-
Miss Swan…
Mis
ojos casi se salen de sus orbitas al oír esas dos sencillas palabras, pues no
podía creer que finalmente el dueño de aquella voz, que llevaba semanas sin
poder quitarme de la cabeza estuviera frente mí. Había llegado a convencerme
que aquel sonido solo había sido producto de mi imaginación y estuve a punto de
lograrla hacérmelo creer.
Digo
a punto, por que ahora que lo tenía tan cerca, tuve que hacer uso de toda,
absolutamente toda, mi fuerza de voluntad para mantener mi voz firme e intentar
alejarlo de mí.
-
Le repito Señor….- deje la pregunta en el aire, pues ni siquiera sabía como su
nombre.
-
Edward Cullen – Susurro demasiado cerca de mi oído.
-
Señor Cullen, soy su maestra y como tal, le pido que me deje ir, de otra manera
deberé informarle al director sobre su comportamiento – Mi voz sonó todo menos
severa y autoritaria como esperaba que se oyera.
-
Por mi está bien – Su nariz estaba en mi cuello podía sentir como inhalaba cada
segundo como se intentara llenarse de mi aroma – deliciosa, una mezcla perfecta
de vainilla y chocolate.
-
Se lo repito – Dios donde estaba mi voz mandona cuando le necesitaba – Aléjese
de mi.
-
Llevo demasiado tiempo alejado de usted Miss Swan, pero ya no más.
Me
negué a darle sentido alguno a aquellas palabras, yo era una maestra de este
lugar y él un alumno más, además lo que estaba sucediendo estaba mal a
demasiados niveles como para comenzar a enumerarlos. No importaba que tuviera
los ojos más exquisitamente verdes que hubiese visto en mi vida o que aquel
desordenado cabello cobrizo me llamaba
perder mis dedos en el. Él era apenas un
adolescente con una revolución hormonal y yo ya era una mujer que podía, al
menos en teoría, manejar esta situación.
Tome
todo el aire que mis pulmones fueron capaces de recibir y puse ambas manos en
su pecho, tratando que con aquella acción se separara de mí, pues su cercanía
era cada vez mayor, al instante me arrepentí de aquella jugada, sentir el calor
de su piel bajo su camisa, hizo que sintiera como si pequeñas chispas me hubiesen
quemando. Al parecer él tuvo una reacción similar, solo que aquel fuego se
reflejo en sus ojos, sagrado dioses del olimpo, lo que hace unos instantes era
un verde suave, al correr de los minutos se fue trasformando en negro, hasta
que el deseo en su mirada fue patente.
Vi
como su cabeza bajaba hasta quedar muy cerca de mi rostro, él era mucho más
alto que yo, aquella era solo una de sus tantas ventajas en mi contra, las
demás eran menos obvias, como la respuesta de mi cuerpo a un simple toque, solo
lo había hecho dos veces y ya sentía que con suma facilidad podría volverme
adicta, además estaba el hecho que su voz, tan ronca y profunda hacía que
enloqueciera y temía que él supiera que cualquier cosa que saliera de aquella
maravillosa boca, yo la cumpliría sin protestar.
Intente
sin éxito alguno, desviar mi rostro cuando sus labios rozaron los míos, no
podía sucumbir, lo repetía como un mantra, pero una de sus manos tomo mi mentón
inmovilizándome frente a él.
-
Prometo que no dolerá.
Ni
siquiera pude decir nada, aunque dudo que hubiese logrado articular palabra
alguna. Su boca tomo posesión de la mía y todo lo que había a mi alrededor dejó
de existir o tener sentido, solo importaba el calor que aquellos dulces labios,
que primero me besaron suavemente, explorando y luego conquistando, se tomo su
tiempo como si lo tuviéramos de sobras, incluso me pareció oír que un pequeño
suspiro se le escapaba. No sé muy bien si él pidió mi permiso o yo se lo di sin
contemplaciones, pero separa ligeramente mis labios y su lengua comenzó la
misma tarea que momentos antes tuvieron sus labios. Cuando lo sentí, deje de
lado mi actitud pasiva, si iba ir al infierno, al menos debía hacer que valiera
la pena.
