CAPITULO 1
"Editoriales Nueva Era"
Era la decima vez que miraba aquel anuncio que le
era tan familiar y aún no tenía el valor de entrar a aquel edificio. Nuevamente
se dirigió a las elegantes puertas de vidrio de la entrada, tomo aire esperando
que estas se abrieran. Entrar significaba asumir que pasaría a ser otra
desempleada más y trato de ir asimilando de a poco desde el día en que fue
citada a las 9:30 de la mañana, en las oficinas del nuevo presidente de la
editorial, que llevaba cinco años publicando sus novelas, y la cual debido a problemas
financieros fue adquirida por un consorcio considerado como un gigante de las
comunicaciones, que deseaba ampliar sus horizontes al mundo literario, y cuya
primera medida, fue citar a todos quienes trabajaban como escritores, como era
el caso de Bella.
- No puedo, no puedo hacerlo – Retrocedió
nuevamente para salir de ahí – Que voy a decir…que me van a decir, porque no me
despiden y ya es más fácil para mí y mi salud mental…está decidido no voy a
entrar.
- Entonces si planea no entrar, le ruego que no
obstruya el paso para quienes si deseamos hacerlo.
Bella quedo petrificada ante aquella voz tan
profunda y varonil, que fue incapaz de voltearse y mirar. Solo atino a dar un
paso al costado y ver de reojo como las puertas se abrían para dejarlo pasar.
- Grosero, no creo que dar las gracias lo hubiera
matado o retrasado – Miro su reloj, todavía tenía tiempo para seguir pensando.
Según lo que comentaban los otros citados, se les
había permitido explicar porque eran un aporte y por qué debía de permanecer en
sus lugares de trabajo. "Perfecto" pensó, si hay alguien peor en este
mundo para exponer sus propias virtudes era ella. Esa era la principal razón de
por qué escribía, porque sus personajes eran sus opuestos, eran mordaces,
ingeniosos, con las palabras precisas y un largo etc. En cambio ella era
obstinada, cabeza dura y según la opinión de su amiga muy poco femenina, además
cada vez que tenía que expresar una idea verbalmente se le "cruzaban los
cables" y terminaba siendo un fiasco o peleando con su interlocutor. Por
eso era conocida como "La Diva",
nunca daba entrevistas, ni asistía a muchas fiestas o aceptaba hacer tours de
firmas de autógrafos, aunque claro todo ello se debía más bien al tedio que
todo aquello le provocaba y no a sus actitudes de diosa.
No podía evitar reír al recordar la primera vez
que la llamaron así. Los periodistas la acusaron de no aparecerse en una fiesta
en su honor por llegar al tope de ventas. Lo más gracioso de todo es que si
fue, solo que nadie la noto. Esperaban que llegara alguien muy diferente a
ella, no una joven vestida de bibliotecaria sin ningún chiste o gracia.
Se sacudió la cabeza de recuerdo, inspiro con
fuerza por última vez, miro la puerta y finalmente se decidió a cruzar el
umbral.
- Buenos días, ¿puedo ayudarla? – Aquella voz
sacó a Bella de sus pensamientos respecto a una idea que pensaba incluir en su
nueva novela y percatarse que ya se encontraba en las oficinas de presidencia.
- Si eso creo – respondió dudosa – Buenos días,
soy Isabella Swan tengo cita a las 9:30.
- Swan…Isabella – Miro a su computador – Si es
correcto… Swan Isabella… ¿usted es? Oh, no lo puedo creer, usted es mi
escritora favorita…soy su fan número uno, con mis amigas adoramos sus libros.
Me haría un súper favor.
- Claro…supongo que no hay problema ¿Cuál es? –
Bella estaba un poco sorprendida por aquella reacción.
- Gracias, mis amigas jamás me lo
creerán…"La Diva"…me firmaría su libro "Amor Eterno", es mi
favorito desde el titulo lo ame…nunca pensé poder llegar a conocerla, es una
fortuna trabajar aquí, pensar que la anterior secretaria jubilo hace apenas
unos días, de no ser así jamás la hubiese conocido.
- Eh…Gracias…ahora entiendo porque Maggie no esta
– y tengo que escuchar su molesta voz, pensó en silencio.
- Si ella…- No pudo terminar todo su parloteo
pues este fue interrumpido.
