Entre a mi casa lo más sigilosamente
que pude, incluso por unos segundos evite respirar, pero como era obvio que mi
buena estrella me había abandonado al instante mismo de nacer, las luces del
salón se encendieron en el mismo instante en que puse un pie en el primer escalón.
- ¿Dónde estabas? – Ahí estaba mi
madre con la voz siempre tan dulce que tenía para dirigirse a mí.
- Fui por Jane – Le respondí
mientras me acercaba hasta donde se encontraba.
- Supongo entonces que la traes en
el bolsillo de tu pantalón – Quien dijo que la verdad te salva nunca conoció a
mi madre – Discutimos y – Baje la mirada para evitar la suya que parecía querer
traspasarme.
- ¿Y qué Isabella?
- La deje donde estaba.
- Que clase de hermana eres – Se levanto
de golpe – claramente la peor de todas. Como pudiste abandonar a su suerte a
Jane, es pequeña e inocente – Honestamente al oír este ultimo comentario no
sabía si reír o llorar.
- Si tuvo la inteligencia de salir
sin que la vieras, supongo que la tendrá para volver – Al ver como los ojos de
mi madre se abrían con furia, supe que mi boca y yo estábamos en grandes
problemas.
- No seas irrespetuosa Isabella, no
olvides que soy tu madre.
Me contuve para no recordarle que yo
era su hija y que ella era generalmente la que olvidaba el lazo filial que nos
unía.
Estuvo algunos segundos en silencio
hasta que se acercó a la chimenea y encendió el fuego, luego sin decir nada más
salió del salón y comenzó a subir las escaleras. No sabía muy bien por qué,
pero yo estaba petrificada en mi lugar sin entender nada, hasta que la vi
regresar y mi corazón amenazo con salirse de mi pecho cuando entendí cual sería
su castigo.
- No – trate de detenerla – por favor
madre, no lo hagas….