Todo en Familia - Capitulo 11



Capitulo 11
Confesiones

Bella miraba a través de la ventana perdida en sus pensamientos, recuerdos de la noche anterior llegaban una y otra vez a su mente, no podía evitar sentir un poco acalorada cuando recordaba ciertas acciones específicas. Sonreía por algunas imágenes, otras le parecían increíbles, pero aun cuando su cabeza estaba llena de su primera vez, otra parte de ella estaba con Edward. Él cual llevaba, casi una hora reunido con Carmen Sforza, que según había podido notar no contaba en lo absoluto con la simpatía de su marido.

Para ser honesta tampoco con el de ella misma, pues en el breve encuentro que habían tenido hace un par de semanas, fue por usar una palabra amable, tenso, pero como había aprendido hace tiempo, no era bueno quedarse con las primeras impresiones.

Sintió que alguien tocaba a su puerta, de inmediato descartó a su marido, él no tenía necesidad de hacerlo. Grito suavemente un “adelante” y está se abrió mostrando a su hermana Rosalie en el umbral.
- Buenos días – Sonrió suavemente – más bien buenas noches, Señora Cullen.
Al instante Bella sintió como se sonrojaba, pues el tono de voz de su hermana demostraba que sabía perfectamente lo que había sucedido con ella, además el énfasis en la palabra señora, lo hacia aún más claro.
- Puedo entender que has tenido una buena noche – Se acercó hasta el borde de la cama y se sentó en ella.
Antes de darla una respuesta a su hermana, se mordió el labio, para luego entre suspiros decirle:
- La mejor noche de mi vida.
- Quiero detalles.


- Rose – Exclamo escandalizada.
- Por el amor de Dios, Bella. Recuerda que soy viuda y no una doncella…virginal – Le sonrío pícaramente – y creo que tú tampoco.
Isabella abrió los ojos desmesuradamente como si Rosalie acabara de revelar uno de los grandes secretos de la humanidad.
- No es correcto que te hable de mí…intimidad.
- Piensa que soy tía Alice si te hace sentir más cómoda. A ella si le contarías todo.
- No es lo mismo – Se sentó junto a su hermana.
- Por supuesto que no, ella es una solterona y yo no.
- Rosalie ¿en realidad no logras entender la diferencia?
La mirada de extrañeza de su hermana, le demostraba que realmente ella no entendía a que se refería.
- Tía Alice nunca fue algo de Edward, en cambio tú….hace solo un par de meses eras….y ahora bueno… me entiendes – Las palabras salieron atropelladamente.
En lugar de responderle que si entendía, se lanzo de espaldas a la cama y comenzó a reírse como una loca.
- ¿Por qué te ríes?
- Oh, Bella por favor dime que no piensas que sentiré enviada o celos, soy feliz por ti hermana, como no tienes una idea.
- No quiero que sufras Rose.
- ¿Sufrir? Tan increíble fue, que piensas que sufriré por lo que pude tener y perdí – Miró a Bella que no parecía divertida por su broma - ¿Qué sucede?
- Es que, todavía no puedo creer del todo que tú no ames a Edward, que él no te ame a ti, que todo lo que decían sentir el uno por el otro ya no exista.
- Tal vez nunca existió.
- ¿Cómo?
- Éramos demasiado jóvenes cuando nos conocimos y simplemente nos dejamos llevar. Yo por que me sentí especial que un muchacho que todos consideraran tan guapo se fijara en mí, además la idea de los amantes trágicos, parecía que todo estaba en nuestra contra y eso hacia que todo fuera más emocionante de lo que realmente era. Creo que todos necesitamos algo de emoción en nuestra vida. Y Edward bueno, creo que vio en mí la posibilidad de ocultar los fuertes sentimientos que tenía por alguien que aun era una niña, para él. Creo que ambos fuimos un escape perfecto para el otro, yo de una vida demasiado aburrida y él de sus verdaderos sentimientos – Miro fijamente a su hermana – Bella entiendelo bien, Edward te ama a ti y solo a ti. Se ve cada vez que te mira, como te busca cuando has salido de su campo de visión, como deja de pensar claramente cuando te tiene cerca. Si eso no es amor, hermana, entonces no sé como llamarlo.
- Pero….
- Oh nada de peros o dudas mi Lady, solo felicidad – Se levantó de un salto y tomo su rostro entre sus manos – Él te ama a ti….solo a ti.
- ¿Cómo lo sabes?
Bella necesitaba entender porque su hermana estaba tan segura de lo que le decía, sabia que parecía una mujer insegura que necesitaba desesperadamente una constante reafirmación de los sentimientos de su marido, pero una parte de ella aún temía estar soñando.
- Realmente eres una cabezota y peor aún ciega ¿Es que acaso no lo ves? Nunca lo notaste.
- El qué.
- Qué cuando esta junto a ti, es como si tú fueras su milagro personal. A mí jamás me trato así y eso que supuestamente me amaba.
En cualquier otra persona aquella última frase podría haber sonado llena de resentimiento o rabia, pero en Rosalie fue una especie de confirmación, seguida de una brillante sonrisa.
- Creo que continúe con nuestras cartas secretas para que pudieras seguir viéndolo, además generalmente nuestra correspondencia giraba en torno a ti. Nunca caíste en la cuenta que lo veías con mucha más frecuencia que yo.
Hermana tú felicidad es la mía. Así que solo amalo como si fuera el último día de tú vida, quítate la idea de que me sacrifique por nuestra familia, por que si de verdad hubiese amado a Edward, nada ni nadie me hubiese impedido estar con él.
Bella sabía que aquello era verdad, su hermana no era del tipo de mujeres que simplemente aceptaba todo con resignación, pese a que vivían en una época donde solo debían callar y asentir, Rosalie siempre luchaba sus propias batallas.
- Así que deja de pensar tanto.
- ¿Qué tiene que dejar de pensar?
Ambas miraron hacia la puerta y ahí estaba parado Edward, quien a su vez también las observaba con una sonrisa, no podía negar lo distinta que eran las dos, como tampoco, por cual de ellas su corazón latía más a prisa.
Se acercó a saludar a Rose, quien le sonrió y les indico que dejaría solo a la feliz pareja. Bella se sonrojo y Edward solo atino a reírse y en parte también a agradecer en silencio por su partida.
- Ahora me dirás que tienes que pensar.
Aprovechándose que su mujer ya estaba sentaba en la orilla de la cama, camino lentamente hacia ella hasta llegar a ella y hacer que su cuerpo poco a poco bajara a medida que la acorralaba su cuerpo en el colchón.
- Te extrañaba – Beso su cuello.
- Yo también – Alzo sus brazos y los atrajo más a ella.
Estuvieron el resto del día demostrándose cuanto se habían extrañado.


