Caprichosa - Capitulo 10


Ser una rica heredera tiene sus ventajas, tener el mundo a tus pies con solo tronar los dedos, jamás escuchar un no por respuesta y hacer todo lo quieres, pero que sucede cuando alguien planea quebrar tú voluntad y poner tu mundo de cabeza. 

Capitulo 10

Por unos instantes pensé en reír por la pregunta que acababa de oír. No era suficientemente obvio lo que aquello significaba o es que Jane era tan casta y pura que no podía saberlo. Mi mente divagaba en una y mil respuestas. Hasta que note como Edward trataba de buscar una posición más cómoda para conversar y además trataba de borrar las huellas de su excitación. Vi como cerraba fuertemente sus ojos y podría apostar que estaba pensando en algo menos sexual, por que poco a poco logro su objetivo y pude ponerse de pie.

- Y bien estoy esperando una explicación – Seguía de pie en la entrada de la habitación.
- Realmente deseas una explicación – Pregunte incorporándome en la cama – A mi me parece bastante obvio ¿no?
- No estoy hablando contigo!! – Vi que trato de llegar a la cama y abalanzarse sobre mí. Fue Edward quien detuvo aquella acción.
- Mas te vale que te comportes Jane.
- Acaso vas a defender a esta….esta…- No la dejo decir más y la saco de la habitación. Antes de salir, Edward me miro y  dijo:
- No te atrevas a huir de aquí – No le respondí solo le sonreí.

Busque mi ropa, la tome del lugar donde la había dejado y  me dirigí hasta el cuarto de baño para vestirme. Trate de alegrarme al saber que aquella noche había logrado mi desquite, arruine su cita con Jane, mas no conseguí lograr que mi supuesta felicidad se viera reflejada. Bien dicen que la venganza es un plato que se como frío. Maldito Edward Cullen por poner mi mundo de cabeza, pero también maldito por hacerme sentir así. Como podía decir que me amaba  y citarse con su ex novia. Aun cuando la duda quemaba no pensaba preguntárselo.

Estaba terminando de arreglarme cuando oí la puerta. Salí preparada para despedirme, pero mi huida no sería tan sencilla, ahí recargado en el umbral estaba él. Sentí como su mirada me recorría de los pies a la cabeza.

- ¿Pensabas huir?
- No, pensaba despedirme de ti y tu invitada, claro si aun esta aquí y luego irme a casa.
- Pues solo podrás despedirte de mí, Jane ya se fue.
- Que lastima, supongo que podrás invitarla otro día – Camine hasta donde se encontraba con la intención de salir de ahí, pero su cuerpo bloqueaba la puerta – Me dejaras pasar.
- No lo creo.
- Por favor – Lo dije seguido de una sonrisa.
- Aun cuando me maravilla que lo pidas así. No me apetece dejarte ir aun.
- Si te ofrezco algo a cambio. Lo pensarías.
- Tal vez. ¿En qué piensas?
- Un beso.
- Trato – Estrechamos nuestras manos y cerré los ojos para sentir sus labios junto a los míos.

Sus manos viajaron hasta mi espalda y apoyaron mi cuerpo en la pared. No entendía muy bien el por qué, pero lo deje continuar. Sentí sus labios subiendo por mis ¿piernas?, ahora estaban más bien a la altura de mis rodillas. Aquello me tomo totalmente por sorpresa. Sentí como subía mi ropa hasta la altura de mi cintura y bajaba lentamente mis bragas hasta mis tobillos. Su boca recorrió mis muslos y su aliento cálido estaba excitando aquel lugar que era tan sensible a su toque.

No pude callar el gemido cuando su boca toco aquel lugar tan intimo de mi cuerpo. Arquee la espalda y descanse mis manos en su cuerpo. Otro gemido traidor escapo de mis labios cuando introdujo dos de sus dedos. Al parecer aquello le gustaba por qué no me concedió un segundo de tregua  acariciando y atormentando en partes iguales, hasta aumentar las sensaciones y hacerme llegar a la cima. Grite su nombre y me quede ahí sin fuerzas para nada más.