Subí
mis manos que durante todo ese tiempo, descansaban felices en su pecho, para
alcanzar su cuello y de esta manera profundizar nuestra unión, mi lengua jugo
con la suya, en una batalla que ninguno deseaba perder, era solo un beso, pero
al mismo tiempo se transformo en un acto de posesión, al parecer ninguno de
nosotros deseábamos darnos tregua, tal vez Edward Cullen había comenzado todo,
pero era necesario que entendiera que yo era la maestra, en muchos aspectos, no
solo en lo académico.
Su
mano comenzó a acariciar mi trasero primero lentamente, pero a medida que
nuestro beso subía su intensidad, lo hacían también sus caricias. Cuando creía
que la combustión espontanea, era un fenómeno posible, un sonido hizo que
volviera a la realidad de golpe.
Era
el timbre que marcaba el fin del receso y el inicio de las clases, su sonido siguió
resonando en mi cabeza, incluso cuando ya había parado, fue como la alarma que despertó
todos mis instintos, sin pensarlo más para el beso y me aleje de él, aun con la
respiración entrecortaba tome mis cosas y abrí la puerta, solo habían dos muchachos en el pasillo, que
apenas me prestaron atención o la menos eso era lo que deseaba creer, camine
hasta mi oficina, sabía que llegaría retrasada a mi siguiente clase, pero
necesitaba calmarme unos segundos.
Tire
mis cosas sobre mi escritorio y puse mis manos en mi pecho, como si temiera que
en cualquier momento mi corazón se escaparía. Rebusque en mis cajones un
espejo, que solo apareció cuando abrí el último de ellos. Mire mi cara y lo que
vi no me ayudo en nada, tenía los labios ligeramente hinchados, sin una gota de
lápiz labial y una pequeñísima marca de dientes.
Respire
hondo, muy hondo, buscando fuerzas donde no las tenía, todavía tenía varias
clases más que dictar, así que me obligue a mi misma a recomponerme, yo era una
mujer de 25 años con una maestría en literatura inglesa, me había graduado con
honores, trabajaba en uno de los colegios privados con más prestigio de
Chicago, vivía sola y manejaba mi propio auto, en resumidas cuentas era una
mujer fuerte y un ligero traspié como el que acababa de suceder no cambiaria en
nada mi vida.
Después
de darme ánimos y lograr sentirme mejor, quien pensaría que todos aquellos
libros de autoayuda que leía mi madre y de los cuales me burle toda mi vida
serían de utilidad ahora, bueno en caso desesperados medidas desesperadas, tome
una última inspiración y abrí con determinación la puerta de mi siguiente
clase.
Cuando
finalmente termine dar mis clases, estaba cansada física y emocionalmente, fue
agotadora la tarea de darme todo el día ánimos, por primera vez entendía lo difícil
que era ser porrista, sacudí mi cabeza por lo que acababa de pensar, sabia que había
llegado a mi tope cuando comenzaba a desvariar y pensar cosas ridículas.
Entre
en mi oficina y me deje caer en el sillón que estaba en una de las esquinas. Me
lleve los dedos a las sienes para darme un pequeña masaje, lo que menos
necesitaba ahora era añadir un dolor de cabeza a mi lista de quejas. Cerré los
ojos con la esperanza de que al abrirlos el dolor, ya no existiera, pero casi
sufrí un ataque al corazón al hacerlo, frente a mi estaba el culpable de todos
mis males actuales….Edward Cullen.
Trate
de levantarme rápidamente de mi lugar, pero puso sus manos en mis hombros y me mantuvo
acostada ahí, mi respiración se aceleró, pues no podía negar que estaba en
absoluta desventaja frente a él, tratando de mantener al menos un poco de
control, lo mire fijamente y le hable.
-
¿Qué hace aquí? Necesita algo.
