Capitulo 18 - Todo en familia


Capitulo 18

Thomas Westwood, Vizconde de Kingsdown era reconocido entre sus pares por ser un hombre serio y prudente, ningún detalle de su vida era dejado al azar,  pensaba hasta en el más mínimo detalle antes de actuar y esa era como él llamaba la receta de su éxito.

Había restablecido, no solo el buen nombre de su familia, mancillado en cada oportunidad que algún miembro se metía en problemas, situación que en las últimas décadas sucedía más a menudo de lo que era respetable esperar. Asimismo también había logrado recuperar, y aumentar,  la fortuna que había sido dilapidado por varias generaciones, de cabeza huecas como él solía llamar a su familia, confiados el dinero crecía en los árboles o se multiplicaba por arte de magia. Aunque no era del todo bien visto que un hombre en su posición trabajara de la manera en que él lo hacia, nadie sería capaz de hacer ese comentario en su presencia, a menos que desearas ser expulsado del circulo de conocidos y amigos del Vizconde.

Se caso con una hermosa jovencita, Lilian, a la cual conocía desde que ambos eran unos niños, entre ellos no existía amor, pero si afecto. Según muchos decían era la pareja perfecta, ella elegante y dócil como una muñeca de porcelana y él, la imagen perfecta del caballero andante que salvaba a la damisela en apuros. Su matrimonio fue el evento social más comentado de la temporada y ellos se transformaron el pareja de moda, no había fiesta, cena o reunión, donde no fueran invitados. Esa fue la razón que los llevo a aislarse en la finca de Thomas, alejada lo suficiente de Londres y su infernal bullicio. Ambos estuvieron más que felices por aquella decisión, ninguno de los recién casados gustaba de ser el centro de atención.

De su unión nacieron dos hijos, Sebastián, el primogénito se transformo en el orgullo de su padre y en su copia a carbón. Después vino Anne, cuyo día de nacimiento también fue la fecha de la muerta de su madre, quien no pudo contra la fiebre y se fue a vivir con los ángeles, como les había explicado a sus hijos cuando preguntaron donde estaba su madre.

El día que Lilian los dejó fue la primera y única vez que Thomas lloro, no lo hacia por la partida del amor, sino por la pérdida de su mejor amiga y saber que ella nunca podría cumplir el sueño de ver a sus hijos crecer.

Como todo padre aristocrático, dejo el cuidado de sus hijos a institutrices y tutores, ellos se encargarían de hacer de ellos, jóvenes de bien. El problema era que desde que estuvieron en edad de iniciar sus estudios, habían pasado tantas personas que casi había perdido la cuenta, lo único que tenían en común era que cada vez que se marchaban le dejaban en claro que tanto Sebastián como Anne era una pequeños demonios y que lo mejor era enviarlos a algún internado para que aprendieran algo de disciplina. Aunque muchas veces se planteó esa alternativa, siempre terminaba desechándola, pues le había prometido a su esposa que nunca se separaría de sus hijos, eso y que su hermana, Sarah se encargaba de recordarle que era su deber educarlo y no deshacerse de ellos, como sus padres lo habían hecho con él y el resto de sus hermanos. Llevaba toda una vida tratando de alejarse de la imagen de su padre, por lo que se negaba a comportase con sus hijos como él lo había hecho.

Eso no quitaba que una noche, casi al paso de desesperación rogó a los cielos que un milagro ocurriera, no contento con eso y con actitud soberbia le exigió a Dios como prueba de su existencia que alguna solución se materializara frente a él…..A la mañana siguiente Marie apareció en su vida como respuesta a todos sus problemas.

Marie, la misteriosa muchacha que fue encontrada por uno de sus trabajadores ardiendo en fiebre y que gracias a los cuidados de su hermana había logrado reponerse, por un instante pensó que ella no lo lograría, pero algo había en su interior que le daba la fuerza para seguir adelante. En todo este tiempo que llevaba viviendo con ellos, apenas habían logrado sacarle un poco de  información de su vida. Les conto que acababa de enviudar y que no tenía a nadie más en su vida que a su marido, por lo que apenas se repusiera se marcharía. Por supuesto que no se lo permitieron, sin saber muy bien el por qué, su llegada había cambiado las cosas de aquel lugar, algo en el aire, en el cielo o lo que fuera había hecho que todos estuvieran más felices, como si ella fuera un ángel.

