo el
lugar, pues distintos tipos lucían su esplendor en cada rincón, pero pese a
todo la hermosura que la rodeaba no podía dejar de pensar en Edward, en Rose y
en ella misma.
Por primera vez se planteo que todo aquello del
matrimonio no había sido una buena idea, después de todo. Por supuesto que
existían cosas positivas y estar junto a Edward era por lejos la mejor de todo,
pero era inevitable que una vez que su hermana llegara todo cambiaria, ella lo
sabia y trataba de aceptarlo en especial teniendo en cuenta que fue ella misma
quien había propiciado todo eso, mas nunca sopeso lo negativo, lo veía todo en
forma tan soñadora que se olvido que ella y su corazón.
Se sentó en uno de los bancos situados frente a
unas rosaledas y sin darse cuenta fijo su mirada en flor medio escondida entre
tantas rosas, era una peonía, recordó que una vez su madre le contó:
- Ves
aquella flor ahí.
- Si –
fue la escueta respuesta, como siempre estaba más interesada en sus propios
mundos.
- Sabes
que simbolizaba la veracidad, pero también la timidez – Su madre se llevo una de
las flores hasta su nariz – Cada vez que
veo una es inevitable que te recuerde.
- ¿Por
qué madre? Por su total falta de atractivo – Miro fijamente la flor sin
tocarla.
- En lo
absoluto Bella, esta flor es como tú… temperamental, cuando esta cerrada es
sumamente pequeña, pero al explotar florece de tal manera y con tal belleza que
llega casi a triplicar su propio tamaño y cautiva mas que cualquier otra.
Exactamente como tu lo haces cuando luchas por algo.
- Solo lo
dices por soy tu hija.
Bella finalmente entendió a lo que su madre se
refería, ella siempre era muy tímida y trataba de ser lo más pequeña que
pudiera, pero había momentos donde simplemente explotaba y su energía se
multiplicaba y al parecer ahora estaba en aquella etapa explosiva, el problema
es que las consecuencias de aquel arranque tal vez traerían mas dolor que
alegría.
Durante años logro que lo que sentía por Edward se
mantuviera estable, pequeño e inamovible, pero ahora cada momento a su lado era
como si la bomba de tiempo que era su corazón estuviese a punto de estallar,
espero años poder expresar lo que sentía, la misma cantidad de tiempo que soñó
con estar casada con él. Se rió ante la ironía, finalmente estaba casado con el
hombre al que amaba desde que tenía trece años, el único problema es que el
amaba a otra, su hermana viuda, que tanto había sufrido.
Bella no dudaba en ningún momento del cariño de
Edward, pero cariño NO es ni NUNCA será amor. Se encogió en su lugar y se llevo
las manos al rostro y sacudió su cabeza de un lugar a otro tratando de quitarse
todas las ideas que la llenaban y atormentaban. Se propuso guardar todo lo que
sentía en un lugar lejano de su cabeza y ser feliz con lo que DIOS había puesto
en su camino y en su vida.
Levanto su cabeza y sintió una ráfaga de frió en
su cuello y luego otra sensación muy distinta, como una descarga de
electricidad de unos dedos, que hicieron que se sobresaltara.
- ¿Que sucede? – La voz suave y sedosa de Edward
la hizo volverse.
- Nada, solo admiraba la belleza del jardín – Se
sentó junto a ella, pero en sentido opuesto.
- ¿Con el rostro cubierto por tus manos? – Tomo
una de ellas entre las suyas.
- También se puede admirar con los otros sentidos
– Con su mano libre acaricio la mejilla de su marido.
- Por supuesto – Trazo los labios de Bella con sus
dedos – El tacto es una gran forma de admirar – Recibió como respuesta un suspiro
– Y debo decir que tu piel en mis manos es la mejor sensación que he
experimentado. No se lo que has hecho Isabella casi podria jurar que me has
embrujado.
- Yo no…nunca te haría eso.
- Entonces explícame que me sucede cada vez que
estoy a tu lado, me dejas sin palabras y lo único que deseo es…- Callo unos
instantes. Mientras los ojos chocolates de Bella lo miraban como esperando una
declaración.
