Capitulo 17
Ángeles
Después de tratar de superar la impresión
inicial por la desaparición de Isabella, Jacob intento, en vano, ordenar sus
ideas y como no lo lograba, lo primero que hizo fue gritarle a todos los que se
encontraban a su alrededor, era una
pésima idea no poder mantener la calma, pero realmente no sabía como actuar, lo
que estaba sucediendo escapa de todos los planes, aunque siendo honesto consigo
mismo, una parte de él siempre supo que algo así podía suceder.
Pese a
todo lo que estaba ocurriendo, no pudo evitar imaginar la reacción que tendría Edward
cuando se enterara de lo que había ocurrido, sin lugar a dudas lo primero que
haría sería despedazarlo y honestamente
si lo hiciera no lo culparía, él mismo deseaba hacerse daño por lo que estaba
pasando, su misión era cuidar de Bella y era claro que estaba siendo un total
fracaso, tuvo que contener las ganas de salir corriendo tras ella, en cambio
respiro varias veces, hasta que logro alcanzar una calma momentánea, que perdió
cuando recordó su última conversación su amigo.
- ¿Qué sucedería si
ella no reacciona como esperas?
- ¿Qué quieres decir?
- Supones que Isabella
se quedara sentada esperando noticias – Edward no respondió y solo asintió – y
si no lo hiciera, si quisiera volver a Londres o quisiera buscarte por cielo,
mar y tierra.
- Tú misión será
detenerla.
- Tal vez lo pueda
hacer durante el día, pero y las noches.
- No tientes tú suerte
Jacob.
- Solo te diré una
última cosa, estas subestimando a tu mujer.
Jacob Black siempre se había caracterizado por
su tranquilidad, pero al parecer esta se había quedado en Londres, se maldijo
una y mil veces. Él le advirtió a Edward que nada sería sencillo y que no minimizar
la reacción que pudiera tener Bella, ni mucho menos la fuerza del amor que le
profesaba. Ella que llevaba toda una vida luchando por tener al imbécil de
Edward a su lado y él esperaba que después de darle aquella se quedaría sin hacer nada. Idiota Masen e
idiota él por aceptar unirse a un plan que desde el principio fue una reverenda
estupidez.
Dio dos largas zancadas hasta quedar frente a
la temblorosa muchacha, con un francés, muy precario se dirigió a ella, la
pobre parecía estar tan impactada como él por los acontecimientos. La interrogo como si fuera culpable de algo,
una parte de él sabia que estaba actuando como un desquiciado, pero simplemente
no sabía que más hacer y además necesitaba desquitarse con alguien, aunque
fuera un inocente. Nuevamente maldijo a su amigo por la posición en que lo
dejó.
Trato de mantener la calma, una vez que
entendió que actuando como un maldito tirano nada lograría e hizo un esfuerzo
sobre humano por tratar de entender lo
que le decía, entre sus ahogados sollozos y sonoros gemidos. Agradeció contar con
la ayuda de la cocinera, la cual tradujo
la mayor parte de la conversación, logrando así hacerse una idea de lo que había
sucedido. Isabella se había marchado durante la noche, llevándose solo lo más
esencial, unos cuentos vestidos y una pequeña maleta, además de alguna de las
joyas con las que había llegado a Francia.
- Nada más – La muchacha solo negó
repetidamente con la cabeza – Esta bien – Se dio la vuelta hacia la cocinera y
le hablo – Dale algo para que se calme.
Sin esperar respuesta y se marchó al exterior,
tal vez el aire lo ayudaría.
.
Luego de unos minutos logro al fin ordenar un
poco su mente se dirigió a las caballerizas
y le ordeno a los mozos de cuadra
que tomaran los caballo y que buscaran en cada rincón de aquel pueblo alguna
pista o algo que fuera útil, debía preguntarle a todo el mundo por ella, así
tuvieran que intimidar a alguien u ofrecer dinero, tenian que encontrar algo
por mínimo que esto fuera.
