Capitulo 10
Edward
tenía los brazos cruzados por detrás, mientras observaba por la ventana el
basto paisaje, sintió cuando la puerta de su estudio se abrió, sabía
perfectamente quien era, no necesitaba preguntar, él mismo hace unos instantes
le había pedido que viniera. Ahora estaban solos y podría hablar con
tranquilidad, lo que estaba por pedirle era algo de vital importancia.
- Necesito
un favor de tú parte.
- ¿No
recuerdo que seamos amigos?
Jacob se
mantuvo cerca de la puerta, no deseaba sentarse y notó que Edward no tenía ni
la más mínima intención de darse la vuelta, tal vez era mejor así, pensó.
- Eres
amigo de mi mujer ¿no es cierto?
-
Exactamente, Su Excelencia, soy amigo de su mujer.
- Sabes que
aquella amistad no debe de ser, no es bien visto.
- Una mujer
casada, puede tener dentro de su circulo de amigo a algunos hombres, claro si
cuentan con la venía de su marido.
- ¿Acaso
crees que cuentas con la mía?
- Sigo en
vuestra casa, eso me da cierta esperanza – Su voz denotaba cierta burla en sus
palabras.
- No quiero
que estés cerca de Isabella, ella es mi mujer, pero te has transformado en un
mal inevitable.
- ¿Mal
inevitable? – Una fuerte carcajada resonó en la habitación.
- Si,
pensaba pedirte que te marcharas y nunca más te acercaras a Isabella, mas mis
planes han cambiado completamente.
Algo
sucedió en ese instante, pero el tono de Edward cambió en sus últimas palabras y
Jacob tuvo el presentimiento que las palabras que a continuación oiría serian
de suma importancia.
- ¿Qué
sucede? No entiendo nada de lo que me estas diciendo, que tiene que ver mi
amistad con Lady Isabella con…-trato de buscar alguna palabra – esto.
- Prométeme
que cuidaras de ella, que si alguna cosa sucediera siempre estarás ahí para
ayudarla.
- Acaso
olvidas que cuando te casaste prometiste que estarías con ella, en las buenas y
en las malas.
- Pero si lo
malo se vuelve muy malo, tal vez no pueda cumplir.
- ¿Cómo?
- Si muero
quiero que tú te cases con ella.
- Creo que tiene derecho a saber que su matrimonio
es un completo error.
Se llevo la taza a los labios, como si su
comentario fuera algo tan simple como el clima o el aspecto de la comida.
Bella la
miro durante varios minutos, esperando que añadiera algo más o sonriera diciendo
que era solo una broma, una muy mala broma, pero solo eso. En cambio Carmen
Sforza, solo siguió bebiendo su té y comiendo unas galletas de azúcar que
acababan de traerles.
- ¿Puedo
saber a que debo su comentario anterior?
- Mi Lady,
creo que debe saber, aunque sé que muchos hombres consideran que deben mantener
a sus esposas al margen “ciertos” temas, pues las consideran inferiores o
débiles, pero yo soy una fiel defensora de que aquello no es correcto.
- Le pido,
por favor, que vaya al punto.
La voz de
Isabella sonó pausada y educada, pero por dentro quería borrarle aquella
sonrisa de satisfacción lanzándole el resto de té, que aun estaba en la tetera
de porcelana.
- Por
supuesto mi Señora, no era mi intención no darle una respuesta. Su matrimonio
está basado en una mentira, Su Excelencia estaba comprometido al momento en que
contrajo matrimonio con usted. Mi pobre Jane quedo destrozada al conocer la
noticia de vuestro enlace. Supongo que decidió dejarla cuando creyó que ella no
podría tener un hijo, dado que dentro de un año deberá anunciar que será padre.
-
¿Comprometido? ¿Hijos?
Isabella,
no lograba entender de que estaba hablando aquella despreciable mujer y lo
peor, es que parecía disfrutar verla asi, tan perdida.
-0-
- No olvide nuestro trato. Si vuelve a hacerla
sufrir, le juro por Dios que olvide que usted es mujer.
- No le conviene amenazarme, Su Excelencia –
Cada vez que lo decía sentía como un sabor a hiel quedaba en su boca.
- No es una amenaza, es un juramento, nunca
vuelva a dañarle….nunca.
Edward estaba a punto de marcharse, pero una
última pregunta quedo flotando en el aire.
- ¿Qué hará cuando usted ya no este aquí para
protegerla?
Un pequeño adelanto de lo que viene....espero sus comentarios!!
Besos
Lulu =)