7 Días - Capitulo 3


"Dos palabras caracterizaban al lugar privacidad y discreción. Todo puede cambiar en una semana en especial si estas en el "Cielo" 

Capitulo 3
Día 2
¿Y si fuera cierto?

Los primeros rayos del sol se colaron por las cortinas de su habitación. Por unos instantes se resistió a despertar, pero cuando noto que no sabía con exactitud dónde estaba, reacciono de golpe. No era su cuarto y tampoco su casa…sacudió la cabeza para aclarar las ideas y recordó todo.
Estaba en un hotel cometiendo la estupidez más grande de su vida, bueno la segunda pues la mayor había sido ser novia de Edward Anthony Cullen, esta nueva tontería era  poner a prueba su relación, con un hombre maravilloso, que la amaba.  Lo peor era que el “enemigo” estaba bajo su techo y no solo eso, sino que además según una normas bastantes singulares, debía ser su pareja el resto de su estadía.


- Rayos, acaso podría ser peor mi suerte –pensó, cuando creyó que no era posible, imágenes de la noche anterior comenzaron a aparecer en su mente y se alarmo. Edward la había besado y ella le había correspondido, al menos durante unos momentos hasta que recordó a quien era él y toda su historia juntos.
Lo había amado como nunca pensó que se podía hacer, él se transformo en su mundo, toda su vida daba vueltas a su alrededor. Hasta que le destrozo el corazón con su engaño,  dejándola devastada y llena de dolor, tuvo que rearmarse poco a poco y lentamente logro  seguir adelante. Es por eso que no estaba dispuesta a echar a la basura todo el camino recorrido solo por un beso robado.
No pude evitar que una sonrisa de satisfacción cruzara sus labios cuando recordó el momento exacto en que golpeó a Edward, por el atrevimiento de besarla. Estaba segura que eso jamás se lo había esperado y su risa lleno la habitación.
- Eso es para que aprendas Cullen.
- Me hablabas – Aquella voz la paralizo, venía desde un extremo de la habitación, pero no podía ser posible, acaso ella había estado con él. Instintivamente observo su cuerpo bajo las sabanas y al notar que tenía la pijama puesta, pensó que lo más probable era que fuera un sueño. No sería la primera vez que le sucediera algo así.
- No es real, tú no estás aquí – Cerro los ojos fuertemente como si de esa forma pudiese hacerlo desaparecer. Se clavo las uñas como una forma de despertar.
- Me temo contrariarte, pero estoy aquí y soy muy real – Sintió que se hundía una parte de la cama y su característico aroma llenaba el lugar.
- ¿Qué haces aquí? – Resignada abrió los ojos y lo vio.
- Vine a desayunar contigo – Su tan característica sonrisa apareció en su rostro.
- ¿Cómo entraste?
- Un mago jamás revela sus trucos.
- Te acostaste con la recepcionista o tal vez con la dueña de la empresa o…- Antes de seguir escuchando sus teorías Edward puso un dedo en sus labios.
- Ninguna de las anteriores, vida mía.
- No me llames así y dime ¿llevas mucho tiempo aquí?
- Define mucho.
- ¿Cuánto Edward? – Trato de ignorar el hecho que su corazón latió más aprisa.
- Sabes que adoro verte dormir y oír lo que dices en sueños – Aquello era verdad, Edward siempre amo verla así. Se acerco aun más a ella y dejo un mechón de su cabello tras su oreja.
- Por favor, puedes irte de mi habitación o llamo a seguridad.
- Hazlo – Vio como se acomodaba en la cama, dejando sus brazos tras su cabeza en una posición totalmente relajada.
- ¿Qué quieres Cullen? Otro ojo morado tal vez – Por primera vez fijo su mirada en su rostro y noto como un moretón alrededor de su ojo derecho se estaba formando, parecía un mapache, pero aun con aquello seguía siendo un mapache increíblemente guapo.
- Debo admitir que tus golpes han mejorado mucho. Aun recuerdo cuando golpeaste a Jacob y terminaste con tu dedo fracturado.
- Que gracioso Cullen. Charlie me enseño a golpear como es debido y gracias a ti le puedo decir que aprendí.
 - Pues me hace feliz ayudarte Isabella.
Durante unos minutos ninguno de los dos hablo, solo se quedaron uno al lado del otro en la cama en silencio, sumidos en sus propios pensamientos. Edward vio que la mano de Bella descansaba a un costado y con mucha lentitud acerco la suya para tomarla, cuando lo logro espero que de un momento a otro ella la quitara, pero no fue así la dejo ahí sin ninguna señal de molestia por su parte. Estaba por llevársela a sus labios cuando un golpe en la puerta rompió el momento.
-Creo que es el desayuno.
- Edward…yo.
- No digas nada amor – Sin esperar se levanto y abrió la puerta. Como bien supuso era la comida que llegaba. Después de indicarla donde ponerla y darle su propina se despidió de la mucama.
- No quiero que piensen cosas que no son – Le digo mientras ataba su bata.
- ¿Qué cosas? – Rápidamente se acerco a donde estaba por sentarse y la ayudo con su silla
- Sabes bien a lo que me refiero – La miro como si hablara en un idioma desconocido para él – No me mires así, Cullen, no quiero que nadie piense que estamos juntos.
- Pues lo estamos.
- Solo por 7… más bien 6 días.
- Eso está por verse, cariño – Le dio un pequeño beso en la mejilla y se fue a su lugar.
El desayuno transcurrió en conversaciones triviales sobre el clima, el lugar, el viaje hasta de la comida, ninguno quería tocar temas más serios. Edward por no arruinar lo que consideraba pequeños avances y Bella lo hacía como un mecanismo de protección.
- Bueno será mejor que ahora si te marches, necesito tomar una ducha.
-¿No necesitas ayuda  para llegar a ciertos lugares de más difícil acceso? – Le pregunto en un tono angelical.
- No gracias creo que estaré bien. Ahora… ¡¡¡LARGATE!!!!
- Esta bien, pero en una hora paso por ti.
- ¿Qué?
- 60 minutos Isabella, más bien 59 – Se acerco y le dio un suave beso en los labios antes de marcharse.