Subió al caballo que le habían preparado y como
un loco comenzó a galopar sin una dirección fija en su cabeza, solo con la
necesidad y la desesperación de saber
que ella estaba bien y no solo por Edward, sino también por él, por qué
simplemente la seguía amando tanto o más que aquella vez que le pidió matrimonio.
Si algo le sucedía a Isabella nunca se lo perdonaría.
.
…Se veía tan hermosa
con aquel vestido lavanda, que simplemente parecía una visión celestial, apenas
la vio entrar al salón olvido lo que estaba hablando y quienes estaban a su
lado, solo tuvo ojos para ella y su tímida sonrisa, su sonrojo la hacía aún más
especial, por qué era obvio que se debía a lo avergonzada que estaba por ser el
centro de atención y no por la extraña manía que tenía muchas muchachitas de
golpearse sus mejillas para darse un poco más de color. Las mujeres y sus
modas, él nunca las entendería.
- Veo que has visto a
mi hermana pequeña.
La voz de Jasper Swan
lo hizo volver a la realidad, había olvidado que la jovencita que acababa de
irrumpir en el salón era su hermana Isabella, que llevaba años conociéndola y que esa noche era su primera fiesta como
debutante.
- Es imposible no
verla, esta realmente muy hermosa.
- Si, lo esta y
también esta perdidamente enamorada.
Aquella última frase
llamó su atención, acaso no era demasiado joven como para saber lo que era el
amor.
- ¿Enamorada?
- Si – Jasper no pudo
evitar sonreír – Aunque cree que nadie lo ha notado, todos sabemos a quién ama.
- Es demasiado joven
para saberlo ¿no lo piensas así?
- Isabella no es como
cualquier otra muchachita de su edad – Sonaba orgulloso de ella – Además ella
cree que su amor es imposible.
- ¿Imposible? ¿Quién
es él?
- Será mejor que deje
de hablar, parecemos matronas tomando una taza de té.
Los recuerdo no dejaban de agolparse en su mente
iban desde la primera vez que la vio hasta aquella última noche, parecía que
hubiese pasado toda una vida entre uno y otro, y no solo un par de años. Un
relincho lo devolvió a la realidad, su caballo repentinamente se alzó en sus
dos patas y lo lanzo de espaldas, cuando su cabeza se golpeó en el suelo una
solo imagen llenaba su mente….Isabella.
Dos meses después
- Me puedes explicar que estás haciendo.
Apenas entró lo quedo mirando fijamente, aunque
siendo completamente honestos, en las últimas semanas ver a Edward en aquella
posición no era ninguna novedad.
- Tratando de buscar a mi mujer – Fue su
respuesta, es más era la única que parecía tener a cualquier pregunta que
alguien el hiciera.
- Y supongo que está en el fondo de esa botella
– Le dio una mirada de furia y un gruñido escapo de sus labios – Lo digo por el
entusiasmo que demuestras al querer dejarla vacía – James miro a su alrededor –
Puede deducir que no la encontraste en ninguna de estas otras – Habían tres
sobre una mesa.
- Déjame en paz – De un solo trago se tomo el
contenido de su copa.
- Bueno al menos mantienes la elegancia y no
bebes directa de la botella.
- Lárgate, si no tienes nada que valga la pena
decir.
-Si creo que me marchare, pero primero voy a
decirte un par de cosas – Se sentó un el cómodo sillón del despacho – Lo
primero es que por todos los santos te des un baño, tú pobre ayuda de cámara
morirá pronto por algún tipo de intoxicación.
- Maldita sea, no me interesa oírte, vete al
infierno o donde quieres, pero déjame solo.
- ¿Y así te revolcaras en tú propia miseria? –
Movió su cabeza negativamente – Perdone usted, Su Excelencia, pero quiéralo o
no lo hará.
- No agotes mi paciencia.
- ¿O qué? Me harás lo mismo que a Jacob.
- Ni siquiera lo menciones.
- Por qué, él solo hizo lo que le pediste.
- Y ella desapareció.
- Lo mismo hiciste tú y estás pagando las
consecuencias, no resulta casi irónico que hayas sido tú él que quería
desaparecer y resulto siendo ella a la que no podemos encontrar.
.
.