Después de una nueva noche soñada, Edward le dijo a su mujer que Carmen Sforza y su sobrina Jane serian sus huéspedes durante una semana, pues la su casa estaba siendo reparada y como el único familiar cercano debía cumplir su deber de ayudar a las damas de su familia.
Ambos sabían que aquello era una mentira, pero decidieron pasarlo por alto, no querían que sus maravillosas días se vieran empañados por nada.


Los siguientes días transcurrieron sin mayores contratiempos, desayunaban la mayoría del tiempo juntos, luego se separaban para realizar sus actividades habituales, para luego volver a unirse para comer y para la cena. A la hora del té, Edward aun se encontraba trabajando en su despacho, por lo que compartía ese momento con su hermana y un par de veces con Jane, rara vez compartía un  momento con Carmen, al parecer trataba de evitarla a como de lugar. Aquella cuestión era un alivio para Bella, pues cada vez que estaban en un mismo lugar, la incomodidad y la tensión, eran palpables en el aire.

Jacob le había anunciada que se iría en los próximos días, y aunque la noticia de su partida la entristeció, decidió no decirlo, pues sabía que la relación de él con su marido era bastante mala y no deseaba provocar ningún problema entre ellos. Como quería aprovechar sus últimos días con ella, organizaron un par de actividades para compartir, una de esas era un paseo a un algo cercano a la propiedad Masen.

Estaban casi saliendo cuando Alfred, le indico a Jacob que tenia un mensaje para él, se alejaron unos pasos, así que solo pudo ver como este asintió y luego se separo de él.
- Creo que no podre compartir el honor de vuestra compañía.
- ¿Por qué?
- Cosas de negocios – Beso en la mejilla a Bella y luego a Rosalie. Para luego entrar nuevamente a la casa.