Tal como le dijo 59 minutos después tocaba su puerta. Bella tardo un poco en abrir, acababa de hablar con su prometido y nuevamente se sintió culpable por mentirle, pero se había prometido hacer cuanto estuviera a su alcance para que fueran una pareja feliz, así que seguiría adelante en esta locura.
- Pensé que te habías marchado – Estaba recargado en la puerta.
- Pues como ves estoy aquí – Dejo la puerta abierta en lo que iba por sus cosas – Aun no me dices donde me llevas.
- Es una sorpresa – Se sobresalto al sentirlo tan cerca – Tranquila no muerdo.
- Sabes que no soporto las sorpresas – Se dio la vuelta para quedar frente a él.
- Claro que lo sé, pero eso nunca evito que te las diera – Tomo firmemente su mano – Así que aquí vamos.
La guio todo el camino hasta un flamante volvo que los esperaba a la entrada del hotel, la ayudo a subir y luego subió él.
- ¿Dónde conseguiste el volvo?
- Lo pedí especialmente para la ocasión.
- Ahora piensas decirme donde vamos.
- Tal vez si me das algo a cambio…un beso por ejemplo, te lo digo.
- Prefiero esperar – Cruzo los brazos sobre su pecho y se dedico a mirar al frente.
- Como prefieras – Se puso rápidamente en marcha.