Jacob había perdido
cualquier esperanza de encontrarla, llevaba tres semanas buscándola por todos
los rincones de aquel lugar, incluso luego del pequeño accidente que había
sufrido el primer día no había cesado su empeño, pero luego de visitar todos
los lugares aledaños, pero nadie sabía nada, era como si la tierra se la
hubiese tragado aquella maldita noche.
Cuando por fin pudo
hacerle frente a aquella verdad, decidió que era el momento de enfrentarse a
Edward, hace unos días había recibido un mensaje de James preguntándole como iba
todo. No le contesto, pues esperaba poder encontrarla, pero ahora simplemente ya
no lo creía, así que partiría hoy mismo rumbo a Londres.
.
.
- Se que no es el mejor momento de decirlo,
pero te lo advertimos.
Edward, que se había levantado hace unos instantes
en busca de otra copa, ya que la que estaba usando se la aventó a James, lo
miro con odio, sus ojos verdes ahora estaban negros de furia y también rojos
por el efecto del alcohol.
- Supongo que llevas dos meses queriendo
decírmelo.
- No, llevo mucho más tiempo, pero creo que eso
no es lo importante.
- Dime entonces ¿Qué es?
- Tu mujer, encontrar a tu mujer o es que acaso
crees que no podremos hacerlo.
- Maldita sea James, deja de torturarme y dime
a que viniste. O solo estás aquí para ver como luce un hombre que lo ha perdido
todo.
- Averigüe algo que puede ayudarnos.
Una pequeña chispa de esperanza brillo en los
ojos de Edward, después de tantos meses cualquier información por pequeña que
fuera era casi un milagro.
- Habla.
James movió la cabeza negativamente por la
actitud de su amigo, pero sabia que no tenía sentido pedirle algo distinto, por
qué aunque fuera imposible e increíble, estaba comprendiendo lo que era amar
una mujer.
- En Francia dos días después de la
desaparición de Isabella abordo una joven viuda llamada Marie Brandon.
- ¿Y?
- Culparé al alcohol por no poder ver más allá
de tus narices.
- ¿A qué te refieres?
- Marie es el segundo nombre de tú mujer y
Brandon es el apellido de su tía Alice. No sé lo que puedas creer, pero me
parece que es lo más cercano a una pista que tenemos.
- ¿Dónde está Marie Brandon?
- En Londres.
.
.
El joven muchacho
llego corriendo al establo, al ver la manera en que entraba, todos
interrumpieron sus labores e incluso los que estaban hablando callaron.
- Su Excelencia, tiene
que venir pronto – Sabía que nunca debía interrumpir al Vizconde, pero no había
tiempo para actuar diferente.
- ¿Qué sucede?
Al verlo tan pálido
supo que algo no iba bien
- Venga conmigo, por
favor – Sin esperar respuesta o asegurarse que lo siguieran salió corriendo del
lugar.
No solo el Vizconde lo
siguió, sino que varios trabajadores más llevados por la curiosidad, cuando
llegaron a su destino todos se detuvieron de golpe, junto al gran árbol de la
entrada había una mujer desmayada, o al menos eso esperaban todos, su ropa
estaba completamente desecha y al verla
de más cerca realmente parecía que llevaba varios días sin poder darse un baño
o incluso sin probar bocado.
Sin esperar un minuto
más Thomas comenzó a bramar órdenes a
todos los que estaban ahí, en el mismo instante en que la tomaba entre sus
brazos. Pese a que su rostro estaba sucio y agotado, su belleza resaltaba por
sobre cualquier imperfección.
Él no era un hombre
creyente, pero en aquel momento estaba seguro que Dios le envió un ángel y en
silencio juro que jamás lo mandaría de vuelta al cielo.
Habían pasado dos meses desde su pequeño
milagro y su ángel ya estaba completamente recuperada.
Sé que este capitulo
es cortito, pero digamos que es de transición y ya sabrán todo lo que paso a
medida que avancen los capítulos!
Como siempre muchas
pero muchas GRACIAS por sus comentarios.
Aprovecho de recordarles el CONCURSO
Besos