Edward tenía los brazos cruzados por detrás, mientras observaba por la ventana el basto paisaje, sintió cuando la puerta de su estudio se abrió, sabía perfectamente quien era, no necesitaba preguntar, él mismo hace unos instantes le había pedido que viniera. Ahora estaban solos y podría hablar con tranquilidad, lo que estaba por pedirle era algo de vital importancia.
- Necesito un favor de tú parte.
- ¿No recuerdo que seamos amigos?
Jacob se mantuvo cerca de la puerta, no deseaba sentarse y notó que Edward no tenía ni la más mínima intención de darse la vuelta, tal vez era mejor así, pensó.
- Eres amigo de mi mujer ¿no es cierto?
- Exactamente, Su Excelencia, soy amigo de su mujer.
- Sabes que aquella amistad no debe de ser, no es bien visto.
- Una mujer casada, puede tener dentro de su circulo de amigo a algunos hombres, claro si cuentan con la venía de su marido.
- ¿Acaso crees que cuentas con la mía?
- Sigo en vuestra casa, eso me da cierta esperanza – Su voz denotaba cierta burla en sus palabras.
- No quiero que estés cerca de Isabella, ella es mi mujer, pero te has transformado en un mal inevitable.
- ¿Mal inevitable? – Una fuerte carcajada resonó en la habitación.
- Si, pensaba pedirte que te marcharas y nunca más te acercaras a Isabella, mas mis planes han cambiado completamente.
Algo sucedió en ese instante, pero el tono de Edward cambió en sus últimas palabras y Jacob tuvo el presentimiento que las palabras que a continuación oiría serian de suma importancia.
- ¿Qué sucede? No entiendo nada de lo que me estas diciendo, que tiene que ver mi amistad con Lady Isabella con…-trato de buscar alguna palabra – esto.
- Prométeme que cuidaras de ella, que si alguna cosa sucediera siempre estarás ahí para ayudarla.
- Acaso olvidas que cuando te casaste prometiste que estarías con ella, en las buenas y en las malas.
- Pero si lo malo se vuelve muy malo, tal vez no pueda cumplir.
- ¿Cómo?
- Si muero quiero que tú te cases con ella.
El primer impulso de Jacob fue reír ante esas últimas las palabras, fue él mismo Edward quien hace casi un año atrás casi lo mata al descubrir de su propuesta de matrimonio a Isabella, tuvieron que separarlos y hacerlos entrar en razón para que no terminaran en un duelo. Muy pocos conocían de ese episodio, pues por el bien de ella decidieron ocultarlos, de otra forma demasiadas especulaciones comenzarían a circular, pero aunque ninguno de los dos perdió la vida, algo si se perdió…su amistad, la cual quedo irremediablemente rota, ese era otro secreto que guardaron celosamente, su amistad, casi nadie sabia que Edward Cullen y Jacob Black fueron amigos entrañables, casi hermanos, en una época de su vida, que ahora mismo parecía tan lejana.
- ¿Por qué nunca me dijiste que la amabas? Todo hubiese sido tan distinto entre nosotros.
- ¿Crees que seguiríamos siendo amigos? Fuimos amigos por que yo era tu acto de caridad.
- Veo que sigues siendo un idiota, eras mi amigo, por que nunca te importo ni mi titulo, ni mi dinero. Eras el único que siempre me apreció tal cual era.
- Un idiota.
- Ambos lo somos, pero no piensas responderme ¿Por qué nunca me lo dijiste?  
Edward quien había estado mirando fijamente al exterior, se volteó para quedar frente a Jacob, quien lo observaba con los brazos cruzados, a la espera de una respuesta.
- Ni yo lo sabía.
- Esa es tú respuesta ¿Qué no lo sabías? Y debo entender que lo supiste cuando le propuse matrimonio ¿no?
- No tenía nada que ofrecerle, era un pobre soldado y ella merecía tener el mundo a sus pies – Una sonrisa sin humor cruza sus labios – Luego resulta que soy el único heredero del Conde Barnes y me transformo en alguien con dinero, influencias, pero mi mejor amigo le pide matrimonio a la mujer que amo.
- ¿La mujer que amas?
Se levanta de su sillón hasta llegar a donde estaba el coñac, se sirve una copa y le ofrece una a Edward, quien la rechaza con un movimiento de cabeza. Lentamente vuelve al mismo lugar y le da un sorbo a su bebida.
- Puedo preguntarte algo – Edward solo lo queda mirando - ¿Supones que soy un adivino o algo similar? Como querías que yo supiera que la amabas, llevabas años tras Rosalie, siempre hablabas de casarte con ella, de formar una familia, así que perdóname si no note que amabas a Isabella.
- Supongo que cuando te rete a duelo, al menos lo sospechaste.
- Más bien lo confirme, mi primera sospecha surgió luego del golpe que me diste al saber de mi propuesta a Isabella. Y pensar que te lo contaba para que fueras mi padrino de bodas.
- Lo hubiese sido, si la novia….
- No hubiese sido Isabella – Termino por él.
- Sé que debí decirte que la amaba, pero creo que solo logre darme cuenta que lo hacía cuando sentí que podría perderla, aun en ese momento estaba confundido, creía amar a Rose, pero Bella, ella siempre ha sido una luz en mi vida y seguir sin ella a mi lado era algo que no podía soportar.
- Tal vez podría haberte dado una mano con eso, debí decirte que no amabas a Rosalie – Edward lo miro para que continuara – Cuando supiste de su matrimonio con King  estabas triste, pero nunca como cuando pensaste que yo podría casarme con Bella, que dejarías de tenerla a tu lado, ahí vi el rostro de un hombre destruido.
- Perderla a ella, sería como perder mi vida.
- Entonces me puedes explicar ¿Por qué me pides que me case con ella?
- Solo si yo muero.
- No me tientes Cullen – Ambos sonrieron.
- Quiero saber que ella esta protegida, que no se quedara sola.
- Estoy perdiendo la paciencia, puedes ser más claro.
- Esta mañana un detective de Bow Street estuvo aquí. Siempre me pareció sumamente sospechosa la muerta de Anthony, así que decidí investigarla, tal vez, era una perdida de tiempo, pero necesitaba saber si fue accidental o no.
- ¿Cuál fue él resultado?
- A Anthony lo asesinaron y si no me cuido, puede que ese también sea mi destino. Ahora entiendes porque necesito que cuides a Isabella.