Bella estaba agradecida por el cariño que aquella familia había tenido con ella, la habían rescatado y cuidado como fuera un miembro más, que distinto a como se había comportado quien había jurado protegerla, por qué el engaño también era una forma de causar daño. Apenas supo la noticia de su desaparición, la desesperación se había apoderado de ella,  necesita con urgencia volver a Londres, pero el mismo Jacob le había recomendado que permaneciera en Francia, como si aquello fuera una opción, además su corazón le gritaba que Edward estaba vivo y en casa.

Se escabullo esa noche, una parte de ella tenía claro que aquello era una locura, pero no le importaba era capaz de caminar y luego nadar si con eso lograba llegar a Inglaterra. Aunque no fue necesario hacer nada de eso, aquello no significo que el viaje fue algo agradable, como no tenia dinero en efectivo, tuvo que empeñar sus joyas y aun así consiguió muy poco dinero, el necesario para un pasaje de vuelta en un pequeño camarote. Una vez en tierras inglesas pensaría que hacer para llegar a Londres.

Cuando por fin puso un pie en el puerto casi llora de felicidad. Viajar sola había sido la peor experiencia de su vida y esperaba nunca tener que volver a repetir aquello, ahora estaba más cerca de su hogar y su corazón no paraba de decirle, que también de su marido.

Conto las pocas monedas que tenia en su bolso, necesitaba comprar algo para comer y tal vez encontrar algún lugar para poder refrescarse. Estaba en eso cuando una hoja de periódico tirada en el suelo llamó su atención, se agacho para tomarla entre sus manos y cuando leyó el titular, sintió que su mundo se venia abajo “Edward Masen, Conde de Barnes es un IMPOSTOR” No pudo seguir leyendo por qué las lagrimas que corrían libremente por sus mejillas, se lo impedían. Ahora lo entendía todo y le dolía, le dolía demasiado.
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Edward entró a su casa como si los sabuesos del demonio le pisaran los talones, aunque siendo honestos esa era la forma en que últimamente entraba a todas partes, con rapidez, apenas mirando a su alrededor y evitando que cualquiera se acercará a él, si su mirada furiosa no los desanimaba su actitud de total indiferencia terminaba por convencerlo que él no era buena compañía para nadie.

- Buenas noches, querido – La voz de burla de James le impidió subir directamente a su cuarto, en cambio dirigió sus pasos hasta el saloncito donde este se encontraba y como saludo le dio un gruñido.
- Veo que estamos de mal humor, menuda novedad Su Excelencia.
- ¿Alguna noticia? – Se sentó en el lugar más alejado y oscuro de la estancia.
- Sabes, me duele que no te importe como estoy, pero lo dejare pasar esta vez.
Ambos esperaron que el otro hablara, pero dado que en los últimos meses Edward apenas y lo hacia, fue James quien decidió seguir hablando, aunque llegado a ese punto cada vez que visitaba a su amigo, más bien parecía un monologo, interrumpido solo por un par de bufidos y gruñidos, la nueva forma que tenia de comunicarse el distinguido Conde de Barnes.
- Bueno antes de termines por ladrándome – Le sonrió – Te cuento que dos de mis hombre han ido hasta Kent para ver si existe alguna pista de Isabella o cualquier otra mujer que responda a sus características, además hemos hecho casi una inspección completa de Londres y no existe ningún rastro de ella. Eso me lleva a hacerte una pregunta que puede resultar la última que haga en mi vida ¿Ya visitaste a tu familia política?
- Si, vengo de la casa de los Swan, donde comprenderás no soy persona grata. Nadie sabes ni tiene una idea de donde puede estar, ni siquiera su tía Alice con quien tenía una relación cercana se imagina donde puedo encontrarla.
- Con riesgo a parecer una matrona cotilla ¿Qué te dijo Lady Swan?
- Que los había engañado, que era el hombre más despreciable sobre la faz de la tierra y que esperaba que al menos mostrara un poco de decencia, al alejarme para siempre de Isabella, si alguna vez volvía.
- Realmente esa mujer ha leído demasiadas novelas – Tomo un sorbo de su copa.
- Ella tiene razón en lo de que engañe a Isabella y una parte de mi comprende toda su retahíla de acusaciones, pero esta absolutamente demente si cree que se separare de su hija.
- Finalmente un pensamiento coherente – Elevo los brazos como si estuviera dando las gracias a algún dios o algo similar – Te dije que cuando dejaras de beber tu mente comenzaría a funcionar.
- Necesito estar con mi mente clara.
- Y Charles no dijo nada mientras su querida esposa descargaba todas sus recriminaciones.
- Renee tuvo la deferencia de hablar conmigo en privado, después se comporto como la dama que todos esperan que sea, calmada y algo tonta.
- Una digna mujer de su tiempo.
- Charles y Jasper, debo agregar, me dieron su voto de confianza y el beneficio de la duda, por lo que les conté todo, desde el chantaje de Carmen Sforza hasta mi plan de proteger a Isabella.
- ¿Y que te dijeron? – La voz de James estaba teñida de curiosidad.
- Me apoyaron y entendieron por qué fingí mi desaparición.
- Menudo grupo de idiotas – Edward le lanzó una mirada envenenada – No me mires así, sabes muy bien que tu idea era pésima y ya estamos viendo los resultados.
- Ellos comprendieron que quise protegerla.
- Mintiéndole.
- No deseo comenzar una discusión, en la cual lo más probable es que termine asesinándote.
- Ninguno quiere eso – Se levanto de cómodo sofá – Después de la conversación más larga que hemos tenido en meses, me marcho.
Ninguno dijo nada más. Edward espero que la puerta se cerrara y subió a su habitación con la esperanza de que cada vez faltaba menos para estar con Isabella.
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Poco a poco Edward comenzó a salir de su autoimpuesto aislamiento, aunque su único deseo era permanecer en la sombras. James le había recomendado que se mostrara en la ciudad, si Bella había venido en su búsqueda lo más probable es que diera alguna señal de vida la saber que ambos estaban en Londres.