Una
parte de mi sabía lo ridícula de la situación, le hablaba mientras seguía acostada,
eso y que mi voz parecía perder fuerza la tenerlo tan cerca. Edward Cullen sonrió
de lado sin despegar sus ojos de mi rostro, al parecer estaba pensando una
respuesta o tal vez simplemente no contestaría.
-
Sabe su pregunta nos puede llevar a una respuesta muy peligrosa – Hizo una
pequeña pausa – muy peligrosa.
-
Será mejor que se marche.
-
¿Seguro cree que es lo mejor?
-
Señor Cullen, si no desea estar en muy serios problemas, márchese de una vez.
-
Si usted, Miss Swan, hubiese deseado verme en serios problemas ya habría
hablado con el imbécil del director.
-
¿Qué?
-
Ambos sabemos de lo que fue testigo hace un mes atrás, Miss Swan.
-
No sé a que se refiere – Por primera vez en mi vida hubiese deseado asistir a
más de dos clases de actuación, que mi madre insistió que tomara.
-
Lo sabe perfectamente – Se inclino muy cerca de mi rostro – Y le aseguro que lo
que vio fue apenas un pequeña anticipo de lo que pienso hacerle.
No
sabía explicar con exactitud por qué, pero recordar la escena de la que fui
testigo hace unas semanas atrás, solo logro enfurecerme, acaso ese muchachito
pensaba que podía usarme como una sustituta de algo o alguien, pues si eso era
lo que creía estaba sumamente equivocado.
No
sé muy bien de que lugar vino mi fuerza, lo más probable que de la furia que
sentía, pero logre soltarme de su agarre y levantarme del sillón, logrando de
paso que él cayera sentado en su trasero. Sonreí malévolamente, finalmente era
dueña de la situación. Su rostro era una mezcla extraña de enfado y sorpresa,
supongo que no se sentía feliz de ser quitado del medio.
Me
acerque hasta donde se encontraba, sentado en el suelo y puse mi zapato de
tacón sobre su pecho.
-
Espero que está vez este escuchándome jovencito. Salga de mi oficina ahora
mismo y no vuelva a acercarse o aunque pierda mi empleo, hablare con deba para
que usted sea expulsado.
Estaba por bajar mi pie, pero el muy patán tomo mi tobillo en sus manos y lo impidió. Sus ojos nuevamente estaban oscuros por el deseo, sabía que no podía ejercer demasiada fuerza o sería yo quien terminara esta vez en el suelo.
Su
mano subió por mi pierna, en una suave caricia, sus labios estuvieron unos
segundos en mi empeine dejando un rastro de fuego con su toque, luego lentamente la fue bajando hasta que
toco el suelo y de un impecable movimiento él se levanto, quedando frente a mí.
Antes
de que pudiera siquiera coordina un pensamiento, sus manos ya apresaban mi
cintura con fuerza, acercando a su cuerpo y dejándome en contacto con una parte
muy especial de su anatomía que estaba dura como el acero.
-
No más juegos. Llevo dieciocho meses deseándola, anhelando tenerla así, entre
mis brazos, soñando con su cuerpo pegado al mio. Me importa una mierda si me
expulsan, si tengo que ir a un internado o tomar clases por internet, por que
simplemente ha llegado el día en usted, Miss Swan, sea mía.
-
Eres apenas un muchachito. Puedo ir a la cárcel si alguien se entera de esto.
-
No me molestaría hacerle una visita conyugal – Me sonrió torcidamente.
-
Esto no es un juego Señor Cullen.
-
Lo sé, tampoco lo es para mí.
-
Usted es un alumno, yo soy maestra del colegio al que asiste, esto podría ser
tomado como un abuso. Dios, esto es una locura.
-
Tal vez sea una locura – Su boca se acercó hasta mi oído – Así que su única objeción
es que soy menor de edad.
-
Esa es solo una de muchas – Sus dientes se apropiaron de mi lóbulo, aquel acto
me hacia muy difícil la labor de pensar con coherencia.
-
19 – Soltó repentinamente.
-¿19?
-
Si, 19 años son lo que tengo.
-
Mientes, apenas y debes llegar a los 17.