Era un día magnifico, el sol brillaba y hacia que todo se viera más luminoso, o tal vez eso le parecía a ella, había tenido otra noche maravillosa en los brazos de su marido. Nunca pensó que pudiera existir un placer así y tampoco podía creer que lo estuviera viviendo con Edward, de inmediato se regaño, le había prometido a su hermana que dejaría atrás las dudas y viviría su felicidad, él la amaba y punto.

Bajó hasta el comedor para desayunar, Edward no podía acompañarla, pues un imprevisto en una de las aldeas lo obligo a partir casi de madrugada, pero le prometió que la compensaría dentro y fuera de la recamara, se sonrojó de solo pensar en que tipo de recompensas recibiría.

Esperaba encontrarse con su hermana o Jacob, quien había aplazado su partida, pero cuando llegó esta aquella insoportable mujer, pensó en huir y pedir que le enviaran el desayuno a su habitación, mas supo que eso no era la aptitud que debía tomar, ella la dueña y señora del lugar, por lo cual debía ocupar su sitio de privilegio.

Entró al comedor y les dio los buenos días, luego se sentó en la cabecera de la cena y le pidió a una de las criadas una taza de té y un poco de frutas. Noto por el rabillo del ojo como Carmen la miraba cada uno de sus movimientos, analizándolos y desaprobando varios, según las extrañas muecas que se instalaban en su rostro.