- ¿Qué deseas? – Pregunto en apenas un murmullo
audible.
- Todo.
- Eso incluye a Rosalie – Una vez que dijo las
palabras supo que no debió hacerlo, pues el momento que parecía mágico ya no lo
era más.
Edward la miro durante mucho rato y no dijo
palabra alguna, luego se levanto del banco de piedra y le ofreció la mano a su
mujer para ayudarla a ponerse de pie. Bella la acepto tímidamente igual que su
sonrisa, no sabia muy bien como comportarse después de lo que acaba de pasar y
lo que ella acababa de decir. Era como su madre dijo temperamental.
Caminaron en silencio hasta la mansión. Realmente
ninguno estaba deseoso de ser comunicativo con el otro, por eso decidieron
separarse apenas llegaron. Edward le comento que debía de revisar unos
documentos en su despacho, ella se encargaría de responder algunas cartas y
luego prepararía junto a la cocinera el menú de la semana. Quedaron en comer
juntos en el comedor principal, una vez ambos hubiesen terminado sus labores,
pero la verdad sea dicha, tanto Edward como Bella necesitaban un momento con
ellos mismos, si pudiesen ver en la cabeza del otro sabrían que ambos tenían la
misma revolución en sus cabezas.
Puntualmente ambos llegaron al comedor y cenaron
la exquisita comida que el chef había preparado en su honor. La conversación
fue amena sin tocar ni un solo punto sensible, el clima, la tierra y la casa
fueron los principales temas a tratar, nada de sentimientos o la inminente
llegada de Rosalie. Bella se dio cuenta que realmente parecían un matrimonio
aristocrático, pues esas parejas jamás hablaban de sentimientos, ni muchos lo
harían a la hora de la cena.
Una vez finalizado el postre ambos se retiraron a
su habitación. Fue inevitable ver por el rabillo del ojo como las doncellas
comentaban ese hecho y se reían bajo por lo que supuestamente sucedería entre
la joven pareja de recién casados.
Edward dejo a Bella en su habitación, beso su
frente durante unos instantes y se marcho al desearle las buenas noches, por un instante estuvo tentada a invitarlo a
quedarse, pero no se atrevió. Por lo que le respondió solo le deseo lo mismo a
él.
Pasaron dos días donde seguían tratándose con
especial cortesía, pero ya no habían besos robados ni momentos de mayor
intimidad. Bella comprendió que se debía a que su marido estaba expectante a la
llegada de su hermana y que ella debería estar feliz de que así fuera, pues
todo lo que había hecho era para que ellos finalmente estuvieran juntos.
Bella estaba en el salón principal cuando el ama
de llaves le indico que el carruaje de su hermana estaba pronto a llegar, pues
uno de los mozos lo había divisado. Ella sonrió y agradeció por la información,
dejo de lado su bordado y se levanto. Dio un fuerte suspiro, luego lleno de
aire sus pulmones y se fue en dirección al despacho de su marido.
Edward estaba de pie frente a la ventana de su
despacho, observando el coche que acababa de llegar, sabía perfectamente quien
venía en él, Lady Rosalie King, el amor de su vida, la mujer de sus sueños.
Todavía le parecía irreal que finalmente pudieran estar juntos, después de
tantos años, ese pensamiento llenaba su mente…habían pasado muchos años, donde
él cambio, donde Rose también lo hizo, incluso Bella no era la misma. Acaso su
amor por Rosalie King también había cambiado.
Su vista bajo hasta su mano y quedarse fija en su
dedo anular, lugar donde descansaba su
anillo de matrimonio, donde estaba la confirmación mas potente de que Bella era
su esposa, que le pertenecía y que haría cuanto estuviera a su alcance para
hacerla feliz, por que ella se lo merecía más que cualquier persona en el
mundo.
- Edward ya llega – La oyó, mas que verla, entrar como un huracán a su estudio.
- Lo veo pequeña – Se acerco hasta ella y tomo su
mano para salir del despacho con ella hasta la puerta de entrada lugar donde
recibirían a su huésped.
- Estas feliz ¿verdad?
- Si mucho – Pero su mirada no estaba dirigida a
la carretera sino a la mujer que estaba a su lado.