-
Le aseguro Miss Swan, que se perfectamente mi edad – Beso la punta de mi nariz.
-
De todas formas eres un crio.
-
Soy mayor de edad, acaso no era ese uno de sus problemas.
-
Sigue siendo solo un muchachito para mí – Su risa resonó por toda mi oficina.
-
Usted apenas tiene 25 años.
-
Seis más que usted Señor Cullen.
-
Creo que con lo de Señor Cullen me
hace de inmediato unos años mayor, por lo que tenemos la misma edad.
-
Esto no es una broma.
-
Lo sé, esto es serio para mí.
-
Por última vez, le pido que se marche.
-
Eso no es lo que usted y yo queremos.
-
¿Y que es según usted lo que creo?
-
Esto.
Bajo
sus labios a mi boca y me beso, si el de la mañana fue ardiente este
simplemente se encontraba en otra categoría, creía que ardería con su solo
contacto. No me dio tregua alguna, su lengua trataba de apoderarse de todos los
rincones y sus dientes jugueteaban con mis labios.
Oh
sagradas diosas, si sentía ese fuego en todo el cuerpo con solo un beso, no quería
ni llegar a imaginarme como sería si pasáramos a las ligas mayores.
Tan
concentraba estaba con sus labios en los míos, que no sentí su mano subiendo
por mis piernas hasta que fue demasiado tarde, ya estaba adentrándose bajo mi
ropa y llegando lenta y muy suavemente hasta mis muslos.
Su
otra mano tampoco estaba quieta, pude sentir como sus dedos buscaban el cierre
de mi falda, el cual al ser localizado fue de inmediato descorrido de un solo
movimiento, provocando que esta cayera y se arremolinara a mis pies.
Uno
de sus brazos tomo nuevamente posesión de mi cintura y me levanto, como si no
pesara nada en lo absoluto, llevándome hasta mi escritorio que estaba casi
vacío, Dejo mi cuerpo sobre él, vi que se alejaba y pensé que tal vez
finalmente se marcharía, aunque no sabía bien como sentirme al respecto.
Me
impulse con los codos para levantarme y de inmediato note que él no se estaba
marchando, sino que más bien se estaba quitando su chaqueta y camisa.
-
Prefiere hacerlo usted.
-
Preferiría – mi voz sonaba insegura – que me alcanzaras mi falda.
-
Eso no es una opción.
-
Señor…
-
Llámame Edward.
Se
acercó nuevamente y esta vez se concentro en mi blusa, uno a uno fue sacando
los botones de su ojal hasta que mi sujetador se hizo visible y sus ojos se
ampliaron.
-
Perfecta, simplemente perfecta.
Bajo
hasta mi cuerpo y besos la piel de mis pechos que sobresalía. Hasta que sus
labios subieron y bajaron llenando de besos cada espacio visible de mi cuerpo,
su lengua se detuvo unos momentos en mi ombligo y luego soplo aquel espacio.
Una sensación indescriptible me recorrió de la cabeza a los pies y finalmente
me rendí, lo necesitaba y lo quería ahora mismo.
-
Espero que no tengas algún sentimiento especial por estas medias.
-
¿Qué?
Sus
manos rasgaron mis medias para quedar otra porción de mi piel a su merced. Deje
de ser un ente pasivo y lleve mis manos a su espalda ya desnuda, lo acaricia
con mis uñas despacio, sabía que aquel toque también lo volvería loco y lo comprobé
al oír el gruñido que se escapaba de sus labios.
-
Miss Swan…Miss Swan. Me esta volviendo loco.
-
Bella, llámame Bella.
-
Oh Bella….Bella.
Mi
tanga siguió el mismo camino que mis medias y fue destrozada por sus fuertes
manos. Me sentía casi en el cielo con sus toques, no lograba saber como lo
hacia pero sentía que no había un espacio de mi cuerpo que no recibiera sus
atenciones.
Cuando
pensé que no podía sentir más placer, dos de sus dedos llenaron mi interior,
entrando y saliendo con fuerza. Y no solo eso sino que se ayudo con su boca,
para llegar a mi botón de placer. Tome una porción de su pelo entre mis manos,
para luego tirar con fuerza de el, realmente me estaba volviendo loca y casi
podría apostar que él lo sabía.
