Capitulo 19 - Todo en familia



Capitulo 19

No me compares

 

Todos estaban reunidos, incluidos los niños, en aquel pequeño salón, luego de la cena. Thomas estaba recargado en uno de los laterales de la chimenea, su hermana sentada frente a él y Marie junto a Sebastián y Anne en el sofá cercano a la ventana.

El Vizconde les había anunciado durante la cena que tenía una noticia que compartir con todos, por lo que después de comer debían reunirse para hablar.

Marie estaba por marcharse a su habitación, cuando fue detenida por el mismísimo Thomas, quien sin permitirle explicarse, le había indicado que ella también tenía que estar presente. Después de todo el tiempo que había pasado con ellos, la consideraban un miembro más de la familia.

- Les he pedido que nos reuniéramos aquí para hacer un anuncio.

Violet, hermana  del Vizconde, que vivía con él desde que había enviudado, lo miro curiosa. Una parte de ella guardaba la esperanza que finalmente la dejaría ir a Londres en busca de marido o al menos poder salir a algún lugar fuera de los límites de su hogar.

- Un amigo muy querido para mí, vendrá a pasar una temporada con nosotros, así que les pido – Su mirada fue directamente a sus hijos – que se comporten ¿entendido?

Los dos asintieron sonriendo, era difícil saber si se comportarían, pero desde que Marie había llegado a sus vidas, una parte de ellos había logrado calmarse. Aunque el inicio no fue sencillo, pues una vez que recupero sus fuerzas y su salud, y negándose a ser un estorbo se ofreció a darle las lecciones y hacer la labor de institutriz, como era de suponer los pequeños de la casa, se encargaron de mostrar su parecer ante la medida, dejando un pescado en su almohada, regalándole una manzana con un gusano o lanzándole una gran porción de harina encima, gracias a un ingenioso sistema de hilos que movieron el balde en el momento en que abrió la puerta de su cuarto. Todos estaban de acuerdo que si dedicaban esa misma energía a los estudios, simplemente serian los mejores alumnos de todo Inglaterra.

- Thomas ¿puedes decirnos quien es tu amigo?

- Alguien muy estimado para mí, querida Violet.

- Me refería a su nombre, hermano.

- Lo sé – Le sonrió sardónico.

- ¿No piensas decírmelo? – Pregunto indignada.

- Honestamente no, solo te diré que esta casado.

Conocía muy bien a su hermana como para no aclarar aquello. Estaba tan deseosa de casarse, que simplemente estaba dispuesta a cualquier locura por conseguir un marido, razón por la cual recibían muy pocos invitados, además su amigo siempre había tenido éxito entre las mujeres, aun cuando él ni siquiera reparara en ello.

- Lo dices como su yo fuera capaz de – Lo miro con furia – como si – ni siquiera lograba terminar la frase – Esto es simplemente indignante – Se levanto de su lugar y salió literalmente echando humos del salón.

- Lastima, ni siquiera alcance a comentarle, que mi amigo no venia solo.

- ¿Viene con su esposa? – Pregunto la pequeña Anne.

- No pequeña, viene con uno de sus amigos, aun no entiendo muy bien el por qué.

- Padre – la voz de Sebastián interrumpió sus pensamientos – ya que nos has informado la noticia, podemos – callo unos segundos – marcharnos.

- ¿Qué opina usted Marie?

- Yo creo Su Excelencia que ya es hora que estos angelillos vayan a dormir.

- ¿Angelillos? Creo que usted se ha confundido, yo solo veo a dos diablillos sonriéndome – Les devolvió la sonrisa – pero en lo que si concuerdo es en que es hora de vayan a dormir.

- Gracias padre – Ambos se acercaron a él para recibir su beso de buenas noches.




Quien lo pensaría meses atrás que un gesto tan pequeño como aquel, era uno de los momentos favoritos de sus hijos y de él también. Otra cosa más que debían agradecer al dulce ángel que estaba frente a ellos.

Una vez que les dio un beso en la frente y les deseo las buenas noches, los niños salieron corriendo del lugar, compitiendo por quien llegaba primero a las escaleras.

- Creo que también es hora que me marche. Buenas noches mi Lord.

- Marie, es posible que puede quedarse unos minutos más.

 Ella asintió y en silencio espero que hablara o que hiciera algo.

- Desde que mi esposa murió una sola cosa ha rondado mi mente – Dejo de hablar unos segundo y tomo una inspiración – darles lo mejor a mis hijos, ser un mejor padre de lo que fue el mio.

Marie no sabia si era o no oportuno hablar, pero al notar que continuaba en silencio pensó que era su turno de decir algo.

- Creo que esta haciendo un muy admirable trabajo Su Excelencia.

- Thomas, Marie, ya se lo he pedido varias veces.

- Lo siento, pero como le he repetido, no me parece correcto llamarlo por su nombre. Soy una empleada más de su hogar.