Se puso de pie y presiono su cuerpo al mío. Sentí su excitación y lo único que pude hacer fue rodear su cintura con mis brazos, de otra forma lo más probable es que cayera. Sentí sus labios en mi mejilla.

- Edward el beso…
- Me dijiste que podía besarte, pero no especificaste el lugar Isabella.

A la mañana siguiente una sonrisa boba estaba tatuada en mi rostro. No lograba comprender aun el poder que él tenía en mi, como tampoco había llegado a ninguna conclusión acerca de que era lo que yo sentía por Edward. Honestamente no deseaba pensar muchos, menos ahora que mi viaje a Londres estaba tan cerca.

Seguía mirando por la ventana de mi oficina pensando hasta que sentí el sonido de mi celular, el cual me apresure a contestar. Mi sonrisa se ensancho aun más al saber quien era.
- Hola preciosa ¿Qué haces?
- Hola Edward. Estoy trabajando
- Que decepción, esperaba que digieras que pensabas en mí.
- Lamento decepcionarte – Nunca le diría cuan verdad era aquello.
- Rompes mi corazón – Oí su risa al otro lado de la línea - ¿A qué horas paso por ti?
- ¿Qué?
- La hora Isabella. ¿A qué hora paso?
- Entendí la pregunta Edward, lo que no entiendo es el por qué.
- Acaso olvidas nuestra cita de hoy en la noche.
- ¿Sigue en pie?. Lo dijo ya por lo de anoche.
- Por supuesto que sigue…y lo de anoche fue maravillosa. No me molestaría repetirlo.
- No se si pueda esta noche.
- Isabella a esta altura ambos sabemos de lo que somos capaces. Así que mejor dame una hora.
- ¿Y qué harías si me niego?
- Me paro fuera de tu oficina todo el día esperando por ti. Luego te cargo en mis hombros, subo contigo a mi auto y nos vamos a mi departamento. A inaugurarla o reinaugurarla.
- Puedo sugerir un cambio…por qué mejor no vamos a mi casa. Mis padres no estarán todo el fin de semana.
- ¿Algunas ideas en mente?
- No te imaginas….te espero a las 7 – No espere su respuesta y corte la comunicación.

Realice un par de llamadas para asegurarme que estuviera todo preparado para una cena en mi casa y que no hubiera nadie a esas horas. Las siguientes horas el trabajo me absorbió y no me di cuenta que apenas y faltaban quince minutos para las siete de la tarde. Fui hacía el baño que estaba en mi oficina a retocar un poco mi maquillaje.

No pude evitar sorprenderme al entrar a mi oficina, verlo ahí sentado en mi silla. Observando todo alrededor hasta que su mirada encontró la mia.

- Wow…Hermosa como siempre.
- ¿Cómo entraste?
- Tu secretaria.
- Supongo que la cegaste con tu sonrisa.
- Algo de eso, pero las mejores las tengo dedicadas a ti – Se paró de su lugar y se acerco a mí.
- Nos vamos.
- Me gusta que estés ansiosa – Capturo mis labios en un suave beso y partimos rumbo a mi casa.

Al llegar todo estaba tal cual lo había indicado. Cenamos entre risas e historias de infancia. Creo que hace mucho tiempo no reía tanto, ni tenía una cita tan agradable con alguien. Después de eso, se acerco suavemente a mí y acaricio mis mejillas con sus pulgares. Busco mi boca con la suya y nos fundimos en un beso apasionado. Lentamente sus manos viajaron por mi cuerpo hasta que ambos estuvimos de pie uno frente al otro. Me tomo entre sus brazos y caminamos por el interior de la casa hasta llegar a mi habitación.

Dejo mi cuerpo en el medio de mi cama y vi como su mirada se oscurecía por el deseo, pero también vi algo más…vi amor y aquello provoco que mi corazón latiera a toda velocidad. Se tomo todo el tiempo del mundo en quitar una a una las prendas que cubrían mi cuerpo hasta dejarme completamente desnuda.

