La última oportunidad - Capitulo 19


Capitulo 19



Bella no entendía bien que sucedía, Edward  estaba abrazado a una de las bailarinas, luego cuando sale y ve que el dulce de Damon toma su mano, le grita que la suelte como si aquel toque fuera algo indebido, para hacer todo aún más confuso ella trata de salir de ahí, pero él la mete a uno de los salones vacio y la besa, como no responde como esperaba le pide “por favor”. 


Si definitivamente Edward Cullen la volvería loca, porque ahora que finalmente se estaban besando de la mente de su marido parecía estar a millas de distancia, por su mente pasaron mil hipótesis pero la que más le dolió fue que él estuviera pensando en Jessica, por lo que dejo de besarlo y lo empujo lejos. 


Como era de esperar aquello tomo desprevenido a Edward quien se tambaleo y dejo libre a Isabella de la prisión que había formado con sus brazos. Le costó reaccionar ante aquello, pero lo hizo en el momento exacto que ella iba saliendo.



- ¿Dónde crees que vas?

- A cualquier lugar donde no estés tú – Se volteó desafiante – En este momento no eres mi persona favorita.

- ¿Lo fui alguna vez? – Le sonrió torcidamente sabiendo el efecto que tenía ese gesto en ella.

- Tal vez – Respondió casualmente, mientras veía como él se acercaba – Pero hoy no.

- Estamos recién casados, cualquiera esperaría que fuera tú persona favorita ¿no? – La tomo de la cintura.

- Si no te hubiese visto abrazada a Jessenia – Digo a propósito su nombre mal, para ver si Edward la corregía, suspiro internamente de alivio cuando no lo hizo – Lo seguirías siendo.

- Vi cuando él tomaba tu mano – Edward imito el gesto – Esta mano que solo yo puedo besar – Se la llevo a sus labios – Que solo a mí me pertenece. Igual que toda tú – Llevo ahora sus labios a su garganta donde sintió su pulso latir, le dio un ligero lametón y luego respiro en aquella zona tan sensible, aquello provoco el estremecimiento de Bella.

- Soy tuya Edward y lo sabes, pero tú no eres mío ¿verdad? Yo si tendré que compartirte, ver como otras manos te tocan y otros labios te besan. Tendré que ahogar mi dolor y sonreír como si nada de pasara – El agarre de su marido se hizo flojo y Bella comprendió la respuesta por lo que se alejo hasta llegar a la puerta.

Estaba por salir cuando Edward se acerco a ella  y sin tocarla le susurro al oído:

- Soy tuyo Isabella – Aquellas palabras salieron de la boca de él sin siquiera pensarlas, pero llenas de verdad, no importaban las circunstancias que los unieron o los separaron, ambos se pertenecían sin lugar a dudas.



Edward entrelazo la mano de él con la de su mujer y salió de aquel cuarto, luego camino junto a ella por los pasillos hasta llegar a la salida. Durante aquel trayecto ninguno dijo nada, pero los dos sintieron aquella eléctrica unión que solo sentían el uno con el otro.

- ¿Has venido con Steven? – Le pregunto Edward una vez que estuvieron fuera del MET.

- Si, le pedí que me trajera y que esperara por mí.

Vieron como el chofer se acercaba a ellos y Bella sintió que aquel corto hechizo de tranquilidad se rompería una vez ella se fuera de ahí, pero no podía quedarse ahí parada. Cuando abrió la puerta del auto, pensó en besarlo como despedida, pero se sorprendió al ver que también él se subía.

- ¿Vienes conmigo? – Aquella pregunta sobraba, dado que ambos estaban en la partes de atrás del auto.

- Ya que parece que no puedes vivir sin mí por unas horas, me voy contigo – Las palabras de Edward fueron dichas con un tono juguetón que provoco que Bella se acercara a él y lo besara.



Pasaron el resto de la tarde juntos, la llevo a conocer distintos lugares de la ciudad de Nueva York, le prometió que algún día irían por un helado a Serendipity y patinarían por el  Central Park. Verían una obra en Broadway y comerían perritos calientes en la quinta avenida. Edward le estaba mostrando cómo sería su vida de ahora en adelante.