- Usted sabe que es mucho más que eso y me gustaría que fuera incluso algo más.

- Perdón – Estaba sorprendida por el curso que estaba tomando aquella conversación.

- Algún día me contara su historia, Marie – La miro fijamente como tratando de revelar el halo de misterio que parecía cubrirla.

- ¿Mi historia?

- Si. Simplemente no logro hacerme a la idea que sea hija de un soldado y una maestra – Ella no dijo nada solo lo miro – incluso dudo que usted haya estado casada siquiera – Aquello si la hizo hablar.

- Lo estuve – Lo estoy pensó – Él era el amor de mi vida.

- Veo que lo amaba.

- Lo nuestro iba más allá del amor, pero él no confió en mí.

- ¿A que se refiere en que no confió en usted?

- No importa – Acarició su anillo, la única prueba que todo lo que había vivido meses atrás fue real.

- Marie, espero que sepa que cualquier cosa que le sucede, puede confiar en mi  bueno me gustaría poder ofrecerle mi protección.

- ¿Su protección? No entiendo.

- Hace cuanto tiempo enviudo – Se sentó junto a ella.

- Bueno, hace un tiempo atrás.

- ¿Cuánto tiempo? Es importante para mí saberlo.

- ¿Por qué?

- Creo que yo hice primero una pregunta – Le dio una dulce sonrisa.

- Hace unos meses.

- ¿Y planea cumplir su periodo de duelo?

- Por supuesto.

- Marie, como le dije antes quiero ser su protector, pero no solo eso yo – Tomo las manos de ellas que descansaban sobre su regazo – deseo hacerla mi esposa.

.

.

.

James miraba a todos los presentes de aquella ridícula fiesta, después de una inspección visual logró localizar a Carmen Sforza, pero aun cuando ella era el objetivo, sus ojos no dejaban de buscar a alguien más.

- Ella no esta aquí – Le comento Jacob antes de llevarse su copa a los labios.

- No sé a que te refieres.

- A que ella no esta aquí y sabes perfectamente a qué o más bien a quién me refiero.

- Tengo que irme.

- Usa mi carruaje, te llevará mas pronto a ella, que si caminas.

- Gracias – Estaba por dirigirse a la puerta.

- James – Se detuvo – Explícale todo, antes que sea demasiado tarde. Que lo que le sucedido a Edward te sirva de lección, nunca subestimes a una mujer.

- Adiós Jacob.

Y sin esperar más fue rumbo a la residencia Sforza, en busca de una carta y de una mujer.

.

.

. 

Isabella caminaba de un lado a otro la habitación que había sido suya durante los últimos meses. Recordaba perfectamente cuando despertó sin entender donde estaba y que había sucedido. Por un momento se llenó de pánico al pensar en las manos de que persona podía haber caído pero fue Violet quien, con dulzura le contó como fue que había sido encontrada por unos trabajadores y que de inmediato la trasladaron hasta la casa para darle una mejor atención. Pasaron varios días en que pensaron que no lo lograría, pero después como si fuera un milagro comenzó a recobrarse.

Una vez que estuvo del todo repuesta, conoció al resto de la familia y supo que estaba viviendo bajo el techo de Thomas Westwood, Vizconde de Kingsdown, quien personalmente se había encargado de que recibiera los mejores cuidados. Violet le explico que su mujer, había muerto por fiebre similar a la que ella padeció, razón por la cual lucho con tantas fuerzas para que ella se recuperara.

Cuando llego el momento de contar su historia y el por qué había llegado a ese lugar, no supe que decir, ella por supuesto que sabía perfectamente como  y por qué lo había hecho, por él, por su marido, por el amor de su vida entera Edward, necesitaba con desesperación saber si estaba vivo o al menos tener alguna noticia de él, ya habían pasado semanas desde que había abandonado Francia y tal vez demasiadas cosas habían ocurrido en ese tiempo.

Quiso contarles toda la verdad, pero una parte de ella se lo impedía, sabia que era una locura, sobre todo teniendo en cuenta como se habían comportado con ella y la hospitalidad que les había brindado. Gracias a Dios, culparon a sus respuestas evasivas a una pérdida de memoria, producto de su enfermedad.

El día que encontró aquel periódico supo por qué había ocultado su identidad, por que si él había decidido que lo mejor era desaparecer de su vida, ella haría lo mismo, razón por la cual uso su segundo nombre y les digo a todos que era viuda. Edward Cullen ya no existía para ella.

Y cuando pensó que al fin había encontrado la paz que tanto había buscado en aquel lugar y con su nueva vida, el Vizconde de Kingsdown decide proponerle matrimonio, lo cual era un completa locura, por qué aun cuando no sabía muy bien en que estado estaba su matrimonio con Edward, ella no podía hacerlo, por qué simplemente Thomas no era él y nunca lo sería.

.

.