Unos minutos después llegaron a un paraje maravilloso, rodeados de naturaleza y una cascada que le daban al lugar un aire de cuentos de hadas. Se bajaron del auto y Edward saco una canasta de la parte de atrás.
 - Pedí en el hotel que nos hicieran una comida campestre.
- Por mi está bien. ¿Cómo sabías de este lugar? Acaso has venido antes aquí…. ¿Has estado comprometido antes?
- Nunca he estado comprometido… este lugar me lo recomendaron en el hotel – Dejo la canasta en el suelo y extendió un mantel.
- ¿Necesitas ayuda?
- No, pero acércate si quieres algo – Se sentó frente a Edward y se quedo observándolo.
- ¿Pasa algo?
- Nada…me pasas una manzana, por favor.
- Claro…sabes esto me recuerda la primera vez que te vi. Estabas tan hermosa, en la cafetería de la escuela, ambos tómanos la última manzana que quedaba, te sonrojaste, susurraste unas disculpas y te fuiste, me costó reaccionar un poco, pero logre detenerte y te entregue la fruta prohibida, nuestras manos se rozaron y en ese preciso instante supe que estaríamos unidos para siempre.
- ¿Para siempre? Más bien hasta que me engañaras o mejor dicho hasta que te descubriera, pensaste que nunca lo haría ¿Creíste que al saberlo te perdonaría y seguiríamos adelante?
- Pensé que me escucharías antes de dar todo por sentado. Hasta los criminales tienen el beneficio de la duda Isabella, en cambio tú ni siquiera eso me la diste. Te marchaste sin siquiera decirme nada.
- Que esperabas, estaba destrozada Edward tú sabías cuanto te amaba y me engañaste.
- Nunca pensaste que tal vez no fue como pensabas.
- ¿Qué quieres decir? Yo te vi, no lo niegues.
-¿Qué viste Isabella? A mí y a Ángela saliendo juntos.
- Te parece poco ver a mi mejor amiga y a mi novio juntos, saliendo de tu departamento. Cuando acababas de cancelarme una cita por estabas muy cansado para verme, seguro pensaste que ganas los descubriría, ¿verdad?
- Si eso pensé, pero como supongo San Félix te ayudo no es cierto. Mi mejor amigo siempre al rescate de mi novia.
- No metas a Félix en esto, él solo me quito la venda de los ojos. Al fin supe quien eras verdaderamente.
- Decías amarme, pero le creíste a él. Jamás dudaste de sus palabras pero si de las mías, el bueno y perfecto Félix incapaz de hacer algo malo. Permíteme decirte de te engaño. Nos engaño a ambos.
- ¿A qué te refieres?
- Él sabía la verdad y manipulo todo para quedar bien – Se acerco a ella – Mírame Isabella y dime porque creíste en él si sabías cuanto te amaba, si a diario te repetía que nunca habría otra para mí, que eras la mujer de mi vida, ¿Por qué dejaste de nos separaran?
- Yo…Edward….- La tomo de los brazos firmemente – Voy a casarme….ya es tarde – Bajo la mirada.
- No…no lo es….tú estás aquí y yo también. Pregúntame lo que quieras, te lo diré todo, pero no quiero que existan más dudas entre nosotros.
- Esto no tiene sentido.
- He esperado mucho tiempo para tener una oportunidad como esta Bella y no voy a desperdiciarla.
- No quiero oírte Edward, es muy difícil de comprender para ti – Se deshizo de su agarre y se levanto. De inmediato él se reincorporo.
- Pues por las buenas o las malas, pero me oirás amor mío – Bella le dio la espalda y camino hasta la orilla del río.
- ¿Por qué haces esto? Ambos estamos por iniciar una nueva etapa, es mejor dejar todo como esta.
- No puedo ni quiero hacerlo – La abrazo por la espalda y le susurro – No puedo dejar de pensar en ti, llenas todos mis días y mis noches – Sus manos comenzaron a recorrer el cuerpo de Bella, al notar que no se resistía continuo – Eres como una droga para mí – Sus labios besaron su oído y viajaron hasta su cuello – Te amo Isabella Marie Swan y pienso hacer todo lo que esté a mi alcance para demostrártelo.
La tomo entre sus brazos y la llevo hasta donde estaba el mantel estirado, con la promesa de expresar en aquel preciso instante todo el amor que sentía por ella.
Día 2
Recuerdos