Una de las criadas trajo una tetera llena de té humeante y un plato con las más variadas frutas, las dejo cerca de ella y luego se marchó.
- Espero que estén cómodas en sus habitaciones.
Decidió que lo mejor era una conversación educada, ningún tema personal, sino más bien uno que recalcara quien es quien en esa casa. Ya había recibido comentarios de las criadas, las cuales en diversas oportunidades habían debido soportar los malos tratos de Carmen Sforza.
- Hemos sido muy bien atendidas – Fue la tímida respuesta de Jane.
- Me parece perfecto, para mi marido y para mi es un placer que vean nuestra casa como propia.
- Muchas gracias.
Jane parecía una muchachita bastante simpática, pero cada vez que hablaba mirada a su tía, como a la espera de algún tipo de reacción de su parte. Todos decían que casarse con ella era casarse también con Carmen Sforza, por esa razón muy pocos se atrevían a acercársele.
- Y usted Señora Sforza ¿Cómo se siente?
- Increíblemente y como agradecimiento a sus atenciones creo que debo ser honesta con usted.
- ¿Honesta? No la entiendo.
- Creo que tiene derecho a saber que su matrimonio es un completo error.
Se llevo la taza a los labios, como si su comentario fuera algo tan simple como el clima o el aspecto de la comida.
Bella la miro durante varios minutos, esperando que añadiera algo más o sonriera diciendo que era solo una broma, una muy mala broma, pero solo eso. En cambio Carmen Sforza, solo siguió bebiendo su té y comiendo unas galletas de azúcar que acababan de traerles.
- ¿Puedo saber a que debo su comentario anterior?
- Mi Lady, creo que debe saberlo, aunque sé que muchos hombres consideran que deben mantener a sus esposas al margen de “ciertos” temas, pues las consideran inferiores o débiles, pero yo soy una fiel defensora de que aquello no es correcto.
- Le pido, por favor, que vaya al punto.
La voz de Isabella sonó pausada y educada, pero por dentro quería borrarle aquella sonrisa de satisfacción lanzándole el resto de té, que aun estaba en la tetera de porcelana.
- Por supuesto mi Señora, no era mi intención no darle una respuesta. Su matrimonio está basado en una mentira, Su Excelencia estaba comprometido al momento en que contrajo matrimonio con usted. Mi pobre Jane quedo destrozada al conocer la noticia de vuestro enlace. Supongo que decidió dejarla cuando creyó que ella no podría tener un hijo, dado que dentro de un año deberá anunciar que será padre.
- ¿Comprometido? ¿Hijos?
Isabella, no lograba entender de que estaba hablando aquella despreciable mujer y lo peor, es que parecía disfrutar verla así, tan perdida.
- Mi dulce muchacha, veo que no está enterada de nada. Una de las clausulas del testamento del fallecido Conde Barnes es que dentro de un año, su heredero debe anunciar que será padre, claro si no lo es ya. Es una manera de continuar el linaje. Al verla entiendo porque Su Excelencia la eligió, es usted una mujer muy hermosa y supongo que no le importará tener hijos.
- Ni su magnifica belleza ni su capacidad de procrear fue algo que tome en cuenta para hacerla mi mujer.
Sin que nadie lo oyera Edward entró en el salón, cuando sus miradas conectaron a la distancia, él trato de prometerle que le contaría todo y que no se dejara llevar por aquella despreciable mujer.
- Mi Lord, no lo oímos.
- Eso es obvio – Murmuro antes de acercarse a Bella y tomar su rostro entre sus manos. La miro un instante para luego besarla apasionadamente.
Aquel tipo de demostraciones de afecto no eran bien vistas entre la alta sociedad, pero necesitaba hacerlo, pues no soportaba ver esa mirada de confusión en sus ojos. Se sentó a su lado y comenzó a hablar, mientras sostenía con fuerza la mano de su mujer.
- Creo que debemos aclarar un par de cosas, ya que estamos todos reunidos aquí.
- No creo que sea un tema que se deban tocar en un desayuno, eso no es algo bien visto.
- Usted los acaba de tocar, asi que no veo el problema. Ahora quiero aclararle nuevamente, Señora Sforza que su sobrina Jane estaba comprometida en matrimonio con Anthony, no conmigo. Al momento de su muerte herede el condado, pero no aquella propuesta, como entenderá aquel compromiso era personal y no parte de una herencia.
- Lo entiendo – Masculló entre dientes.
- Y lo que se refiere al testamento del Conde de Barnes, me parece…interesante, saber cuanta información maneja, creo que visitare a mí abogado muy pronto.
- Es cierta la clausula entonces.
- No importa si es cierta o no, ser madre de los hijos de Edward, es una de las cosas más maravillosas que podrían sucederme en esta vida, Señora Sforza.
Bella se levantó de su lugar y se marcho, soltando de paso la mano de su marido.
Edward miro con furia a la mujer que sonreía con satisfacción por el conflicto que acababa de causar entre la pareja.
- No olvide nuestro trato. Si vuelve a hacerla sufrir, le juro por Dios que olvide que usted es mujer.
- No le conviene amenazarme, Su Excelencia – Cada vez que lo decía sentía como un sabor a hiel quedaba en su boca.
- No es una amenaza, es un juramento, nunca vuelva a dañarle….nunca.
Edward estaba a punto de marcharse, pero una última pregunta quedo flotando en el aire.
- ¿Qué hará cuando usted ya no este aquí para protegerla?
- ¿Qué?
- Cree que no sé que lo de Anthony no fue un accidente…quizás usted pueda ser el próximo.

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Chan chan…acá nuevo capi!!!
Como siempre GRACIAS por sus comentarios, alertas y favoritos!!! Que tengan una maravillosa semana y que la suerte siempre este con ustedes (le robe la frase a Los Juegos del Hambre)
Besos
Lulu XD

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