-¿Qué es todo este escándalo? Esto no es ninguna
feria ni nada similar.
- Lo siento Señor…yo – No pudo decir nada más,
pues un sonoro portazo fue la clara señal que la conversación había finalizado.
Bella estaba de espaldas quieta en su lugar y
nuevamente cuestionándose si fue tan buena idea haber ido. Lo peor que podría
pasarle si se marchaba era que la despidieran, pero en cambio si se quedaba a
hablar con Él…ni siquiera podía imaginar lo que sucedería.
- Bien dicen que soldado que huye sirve para otra
guerra….así que mejor me voy. Fue un gusto…bye.
Tan absorta estaba en su debate mental que no
escuchaba que la secretaria le hablaba-
- Puede pasar ya, Srta. Swan…El Señor Cullen la
espera.
- Yo creo que mejor me voy, lo siento yo….mejor…-
No pudo continuar pues la puerta del despacho se abrió nuevamente y aquella voz
que hace instantes acababa de oír reapareció.
- Es que acaso necesita alfombra roja hasta mi
oficina o acaso desea que la cargue para que no se canse.
Aquel comentario enfureció a Bella, quien comenzó
a voltear, esperando que solo fuera una voz tan varonil porque carecía de
porte, belleza o elegancia, pero se encontró cara a cara con una
"injusticia divina". Su voz era el fiel reflejo de lo que Edward Cullen
era…el hombre vivo más guapo que sus ojos hayan visto jamás. Tenía cuerpo de
modelo, una cara de facciones clásicas que hasta lo mismo poemas de Lord Byron
envidiarían, además de unos ojos verdes que solo ayudaban a quedar sin aire al
verlo. Su tez era blanca, incluso más que la suya propia. Su cuerpo estaba
cubierto por un traje de diseñador que lograban que se viese aún mas apuesto,
aunque aquello pareciera imposible. Por unos instantes Bella olvido como se
respiraba, pero fue su mirada severa y su rostro malhumorado la que la hizo
tomar aire y volver a la realidad.
- Maldición aun con esa expresión de furia se ve
guapo – Pensó – Como será verlo sonreír.
- ¿Ya tomo una decisión?
- ¿Decisión de qué? – Lo miro con el ceño
fruncido.
Haciendo un ruido similar a un gruñido, se le
acerco, la cargo como si fuera un saco y la acerco al lugar donde se encontraba
su secretaria.
- Que nadie nos interrumpa – Dando esa última
indicación. Camino hasta su oficina con ella en su hombro y cerró la puerta con
un pie.
Durante unos segundos Bella podría asegurar que
estaba soñando. Su cuerpo era sostenido por unos fuertes brazos que la llevaban
hasta…una oficina. No, no era un sueño, peor aún aquello parecía más una
pesadilla, porque quien la llevaba parecía tener un pésimo humor, era un animal
o un imbécil de primer nivel.
- Ahora ¿la dejo en el piso o desea que la
acomode en la silla? – Su voz seguía sonando irritada.
- Piso…yo puedo – Se contuvo de golpearlo con
todas su fuerzas, pues estaba segura que sería ella quien saldría perdiendo.
-Está bien – Lentamente la bajo hasta dejarla en
el suelo. Una vez ahí se quedo petrificada tratando de recuperarse y ordenar
sus ideas.
- Al decir piso supuse que quería que la bajara
para sentarse usted misma o acaso desea que la ayude.
-¿Aquí está bien? – Estaba indicándole una silla
frente a su escritorio y su voz cargada de ironía.
- Por mi está bien con tal que se siente de una
vez.
- Gracias que amable de su parte.
- Lo que sea….¿y bien?
- ¿Bien qué?
- ¿A que vino?
- Yo….más bien me citaron por eso vine.
- Si lo sé, pero que desea.
- Mas bien que desea usted.
- ¿Yo?
- Si, usted me cito.
- Eso es correcto, así que hable no tengo todo el
tiempo del mundo.
-Honestamente, vine a escuchar no a hablar.
- ¡Extraño!
- ¿Extraño?
- Si la mayoría de los que han venido no han
parado de hablar desde que entran por esa puerta.
- Bueno yo no soy como la mayoría.
- Eso puedo notarlo.