Estaba recostando suavemente el cuerpo de Isabella cuando esta pareció reaccionar. Se tenso y trato de alejarlo.
-No…no puedo….no – Se separo de su cuerpo y se sentó en un extremo, tratando de acompasar su respiración.
- Bella solo te pido la oportunidad de que me escuches.
- Ya no tiene sentido hacerlo. No lo entiendes nuestro tiempo ya paso.
- Eso nunca, Isabella mientras me quede vida nunca voy a dejar de luchar por tu amor.
- ¿A quién quieres engañar? Estas por casarte Edward y yo también.
- Eso no cambia nada.
- ¿Cómo quieres que confié si eres capaz de traicionar así a la mujer con la que te vas a casar?  - Edward dejo de hablar y solo la quedo mirando. En tanto Bella se alejo un poco más de él, doblando sus piernas y apoyando su mentón en sus rodillas.
El silencio reino entre ellos durante varios minutos, solo se observaron tratando de reconocerse o ver si quedaba algo de aquellos adolescentes locamente enamorados. Ninguno podía apartar la vista del otro hasta que Edward hablo.
-                      ¿En qué piensas?
-                      En que esto es un error.
-                      ¿Un error? ¿la comida? ¿el lugar?
-                      Todo, tú y yo aquí…solos….no está bien.
-                      Pues para mí esto es perfecto. Acaso no lo ves Isabella, la vida se empeña en juntarnos ¿Acaso no crees en la señales?
-                      Ya no, desde que me hicieron creer que tú serías el indicado.
-                      Sabes que soy el indicado, no lo niegues.
-                      Veo que tu seguridad sigue intacta.
-                      No es seguridad es solo certeza que estaremos juntos Bella, tu y yo estaremos juntos.
-                      Creo que te insolaste o algo parecido, mejor nos vamos antes que empeores.
-                      Que graciosa, pero no planeo irme de aquí hasta que me escuches.
-                      Perfecto, caminare.
-                      Lo digo en serio no nos vamos hasta que me oigas – Su voz sonaba desesperada.
-                      No puedes obligarme Cullen, así que adiós – Comenzó a levantarse de su lugar, pero logro moverse mucho, pues Edward se  abalanzo sobre ella - ¿Qué te pasa? Déjame o te juro que te vas a arrepentir.
-                      ¿Qué planeas hacer?...gritar…golpearme – Noto como lentamente Bella elevaba su rodilla hasta su entrepierna y lo esquivo– En verdad planeabas hacer eso, piensa en lo poco beneficioso que resultaría para ambos si me dejas mal de aquella zona.
-                      Le haría un favor al mundo si te dejo estéril, idiota.
-                      Y como tendríamos hijos Bella, tu sabes que el sueño de mi madre es tener nietos.
-                      Dios Santo, suéltame Edward es que acaso no entiendes que nada de esto tiene sentido, me voy a casar con Félix.
-                      ¿Lo amas? –El agarre se hizo más fuerte y busco su mirada.
-                      Y eso a ti que te importa.
-                      Esa es tu respuesta.
-                      Claro que lo quiero.
-                      Error….te pregunte si lo amas, no si lo quieres.
-                      Me voy a casar con él eso no te da una pista.
-                      No, quiero oírte decir que lo amas, pero mirándome a la cara.
-                      No tengo por qué hacerlo.
-                      Lo sabía….no lo amas.
-                      Nunca dije eso.
-                      Tampoco lo contrario – Bella estaba por rebatirlo, pero decido darle un mejor uso a su boca, la beso hasta dejarla sin aliento –Por favor amor mío, escúchame – lo dijo muy cerca de sus labios.
-                      Está bien –Una enorme sonrisa se extendió por los labios de Edward – pero no hoy.
-                      Acaso planea huir, no olvides que siempre te encuentro.
-                      Lo sé.
Llevaba horas buscando a aquella hermosa de ojos marrones que había visto en la cafetería. Había hecho guardia en cada rincón de la escuela sin tener ningún resultado, estaba por rendirse hasta que cayó en cuenta que le faltaba un lugar, claro que no había pensado en el, pues rara vez se había visto en la necesidad de ir…la biblioteca.
Se apresuro, pues no tenía la menor idea si estaba o no abierta a esas horas, cuando pudo ver que si lo estaba suspiro de alivio, entro sigilosamente, saludo con un movimiento de cabeza a la sorprendida encargada e hizo una primera inspección visual del lugar. No había rastros  de ella, llego a pensar que tal vez fuera una alucinación o algo similar, pero le costaba creerlo. Estaba por rendirse cuando noto que por uno de los pasillos aparecía cargada de libros que obstaculizaban su visión, trato de ayudarla pero al parecer ella no lo vio pues ambos cayeron al suelo, todos los libros cayeron sobre Edward.
-          Lo…lo siento mucho…yo no….te vi.
-          Estoy seguro de eso.
-          ¿Te dolió mucho?
-          Solo un poco aquí – Indico su pecho –Tal vez una caricia me pueda quitar el dolor – Vio como se sonrojaba y no pude evitar reír –Era solo una broma.
-          Sera mejor que me vaya –Se aparto rápidamente de su lado.
-          Déjame ayudarte con los libros…por cierto soy Edward.
-          Edward…soy Bella.
-          Ni que lo digas era una bella ragazza- Nuevamente vio como los colores subían a su rostro.
-          Gra…gracias por la ayuda.
-          Fue un placer.
Vio como rápidamente salía de la biblioteca y se iba.
-          Nos volveremos a ver Bella, nunca lo dudes de eso…siempre te encontrare.