El corazón de Bella no dejaba de agitarse aquello y por sus atenciones, en ningún momento soltó su mano o dejo de darle pequeños besos, mientras caminaban. Cuando subían al coche los besos subían de intensidad, hasta que Edward le ordeno al chofer que los llevara a su casa, donde apenas cruzaron la puerta comenzaron a desnudarse, para cuando llegaron a su habitación ninguna ropa los cubría y se preparaban para una nueva noche sin dormir.





Bella se levanto aquella mañana con cierta dosis de optimismo, sabía que no todo cambiaría de un día para otro, pero se permitió soñar unos minutos que Edward y ella lograrían salir adelante. En especial luego del día anterior.


Se fue directo a la cocina a preparar el desayuno para ambos, estaba en eso cuando recordó que había prometido ir a ver a Mill, sonrió al recordar los desayunos con su querida amiga.

- Buenos días Isabella – La saludo Edward que la miraba desde la entraba fijamente.

- Buenos días Edward – Le respondió, su voz la había sobresaltado, pero ahora su apariencia le cortaba la respiración.

- ¿Por qué sonríes? – Camino hasta ella y quedaron frente a frente.

- Recordaba a Mill – Sonrió también mientras le respondía.

- ¿Solo a ella? – Por un instante Bella no comprendió del todo hasta que supo que era lo que trataba de decir.

- Ella fue muy buena conmigo – A propósito no respondió su pregunta – De hecho hoy iré a verla.

- Me parece excelente idea, el chofer te llevara – Estaba ya camino a una de las sillas.

- No será necesario, Jacob vendrá por mi – Antes de terminar de pronunciar su nombre Edward estaba junto a ella acorralándola entre su cuerpo y la isla de la cocina.

- Ese niño no te llevara a ningún lado – Sabia que le estaba dando una orden y no deseaba pelear, pero una parte de ella tenía claro que simplemente no podía aceptar sus imposiciones sin siquiera pelear.

- Lo siento, pero quedo en venir por mí – Le sonrió casualmente, mientras Edward sentía su sangre arder.

- Te he dicho que no.

-Resulta que no te he preguntado  si puedo ir con él o no, te lo he dicho Edward – Se alejo unos pasos de ella y se presiono el puente de la nariz para tratar de encontrar una calma que le era totalmente esquiva.

- Isabella no juegues con mi paciencia – Trato de sonar calmado.

- Entonces tú tampoco juegues con la mía – Lo miro – Soy tu mujer Edward Cullen, no tu mascota a la que das ordenes sin que proteste – Estaba tan furiosa con tu actitud que deseaba lanzarle un plato por la cabeza.

- Se que eres mi mujer – Se acerco a ella – Mía – Dejo sus labios en su cuello  y comenzó a succionar con fuerza hasta lograr su objetivo.

Bella llevo una mano a su cuello y luego salió corriendo hasta el salón, se paro delante del espejo y vio la marca que comenzaba a formarse. Miro a Edward quien solo sonreía muy pagado de si mismo.

- Para que no olvides a quien perteneces – Besos sus labios y como estaban ligeramente abiertos por la sorpresa, introdujo su lengua y recorrió su boca, llenándose de su sabor.

- Edward tu…como….- Volvió a besarla.

- Creo que ya nos hemos retrasado para desayunar.



Edward estuvo sonriente toda aquella mañana, dado los acontecimientos que acababa de vivir, pese a que sabía que se retrasaría espero hasta la llegada de Jacob y lo saludo, como siempre él solo le sonrió. Al despedirse de su mujer, la beso apasionadamente y le quito el pañuelo que había atado a su cuello para disimular la marca y que esta quedara a la vista de aquel muchachito.


Al  subirse junto a Jake, Bella noto que ya no estaba su pañuelo y al mirar al exterior vio a Edward llevándoselo a uno de sus bolsillos muy sonriente, quiso bajar por él, pero de alguna manera aquel gesto la hizo sentirse bien.


Apenas puso un pie en la casa de Mill no pararon de charlar de todos los acontecimientos ocurridos durante los últimos meses, mientras le daba su lección a Jacob siguieron platicando, incluso cuando este se marcho, comieron y hasta tomaron el té, poniéndose al día en todo. Como era de suponer su amiga le dijo lo mismo que Victoria, que tuviera paciencia con Edward, que él la amaba, pero aún estaba herido. 


Bella solo le respondió que haría cuanto estuviera a su alcance, pero que no era una mártir y que el amor no siempre lo puede todo. Lo amaba, pero necesitaba saber que había esperanzas, de otra forma era luchar contra un imposible.