La miro
por unos instantes haciéndola sonrojar y Bella odio haberlo hecho, porque
estaba segura que ella no provocaba en él ni la más mínima sensación, aquel
hombre que aún dentro de un ambiente como el de una oficina, parecía sacado de
una portada de revista de moda. En cambio ella, era un caso perdido, ni
siquiera sabía por dónde comenzar, si por su cabello rebelde que no duraba ni
medio segundo peinado o tal vez por su total falta de estilo a la hora de
vestir o…mejor dejaba aquellos pensamientos o saldría huyendo que ahí.
- ¿Se puede saber que le pasa?
- A mi…nada.
Pero como era habitual en ella se había dejado llevar
por sus pensamientos y había dejado de oír al resto, su mente bloqueaba
cualquier otro sonido, excepto el de su propia voz que nunca parecía querer
quedarse en silencio.
- Bueno, como vino a escuchar le diré que
deseamos hacer una restructuración a esta editorial para darle un toque más
actual es por eso que prescindiremos de los servicios de ciertos empleados y…
- Está bien. Lo entiendo – Comenzó a pararse, era
mejor evitar un discurso sin sentido.
- Continuar ligados contractualmente con otros,
los más valiosos para nosotros. Ahora si no es mucha la molestia podría volver
a sentarse.
Lo hizo en el más absoluto silencio y sonrojada a
más no poder – Lo siento yo pensé que…
- ¿Qué la iba a despedir? – Enarco una ceja.
- Honestamente lo creí.
- Pues debería permitir que uno acabe de hablar
no cree Señorita…
- Isabella Swan
- Srta. Swan. Así que deseamos seguir contando
con su trabajo – Algo en su tono de voz despertó una señal de alerta en Bella.
- Pero ¿usted lo desea?
- No es eso lo que acabo de decir – Lo miro
durante unos instantes sin decir palabras.
- No lo sé, algo en su tomo se hace pensar que
esto es más bien una imposición para usted.
- Eso realmente no importa.
- Pues a mi si.
- ¿Le importa que exactamente?
- Que usted no desee que realmente yo siga
trabajando aquí y además no tener ni la más mínima idea de por qué a pesar de
eso, no quiere despedirme.
- Eso es muy fácil no quiero despedirla, porque
usted es una de las escritoras más rentables, sus libros siempre debutan en el
numero uno y se mantiene ahí por semanas, eso y que uno de ellos será adaptado
para el cine…entonces creo que es obvio ¿no?
- Tal vez, aunque estoy segura que hay un pero –
Puso sus codos sobre sus rodillas y lo miro, como si fuera un raro espécimen.
- Realmente prefiero a la mujer que estaba
sentada en silencio unos minutos atrás.
- Lo siento, así soy yo, un poco curiosa.
- Y yo ¿le provoco curiosidad? – Su tono de voz
sonó como si estuviera ¿coqueteándole? pero descarto aquella loca idea al
minuto.
- Si, por que no logro entender que le molesta de
mí.
- Usted no me molesta…aún.
Lo miro durante unos segundos lo cual fue un
error, pues perdió el hilo de sus pensamientos y la furia que hace minutos
sentía contra él por tratarla como si fuera un costal, se había desvanecido, lo
cual provoco que se callara por más tiempo del necesario.
- ¿Entonces? – Edward enarco una ceja.
- Entonces pido que sea honesto – Se sintió
victoriosa cuando recupero el hilo de sus pensamientos.
- Pide demasiado para estar recién conociéndonos
– Bella no pudo responder – Pues bien espero poder satisfacer su curiosidad,
después de muchas conversaciones con mis socios decidimos quienes se iban y
quienes se quedaban, y usted genero cierta controversia – miro la cara de
sorpresa de Bella – todos fueron de la opinión que debía quedarse, con sus
altos niveles de venta es un pilar dentro de nuestra empresa y no podíamos
darnos el lujo de perderla.
- Pero usted…
- Yo creo que a pesar de todo eso no necesitamos
tener una escritora con aires de diva, que además escribe libros que son simples
novelas rosa que no aportan realmente mucho, ninguna escritora de ese tipo a
ganado un nobel o me equivoco.
Bella tardó unos segundos en procesar aquella
información – Así que considera mi trabajo como simple novela rosa, pues es
cierto en algún sentido, soy escritora de novelas románticas y jamás ha estado
dentro de mis planes el premio nobel o ningún otro, mi única satisfacción Señor
Cullen, es saber que al menos una persona decidió que frente a un abanico de
opciones, tomar un libro y leer, y no solo eso sino que además le gusto. Si
logro despertar en una sola persona el gusto por la literatura siento que he
sido premiada con creces.