Una vez de vuelta al hotel, Edward dejo a una muy pensativa Bella en su cuarto. Le dijo que se verían en un par de horas más en el lobby.
Decir que tenía la cabeza revuelta era quedarse corta, Bella no sabía que pensar ni qué hacer con respecto a Edward una parte de ella lo odiaba por todo lo que la había hecho sufrir, pero otra que pensó estaba enterrada y olvidada seguía sintiendo cosas por él. Eso hacía que se odiara, pues sabía que no era justo lo que estaba haciendo, lo que pensó que sería una buena idea se estaba transformando a pasos agigantados en un error.
-          No puedo, no debo Félix no se lo merece. No lo hare – Con pasos decididos se acerco hasta el teléfono, ya había tomado una decisión y no pensaba echar pie atrás.

Una llamada alerto a Edward de los planes de Bella, por un momento la furia se apodero de él. Recordó los consejos de su mejor amigo en cuanto a su novia y no pudo evitar hacer que el vaso que sostenía en aquellos momentos se estrechara contra la pared.
-          Sé que la amas, pero dale su espacio Edward.
-          Necesito hablar con ella.
-          Ahora está muy alterada, ni siquiera querrá oírte.
-          No me importa me quedare afuera de su casa si es necesario.
-          Dejarme que yo hable con ella, veo como esta y te aviso.
-          Está bien, no sé qué haría sin ti Félix.
Los cristales rotos era la más fiel representación de lo que había sucedido con su amistad con Félix, lo odio por quitarle lo que más amaba, se odio a sí mismo por nunca darse cuenta y en alguna medida la odio a ella por creer en otros y no en él.
-          Pero dicen que ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón.
No pudo evitar suspirar aliviada cuando subió al coche, miro por última vez el paisaje despidiéndose de todo, menos de él. Era la segunda vez que huía de Edward y lo más irónico de todo es que siempre era Félix quien la recibía, ya fuese como un amigo y ahora como su prometido, solo que esta vez no le diría nada.
-          Ya llegamos, Srta. Swan.
-          Muchas gracias – La ayudo a bajar y con sus maletas. Le dio una sonrisa y se marcho.
El avión ya estaba preparado y en la pista, un sobrecargo bajo a ayudarla y le indico que subiera. Se acomodo en el cómodo asiento y cerro sus ojos, en unos momentos más partirían y todo quedaría atrás.
-          Esto es exactamente a lo que yo llamo huir Isabella Marie Swan – Abrió los ojos sobresaltada y vio aquel par de ojos verde esmeralda que le eran tan familiares...


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