Sin darse cuenta había pasado todo el día junto a Mill y al mirar la hora supo que se le había hecho demasiado tarde. Llamo a un taxi y se despidió de su amiga quien antes de marchar le digo que con Edward siempre hay esperanzas. Sin querer retrasarse más salió disparada hacia su taxi, sabía que a esas horas Edward ya estaría en casa, solo esperaba que no quisiera pelear con ella.



Apenas abrió la puerta supo que Edward no estaba feliz por su ausencia, ni siquiera se volteo a verla cuando llego al salón, pues estaba mirando fijamente por el ventanal el paisaje, tenía un vaso de whisky en la mano y su chaqueta tiraba junto a la corbata en uno de los sillones, su ceño estaba fruncido, pero aun así se veía como el hombre más hermoso del mundo pensó Isabella.

- ¿Dónde estabas? – Se volteó a verla – O mejor pregunto ¿con quién?

- Te lo dije en la mañana con Mill – Se acerco hasta él.

- No me mientas Isabella.

- No lo hago, estuvimos poniéndonos al día de nuestras vidas en estos meses.

- ¿Y Black? – Dejo en la mesita su vaso y camino hasta ella.

- Practico un rato y luego se fue – Se acomodo en el sofá, se sentía tan débil que no podía estar mucho más tiempo de pie.

- Isabella ¿eres honesta?

- Si y lo sabes.

- Lo sé, Isabella realmente lo sé – Trato de buscar la verdad en sus ojos.


Cuando llegó y vio que no estaba un terrible presentimiento se coló en él, corrió hasta su habitación en busca de alguna señal que indicara que lo había abandonado nuevamente, suspiro de alivio al ver todas sus cosas, aunque aquello no significara mucho realmente. Trato de no pensar que nuevamente se había marchado y esta vez con Jacob, pero su furia crecía con cada minuto que tardaba en llegar y casi corre a verla cuando oyó la puerta principal abrirse, se contuvo porque simplemente odiaba su propia debilidad ante su mujer.

- No vas a hablarme – Suspiro – Siento la tardanza, solo que el tiempo voló, nada más.

- Tan feliz eres con Mill, Isabella.

- Maldita sea deja de llamarme Isabella. No lo soporto y lo sabes – Bella seguía sentada en el sofá mientras miraba a Edward.

- Ese es tu nombre o acaso esperas que te llame ¿cariño? ¿Amor? ¿Dulzura? – Le sonrió sin una pizca de humor en aquel gesto.

- No, solo que me llames Bella nada más.

- Nunca volveré a llamarte así – Toda la intensidad de su verde mirada estaban en ella.

- ¿Por qué? – Pregunto temerosa.

- Porque Bella es la mujer que ame…tu eres simplemente Isabella -  Sin decir más salió del departamento.



Bella quiso darse golpes en la pared, realmente no lograba entender nada, hace apenas veinticuatro horas sintió que todo estaba cambiando para bien, pero ahora nada iba en esa dirección. Cuando Edward le dijo que nunca la volvería a llamar como a ella le gustaba, una parte de su corazón dejo de latir al oír la razón, Bella era la mujer que amaba, Isabella solo era su esposa.


Cuando tuvo la certeza de que no volvería se fue a su habitación y lloro durante lo que parecieron horas, hasta que sintió que entraba y se acostaba a su lado, como siempre sin tocarla e ignorándola por completo. De hecho ni siquiera se despidió de ella antes de salir a la mañana siguiente y le dolió, en especial porque quería hacerla hablar con él acerca de la idea que había tenido días atrás, pero no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer…aún.



Estuvo toda la mañana sin mucho que hacer, arreglo algunos lugares, llamo a su amiga Jane y vio que cosas habían en la despensa para preparar algo de comer, quería sorprenderlo con una cena y ofrecerla como una ofrenda de paz a su marido.


Iba a llamar a Steven cuando oyó el timbre, por un momento pensó que sería Jacob e incluso Mill, pero al ir a abrirla se llevo una sorpresa, quien estaba ahí no era en lo absoluto quien ella suponía, es más pensó que nunca más lo vería.


Bella no estaba muy segura de que hacer cuando vio a Emmett en la puerta, pero como era el hermano de su marido pensó que lo mínimo que debía de hacer era invitarlo a pasar y así lo hizo.