La única vez que James e incluso Rosalie, quien había sido un gran apoyo durante aquellos oscuros meses, le habían hecho ver que existía la posibilidad de que tal vez Bella hubiese desaparecido… para siempre, exploto de tal manera que aquel tema se volvió tabú y con tal de no volver a oír aquello acepto salir de su encierro.

Hoy había decidido ir hasta la Sociedad de Historia, lugar que pese a las habladurías del verdadero origen de Edward o su era o no un impostor, no le había cerrado sus puertas. Era uno de los pocos, más bien el único fuera de su casa, que no lo hacían querer salir corriendo.

Luego de un par de horas y varias copas de brandy en el cuerpo, decidió que era hora de volver a su casa, al salir del antiguo edificio le hizo una seña al cochero que fue en su búsqueda. Durante todo el trayecto, pensó en Isabella y como cada vez que lo hacia un dolor insoportable se formaba en su pecho impidiéndole respirar con normalidad.

Al entrar a su casa de inmediato se fue a su estudio, era un lugar que le daba tranquilidad.
- Por su aspecto, puedo suponer que aún no encuentra a su amada Isabella.
Se detuvo en seco al oír aquella despreciable voz, miro de un lado a otro buscando a quien acababa de hablarla, sabia perfectamente quien era e hizo uso de toda su fuerza de voluntad para no abalanzarse contra ella y estrangularla como hace tiempo quería hacerlo.
- Maldita sea ¿Quién demonios la ha dejado entrar a mi casa? ¿A mi estudio?
- Acaso no sabes que no se debe maldecir frente a una dama.
- Pediría disculpas, pero dado que no hay ninguna dama en esta habitación, no lo haré.
Se regocijo un momento al ver el rostro de la mujer desencajarse por la furia, bien decían que las palabras podrían ser un arma poderosa para herir y él estaba usando su punto débil, la total falta de clase o titulo de Carmen Sforza.
La observo durante unos minutos, su enorme cuerpo estaba sentado frente a la chimenea en un muy diminuta silla, por un instante imagino el sufrimiento de aquel mueble. Sacudió la cabeza por lo absurdo de su pensamiento, James tenia razón el alcohol estaba causando estragos en él.
Antes de continuar con su charla vio como se llevaba  una taza de té en sus labios, quiso reírse unos instantes por aquella postura que trataba de demostrar algo que no era y nunca jamás seria, una mujer de la alta sociedad.
- Por si mi pregunta anterior no fue del todo clara ¿Qué hace usted aquí?
 