-Interesante viniendo de una diva.
- Sobre eso, lo único que puedo decirle es que no
crea en todo lo que publican las revistas.
-¿Si?
- Si, todo lo que dicen de mí es una mentira, he
asistido a todos los lanzamientos de mis libros, pero nadie me ha notado,
siempre esperan a alguien estrafalaria o espectacular, jamás se detienen en mí.
Además no doy entrevistas por que lo única vez que lo hice solo publicaron lo
que ellos querían y nada de lo que quise decir, no acepto fotografías porque ya
una vez me tildaron de simple y común, incluso alguien me llamo una persona con
una belleza oculta y sugiero que lo mejor era que me transformara en una
escritora en las sombreas y alguien con más ángel fuera en la foto de
contraportada. Así que honestamente prefiero que sigan creyéndome una diva y
así evito malos ratos.
Al igual como le paso a Bella momentos antes,
esta vez Edward tardo unos instantes en contestar, a cada momento la impresión
que tenía de ella iba cambiando y eso lo dejaba sin armas para negociar.
- Tropa de imbéciles, lo único que les importa es
vender y si alguien que es genuino y natural no les sirve, lo transforman a su
conveniencia.
- Parece que así es – Estaba sorprendida por su
reacción y en su tono lo demostró.
- Pues nos encargaremos de que esa visión hacia
usted cambie.
- Realmente no me importa, de hecho se me hace
muy gracioso – No pudo evitar sonreír.
- Viéndola bien está bastante alejada de la
imagen de Diva, bueno creo que está todo listo.
- Si, le agradezco el tiempo y la confianza – Levantándose
de su asiento estiro su mano a su dirección para dársela a él – Me voy.
Edward miro en dirección a su mano, la tomo y con
ellas unidas bordeo su escritorio hasta quedar junto a ella – Acaso no va a
firmar antes.
- Honestamente pienso que es mejor dejar todo
hasta aquí.
- ¿Por qué? – La miro a los ojos, sin desunir sus
manos.
- No quiero obligarlo a soportar mis simples
novelas rosa.
- Pensé que no le molestaba eso.
- A mi no me molesta, pero a usted si.
- Más que molestarme, no entiendo.
- ¿Qué cosa?
- El por qué tanta gente se siente fascinada por
esa novelas – Soltó suavemente sus manos y volvió a su lugar.
- Pues yo creo que todos queremos un amor que
enfrente lo que sea solo para tener un final feliz.
- La vida real es muy distinta.
- Tal vez, pero aquello no significa que nadie
luche por amor.
- Lo que usted relata en sus historias no sucede
jamás.
- Jamás….que categórico.
- Si, todo lo bueno acaba y los finales no
existen.
- Yo creo que si, mis padres llevan 30 años de
feliz matrimonio y creo que cada día que pasa se quieren un poco más.
- Que lleven 30 años no significa que nunca vayan
a separarse.
- Santo Dios, ¿qué le sucedió?
- Nada, solo soy una persona realista.
- Más bien pesimista.
- Solo porque veo la vida fuera de una burbuja
rosa de amor, no quiere decir que sea un pesimista.
- "Burbuja rosa de amor" – No pudo
contener una carcajada.
- Demasiado cursi – Él también rio abiertamente.
- Para alguien que no cree en el amor, muy cursi
diría yo.
- Pues tal vez la necesite a usted para creer,
Srta. Swan.
- Yo…no – No pudo seguir hablando.
- Srta. Swan le ofrezco la oportunidad de demostrarme
que las novelas que escribe son más que frases cursis y escenas obvias, llenas
de finales predecibles.
- No creo que pueda cambiar su percepción.
- Necesita tiempo para pensarlo.
- No…
- Está bien que le parece que nos juntemos hoy a
cenar a las 8:30 en la Bella Italia, ¿sabe donde esta?
- Si, pero…
- Esta noche nos veremos nuevamente ahí, espero
su respuesta definitiva, ahora si me disculpa debo irme tengo una reunión – Se
paró de su lugar, camino hasta la puerta la cual abrió marchándose de ahí.
- No iré – Dijo por última vez Bella, pero ya
nadie estaba escuchándola.