Con
mi mano libre me aferre a una de las puntas de mi escritorio, podría apostar que
deje la marca de mis uñas en el, sabía que no podía gritar, aun había gente a
estas horas por lo que me mordí los labios con los dientes para evitar que
sonido alguno escapara.
Vi
como su cabeza cobriza se levantaba y tomaba mi boca para ahogar mis gritos,
realmente aquello era mucho mejor que mis dientes. Su lengua limpio las gotas
de sangre que salieron debido a lo fuerte que los presione contra mis labios.
-
Nada se compara a la realidad, nada ni nadie.
-
¿Nadie? – Aquello me parecía bastante dudoso.
-
Durante este tiempo solo sustitutas, copias baratas y de muy baja calidad.
-
Eso pasa cuando no se elige el original – Sonrió ante mi comentario.
-
No sé preocupe Miss Swan, he aprendido completamente mi lección y ahora…
Tomo
mi cintura y arrastro mi cuerpo unos centímetros hasta que mis piernas quedaron
colgadas del escritorio. Las separo lo necesario para que el quedara entre ellas
y bajo el cierre de su pantalón para que estos cayeran.
Inevitablemente
mi vista quedo clavada en su miembro, incluso trague un poco de saliva al
imaginar como íbamos a encajar, decir que estaba dotado era quedarse corto.
-
¿Te gusta lo que ves Bella?
-
No tienes una idea, de cuanto me gusta.
-
Mejor será que me demuestres cuanto.
Se
introdujo en mi interior con fuerza, por un instante quede petrificada en mi
lugar, no era fácil acostumbrarse, pero poco a poco recupere el aliento y lo
anime a que continuara, pues al ver mi tensión, se había quedado quieto.
Lo
impulse con mis piernas, que se enredaron en sus caderas para ayudarlo a marcar
el ritmo. Como siempre todo comenzó pausado, entraba y salía de mí con tortuosa
lentitud, tratando de descubrir cada rincón de mi interior.
Mientras
tanto sus manos se entretenían con mis pechos y agradecí a las hadas mágicas que
me hicieron utilizar un sujetador que se abriera por delante, pues con un solo
click, estos fueron liberados y agasajados como era debido. Sus labios y sus
dientes eran realmente un equipo inigualable.
Realmente
no creía que podía resistir mucho más y con mis manos en sus cabellos lo guie
hasta mis labios, él acepto gustoso la propuesta y beso tan profundamente que
su lengua hacia los mismo movimientos que su miembro en mi interior.
A
cada embestida aumentaba el ritmo y sabía que faltaba muy poco para que llegara
mi orgasmo. El cual llegó al cabo de unos segundos, tan demoledor que incluso
con sus labios en los míos, un grito logro colarse.
Segundos
después él se desplomo sobre mí y pude sentir su sonrisa en mi cuello.
-
Eres simplemente increíble – Hablo muy cerca de mi oído.
-
Si tuviera que calificarte te aseguro que obtendrías un sobresaliente.
-
Oh Miss Swan esto apenas comienza.
-
Eso es una advertencia o una amenaza Míster Cullen.
-
Es una promesa.
Sin
necesidad de más palabras unió nuevamente nuestros labios.
Como lo prometí aquí esta la
segunda parte!! GRACIAS por todos los comentarios anteriores y estoy haciendo
algo así como una pequeña encuesta, algunas ideas locas se cruzaron en mi
cabeza y bueno….le ven futuro como una historia más larga??? O creen que con
estos dos capítulos todo queda perfecto?? Que dice el público.
Espero sus opiniones y
comentarios!!! Aprovecho para comentarles que cuando llegue a los 100
seguidores en mi blog sorteare un libro, así que si tiene tiempo denle click a
seguidores!!!
Bueno no las aburro más, que tengan
lindos sueños, mañanas y tardes (depende a la hora que me lean)
Besos
Lulu XD