- Buenas tardes Isabella – Tomo su mano y la beso.

- Buenas tardes Sr. McCarty – Saco su mano de entre las de él – ¿desea un café? – Lo guió hasta el salón

- No gracias – Se sentó en uno de los sofás – Y por favor llámame Emmett, eres mi cuñada.

- Está bien, pero solo si me llamas Bella – Se sentó frente a él y por primera vez noto que se veía muy distinto, sin saber muy bien que algo en él había cambiado.

Tal vez tenía que ver que había sonreído más veces en aquellos minutos que durante todo el tiempo que lo conoció. Un incomodo silencio se extendió por el lugar hasta que Emmett lo rompió

- ¿Qué tal la vida de casada? – Aquella no era exactamente la pregunta que esperaba que le hicieran, pero agradecía el esfuerzo.

- Muy bien, todo es distinto, pero creo que poco a poco me estoy adaptando. Siempre supe que me casaría joven – Le dio una sonrisa.

- Mismo acto, distintos personajes – Ambos rieron con fuerza por aquello y toda la tensión del ambiente pareció desaparecer.


Bella no supo en qué momento Emmett se sentó junto a ella, pero no le molesto en lo absoluto hasta que sintió como tomaba sus manos que estaban en su falda, con aquel gesto hizo que ambos se miraran a los ojos y luego le pregunto:

- Dime Bella ¿eres feliz? – No sabía que responder a eso, pues ni ella lo sabía con certeza, iba a decir algo cuando una conocida voz los interrumpió.

- Vamos Isabella respóndele a mi hermano si eres feliz conmigo.


Bella de inmediato quito sus manos de las de Emmett y se dio patadas mentales por permitirle en primer lugar que las tomara. Sabía que Edward se enojaría, pero tal vez se equivocara él era su hermano y nada podría haber entre ellos jamás.


Edward los miraba a ambos esperando, que alguno de ellos hablara, ardía en celos y lo único que deseaba era golpear a su hermano por aquel atrevimiento. Isabella era suya y él no tenía ningún derecho a tocarla. Cuando salió de su trabajo rumbo a su casa, nunca pensó encontrarse con aquella desagradable sorpresa, su única intención era hacer las paces con su mujer e invitarla a cenar, ahora lo único que deseaba era gritarle por dejar que otro tomara su mano.

La tensión en el ambiente podía cortarse con un cuchillo, pero de alguna extraña manera Emmett lo disfrutaba, mas cuando vio la palidez de Bella que no dejaba de mirar a Edward decidió hablar.

- No es necesario que digas nada Bella, creo que ya se la respuesta.

- Si – Pregunto Edward levantando la ceja – Y ¿Cuál es?

- Eres un ciego si no eres capaz de verlo. Bella perdona el atrevimiento, pero creo que aceptare el café – Ella solo asintió y salió del salón sin mirar a atrás, ya encontraría la manera de agradecerle a Emmett por salvarla unos instantes.


Se fue directo a la cocina y comenzó a preparar el café, se tomo su tiempo, pero cuando se torno inevitable decidió volver hasta donde se encontraban los hermanos. No pudo evitar oír que discutían algo, no lograba entender muy bien qué y aunque sabía que no era correcto escuchar conversaciones ajenas, simplemente no pudo avanzar más y se quedo ahí oyéndolo todo.

- SI vuelves a tocar a mi mujer por muy platónico que sea tu toque, te juro que te transformo en eunuco.

- ¿Celoso?

- Si, Isabella es mía entiéndelo de una maldita vez.

- Es tuya solo porque fui un cobarde que no lucho por ella.

- ¿Qué quieres decir? – La voz de Edward sonaba furiosa.

- Que pienso establecerme en Nueva York y hacer todo lo que esté a mi alcance para que Bella me acepte…escúchame bien hermanito Bella será mi mujer cueste lo que cueste.


Isabella se llevó una mano a la boca para callar el gritito de asombro por las palabras de Emmett.



Holaaaaaaaaaa acá nuevo capítulo….Primero que todo GRACIAS por sus comentarios y el cariño por la historia, también por las ideas que me dan….les prometo que las tomo en cuenta!!!

Oh si nuestro Emmett será una dura competencia para Eddie, pero ya sabemos que él no se quedara de brazos cruzados!!!!

Bueno espero más que feliz sus comentarios!!!!



Besos

Lulu


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