- Esto me parece injusto.
- Puede ser, pero adoro verte así – Sentí como mordía el lóbulo de mi oreja.

Guie mis manos a su camisa y la desabroche completamente para acariciar su pecho desnudo. Seguí mi camino hasta llegar a su pantalón y quitarlo de en medio seguido de su ropa interior.
- Veo que ahora estamos parejos.
- Si…- No pude decir más.

Tomo mis caderas y con un rápido movimiento dejo mi cuerpo sobre el suyo. Sin pensarlo mucho me ubique a horcajadas sobre él y lo hice entrar de un solo golpe en mí. Pude ver la sorpresa en su mirada, pero eso no impidió que marcara el ritmo de nuestra unión. Mis manos estaban en su pecho y las suyas acariciaban mis caderas. Primero fue lento pero a medida que avanzábamos en nuestra entrega el ritmo se fue acelerando hasta que juntos llegamos al clímax.

- Eres maravillosa – Sin darme tiempo a alguna respuesta. Cambio nuestra posición y alcanzamos el cielo un par de veces más.

Sentí que su cuerpo se alejaba de mí y no se lo permití. No entendía muy bien, pero necesitaba que se quedara junto a mí al menos esta noche.
- No te vayas. Quédate junto a mí toda la noche – Beso mi frente y me respondió.
- Me quedare todo el tiempo que desees Isabella.

La siguiente semana mis días estaban divididos entre mi trabajo y Edward. Nos alejábamos solo lo justo para cumplir con nuestros deberes, el resto del tiempo éramos inseparables. Todo fue perfecto hasta que dos días antes de partir surgió el tema de Londres.

-¿Cuándo piensas decirles a tus padres que no te marchas? – Me pregunto después de una noche bastante salvaje, mientras sus manos acariciaban mi cuerpo. Sentir su aliento en mi cuello me enloquecía.
- ¿Por qué les diría aquello? – No quería hablar del tema, pero era obvio que mi viaje seguí en pie.
- ¿Piensas irte? – Note como se tensaba.
- Edward…mis planes no han cambiado – Sus manos abandonaron mi cuerpo y su cuerpo abandono mi cama. Voltee a ver donde estaba, vi que estaba buscando su ropa para marcharse - ¿Qué pensabas?
- Acaso importa…Veo que su piensas seguir tu vida y creo que tomare tu ejemplo.
- Edward yo… - No pude decir nada más. Solo vi como se acercaba a mí. Besaba mi frente y desaparecía por mi puerta.

Durante los pocos días que quedaban para mi viaje. No supe nada de él, ni siquiera apareció en mi fiesta de despedida, como si lo hizo toda su familia. Creo que espera hasta el último minuto a que apareciera, pero no lo hizo. En el fondo entendía perfectamente su actitud y no lo culpaba.

Me despedí de mis padres, les pedí de favor que no me acompañaran hasta el aeropuerto. No soportaba las despedidas y tampoco quería escenas de tristeza, el mismo favor les pedí a mis amigas y todos aceptaron a regañadientes, pero respetaron mi decisión.

- Los quiero y cuídense. Estaremos en contacto – Ambos me besaron y me dieron un fuerte abrazo.
- Tu también hija. Te amamos – Subí al auto, los mire por última vez y les sonreí.
- Peter al aeropuerto.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que no note que llevábamos más tiempo del necesario para llegar al aeropuerto. Mire por la ventana y nada del lugar que estábamos pasando se me hizo familiar. Apreté el intercomunicador para preguntarle al chofer donde nos encontrábamos. No recibí respuesta. Le grite, pero tampoco obtuve nada. Un sudor frio bajo por mi frente y sentí miedo. Vi que lentamente bajaban el vidrio que nos separaba, cuando cruzamos nuestras miradas solo pude gritarle.

-¿Quién eres y donde rayos me llevas?...


>