Ella le sonrió ante la pregunta, el motivo de su visita era algo que había descubierto hace unos días y que se transformaría en una excelente arma contra aquel miserable hombre, que aun cuando su vida estaba destruida y en el fango no daba su brazo a torcer.

Carmen siempre considero que era una mujer con una buena estrella o algo similar, pues sin grandes esfuerzos y casi siempre por casualidades del destino lograba enterarse de aquella información que resultaba beneficiosa y lo que había descubierto era perfecto para sus planes.

- Vuestros empleados tienen mucha más educación que Su Excelencia o solo debo llamarlo Edward el impostor.
Mantuvo su actitud, como si aquello fuera una visita de cortesía, que ambos sabían que no era, algo le decía a Edward que su aparición traería consecuencias.
- Realmente tienta demasiado su suerte, Señora Sforza y le advierto que si tiene algún aprecio por su vida me diga de inmediato que hace aquí.
- ¿Alguna pista de aquella mujercita?
- Si se refiera a mi esposa, le sugiero que la llame por su nombre o su titulo, por qué ella si lo tiene no como otras personas en esta habitación.
- Se refiere a usted mismo. Todavía me pregunto quien pudo enviar aquellas cartas al periódico.
- Creo que ambos lo sabemos – Se sirvió una copa – O al menos yo tengo mis sospechas.
- Me duele el solo pensar que usted pueda dudar de mi.
- Guardarse su dolor y dígame a que vino.
La vio levantarse de su lugar y caminar unos pasos hasta la licorera, se sirvió una copa de coñac, tomo un pequeño sorbo, para luego mirarlo fijamente.
- ¿Qué serias capaz de darme por saber el paradero de su mujer?
- ¿De qué rayos esta hablando?
- De que tal vez sé donde está, así que mi querido muchacho le sugiero que mejore su tono al hablarme.
- ¿Cómo?
- Digamos que tengo una buena estrella que me ayuda.
- Maldita bruja.
En ese preciso instante la furia que llevaba meses conteniendo estallo en el interior de Edward y se abalanzó contra aquella despreciable mujer, estaba por alcanzar su cuello, que llevaba años soñando con retorcer, pero unos brazos le impidieron darle alcance.
- Que demonios intentas hacer.
- Suéltame Black o te juro que tu serás el próximo.
Jacob ignoro sus amenazas y siguió sujetándolo con fuerza.
- Si tiene algún aprecio por su vida le sugiero que me marche ahora mismo.
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Cuando estuvo seguro que Edward estaba más tranquilo, todo lo tranquilo que podía estar siendo él, lo soltó y le sirvió una copa. No hablaron durante un largo rato, ambos sumidos en sus propios pensamientos hasta que Jacob hablo.
- Tengo un par de noticias que darte.
- Si quieres salir vivo de esta estancia, más te vale que sean buenas.
- Encontramos algunas joyas de Isabella en una casa de empeño cerca de un puerto francés donde suponemos que partió rumbo a Inglaterra, además varias personas dicen haber visto a una mujer con sus características.
- ¿Cuándo?
- Las fechas coinciden, así que al parecer puede ser información fiable.
- Quiero interrogarlos yo mismo.
- Y seguir perdiendo el tiempo – Edward iba a replicar – Antes que me digas algo más, también encontramos un par de pendientes en Dover.
- ¿Dover?
- Si, Dover, Inglaterra.
- Isabella esta aquí.
- No creo que este en Londres. Ya la habríamos encontrado, creo que sigue en Dover o algún pueblo alrededor.
Edward calló hasta que recordó algo que podría serle de mucha utilidad.
- Creo que tendré que hacerle una visita a mi querido amigo Thomas.
- ¿Thomas?
- Si, el Vizconde de Kingsdown.

Oh si lo dejé ahí…solo les adelanto que el rencuentro se acerca, pero no será en lo absoluto fácil!! Edward tendrá que ser muy paciente si quiere recuperar a Isabella, por qué su estúpido plan para protegerla se le fue al caño por no confiar en ella y debo reconocer que una parte de mí ama escribir un personaje tan despreciable como Carmen (si lo sé mi lado oscuro se apodera de mi)
Como siempre GRACIAS por sus comentarios, sus alertas y favoritos….son lo más!
Besos
Lulu XD
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