Esperaron hasta que finalmente el carruaje se
estaciono frente a ellos, sin pensarlo mucho Edward estrecho con más fuerza sus
manos unidas. Se quedaron parados hasta que la puerta del coche finalmente se
abrió, pero no fue una cabellera rubia la que se asomo en primer lugar, sino
más bien un cabello negro y muy cortó, quien bajaba no era Rosalie sino Jacob
Black.
- Jake – Bella sin pensarlo soltó su mano y se
abalanzo hacia su amigo.
- Bells – La tomo entre sus brazos y la alzo del
suelo. Le dio varias vueltas en el aire y el lugar se lleno de las risas de su
mujer.
Edward estuvo a un paso de ir hasta él y arrancarla de sus brazos, pero
reacciono cuando noto que era un sirviente se acercaba hasta el carruaje para
ayudar a bajar a Rosalie y no él como era de esperar. Se acerco a grandes pasos
hacia el carruaje.
- Perdón – Quito la mano del lacayo y le ofreció
la suya – Rosalie.
- Edward -
Le sonrió. Una vez fuera del carruaje se quedaron unos momentos mirando.
- Estas tan hermosa, como siempre – Beso cortésmente
su mano y mantuvo hasta que estuvo de pie junto a él.
- Que alegría estar aquí…veo que Bella también
está feliz – Le indico con la mirada hacia el lugar donde estaba su hermana y
Jacob.
- Lo veo, temo que está usando a mi mujer como
disco de lanzamiento con tantas vueltas que le están dando – No pudo evitar que
su voz sonara enojada - ¿Era necesario traerlo? – Rose lo miro divertida por el
comentario, iba a responderle, pero su hermana se acercaba.
- Rosalie – Bella corrió a los brazos de su
hermana para saludarla.
- Bells, pero mira que hermosa estas – Le dio un
beso en la mejilla – Veo que has cuidado bien de ella Edward.
- Prometí hacerlo.
- Pero no siempre todas las promesas se cumplen –
Ese era Jacob que se acercaba a Edward para estrechar su mano.
- Todo lo que tenga que ver con Isabella, mi
esposa – Remarco la frase – tienen la prioridad absoluta en mi vida – Se dieron
la mano con más fuerza de la necesaria.
- Así lo espero – Sus miradas se cruzaron, negro
contra verde, en un duelo.
Entraron a la casa y departieron en el salón un
pequeño refrigerio, luego les indicaron sus habitaciones y que todo estaba
preparado para que se refrescaran y descansaran antes de la cena.
Rosalie se fue junto e Bella, pero Edward le pidió
a Jacob si era posible hablar unos momentos a solas. Este acepto y fueron hasta
el despacho, le indico donde sentarse y lo observo por unos segundos.
- Si tu misión era acompañar a mi cuñada, ya la
has cumplido así que ¿Cuándo te marchas?
- Ansioso Cullen, si te dijera que mi misión ahora
es acompañar a Bells.
- Isabella, mi mujer se llama Isabella.
- Para mí siempre será Bells.
- Permíteme recordarte que estas hablando de mi
esposa, una mujer casada.
- Se perfectamente el estado civil de Bells – Dijo
el diminutivo esperando alguna reacción – Si no lo recuerdas estuve en su boda.
- No agotes mi paciencia Black y déjame advertirte
una cosa más.
- Dime Cullen, perdón…Su Excelencia.
- Si vuelves a abrazar a mi mujer, por muy
platónicas que sean tus intenciones te corto los brazos Black – El aludido en
vez de demostrarse horrorizado por la amenazo, lanzo una risotada que resonó
por toda la habitación.
- Celoso Cullen – Lo miro fijamente – Si la
hubiese querido de esa forma nada ni nadie me lo hubiese impedido – Jacob no
dejaba de sonreír.
- Si mal no recuerdo pediste su mano en matrimonio
y Bella…
- Me rechazo – completo el hombre – pero decidí no
volver a insistir y ahora disfruto del maravilloso regalo de su amistad.
- Espero que entiendas que puedes compartir una
que otra palabra con ella, pero tus manos las mantienes lejos de ella.
- Amas a una y celas a la otra. Interesante, tal
vez…- Dejo que la frase de desvaneciera antes de terminarla y se le quedo
mirando.
- ¿Tal vez?
- Dejare que tu solo lo descubras.
- Mientras te sigues quedando en mi casa ¿verdad?
- Exacto. Quiero estar en primera fila – Sin
esperar más se marcho del despacho, dejando un Edward mas confundido y ofuscado
que nunca.
La cena transcurrió con total normalidad. Rosalie
comento alguno de los últimos cotilleos que circulaban por la ciudad, aunque no
eran muchos, pues Bella y Edward llevaban muy pocos días fuera, además la
mayoría de los chismes que circulaban eran relacionados a ellos su boda relámpago, su reclusión en el campo y
las consecuencias que su libertinaje pudo haber traído.
- ¿Libertinaje? – Pregunto Bella.
- Lady Jessica se ha encargado de contarle a todos
quienes quieran oírle como fue que los encontró y permíteme decir que cada vez
que cuenta la historia, ustedes llevan menos ropa.
- Encantadora mujer – Intervino Edward – Supongo
que evita morderse la lengua al hablar de otro modo se mataría con su propio
veneno.
- En caso que se envenenara apostaría que ningún
medico le interesaría salvarla, pues seguro los acusaría de tratar de seducirla
si osan tocar alguna porción de su piel.
- Supongo que cuando su hija nació seis meses
después de su matrimonio, fue atendida por una partera.
- Lo más probable es que haya escupido al pobre
niño – Todos se rieron por la ocurrencia de Bella.
Cuando finalizo la cena, todos decidieron ir hasta
sus habitaciones a descansar, había sido un día muy largo y lleno de emociones.
Solo Edward decidió quedarse unos momentos más y tomar una solitaria copa de
coñac, frente al fuego de la chimenea. Necesitaba tomar una decisión, aclarar
su mente y tal vez tener un poco más de valentía para llevar a cabo la idea que
lo estaba torturando. Al terminar el licor se decidió, subió de dos en dos los
escalones y se quedo unos instantes parado frente a su puerta.
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- Edward que haces en mi habitación – Pregunto
Bella al verlo sentado en la orilla en su cama. Cuando él se decido a entrar no
la encontró, pues estaba dándose un baño para relajarse.
- Creo que debemos compartir la habitación – Por
mucho que tratara de evitarlo su mirada se quedo pegada en la camisa de
muselina que ella usaba para dormir y que tan perfectamente se adaptaba a su
cuerpo.
- No entiendo – Sus ojos lo miraban confundido.
- Estamos recién casados pequeña es normal que lo
hagamos, además recuerda que tenemos que parecer enamorados – Tomo su mano
entre las suyas tratando que sus palabras no la asustaran, las había pensado
durante varios minutos. Buscando la frase correcta para quedarse junto a ella.
- Creo que tienes razón y ¿Qué haremos? – La mente
de Edward se lleno de imágenes lascivas de las cosas que les gustaría hacer
aquella noche.
- Te parece dormir – Quiso golpearse por dar
aquella respuesta tan estúpida, por que claramente no era eso lo que quería
hacer.
- Edward – Su voz sonaba tímida y demasiado baja.
- Dime pequeña – La miro dudoso.
- Puedo pedirte algo – Edward solo asintió – Bueno
tú eres mi marido y llevamos algunos días de casados…yo nunca…no he estado con
ningún hombre y tampoco he visto uno, o sea, claro que los he visto, pero no
sin ropa y simplemente tengo curiosidad…saber cómo es – Lo miro y se acerco
lentamente a él – Quiero ser tuya Edward, saber que se siente ser mujer en tus
brazos…
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OH si lo
he dejado ahí…Ya verán lo que pasara!!!
Les pido
un disculpa por todo lo que tardo en subir, me encantaría hacerlo muchisimo mas
seguido, pero no puedo no solo mi notebook sigue enfermo sino que estoy en la
etapa final de algo importante que no puedo descuidar!!!
Como
siempre miles de millones de gracias por sus comentarios!!!!! Y debo agregar
que le espera esta por terminar AMANECER…ya casi llega!!!
Besos
Lulu XD