Apenas y logro dormir durante la noche, no podía dejar de pensar en la propuesta y como respondería a ella, era claro que debía rechazarla, pero no sabia como hacerlo sin hacerle daño. Aprovechando el día hermoso que se mostraba por su ventana, sacaría a los niños a una pequeña excursión por la naturaleza, de esa manera también podría despegar su mente.

Los niños recibieron con absoluta alegría la idea y antes de que pudiera decir algo más, corrieron al despacho de su padre para preguntarle si podían ir. Él por supuesto no se opuso y les indico que podían ir, con el compromiso que debían volver temprano para que estuvieran preparados antes de la llegada de su amigo.

-

.

Descorrió la cortina del carruaje, ya eran pasadas las cinco de la tarde, esperaba llegar pronto. Había tenido que contenerse y no ir directo al puerto en busca de cualquier información, aunque varios de los hombres de James habían hecho una investigación del paradero de su mujer, ninguno tuvo éxito.

Miro a su compañero de viaje, aunque su amistad no estaba del todo compuesta, Jacob era una de las pocas personas que no se habían alejado de él, luego de la desaparición de su mujer, es más lo había apoyado en cada locura, incluso si apenas se hablaban, él siguió ayudándolo.

- ¿Crees que tú amigo nos ayudara?

- Espero que lo haga.

- Le has contado algo.

- No, solo que venia a visitarlo y que necesitaba su ayuda – Lo miro unos instantes – Y claro que venia con un acompañante que no era mi esposa.

- Espero que le hayas aclarado que no soy tu amante – Ambos rieron por aquello.

Notaron como el carruaje se detenía finalmente en la entrada de una impresionante casa de campo. Apenas puso un pie fuera vio a su amigo Thomas en la entrada.

- Que alegría verte querido amigo – Se dieron un fuerte abrazo.

- Lo mismo digo – Jacob acababa de bajar y fijo su mirada en otro de los integrantes de la familia que esperaba por ellos – Permítame presentarte a Jacob Black – Al oír su nombre reacciono y estrecho la mano del anfitrión.

- Muchas gracias por recibirnos.

Oyeron un ligero carraspeó proveniente del costado izquierdo del Vizconde.

- Mi hermana Violet.

Tomo su mano, indicándole que se acercara e hizo las presentaciones correspondientes. La joven quedo unos segundos prendada del moreno, que le sonrió amablemente al besar su mano, fue inevitable que se sonrojara por aquel gesto. También les presento a sus hijos, que estaban muy tranquilos uno junto al otro, quien no los conociera creería que realmente eran unos angelillos.

- Veo que Marie no está aquí.

- ¿Marie?

Edward recordaba que su amigo era viudo, por lo que no sé estaba refiriendo a su esposa, a menos que se haya casado en el último tiempo. Él lo había hecho, aunque ahora mismo ignoraba el paradero de su mujer, si la separación no fuera algo tan triste reiría por lo absurdo que resultaba todo.

- La institutriz de mis hijos, aunque ya es casi un miembro de la familia.

- Veo que tenemos mucho de que hablar amigo.

- No sabes cuanto.

Entraron a la casa, toda la familia y sus invitados. Llegaron hasta el salón para compartir algunas otras palabras, pero dado que el viaje había sido largo y que la conversación se extendería por varias horas, decidieron ir primero a sus habitaciones.

- Yo puedo… - Antes de terminar fue interrumpida.

- No, no puedes Violet – Su hermana le dirigió una mirada de furia – Bruce, les indicara donde se hospedaran.

- Gracias por el ofrecimiento Lady Violet – Le sonrió Jacob.

- Caballeros si me permiten –Bruce les indico que subieran con él por aquellas amplias escaleras,

Todos los demás se fueron a realizar sus actividades. Violet iba a subir a su habitación, pero la mirada de advertencia de su hermano la hizo cambiar de opinión.

.

.

Miro por la ventana de su habitación, noto que un carruaje se alejaba por lo que supuso que los invitados del Vizconde acababan de llegar. Se preparo para bajar a cenar, no se sentía muy bien, pero había sido invitada a unirse a ellos, por lo que no podía negarse.

Salió de su habitación, en busca de los niños, necesitaba ver si estaban preparados y en caso de no estarlo, ayudarlos para que no se retrasaran. Cuando salió un pasillo, una extraña sensación le recorrió el cuerpo, como un escalofrió que no tenia nada que ver con el clima.

Estaba por dar un paso cuando oyó su nombre, no Marie, sino que el real y no solo eso, sino que la voz que acababa de pronunciarlo era una que jamás podría confundir.

- Isabella ¿eres tú?

Por un momento pensó que estaba soñando, no sería extraño pues siempre lo hacia, en especial la última noche, luego de la propuesta.

- Eres tú – Sintió que estaba tras de ella – Dime algo, por favor.

- ¿Qué haces aquí? – La estrecho con fuerza entre sus brazos.

- Pensé que te había perdido, mi vida, estás aquí – Besos sus cabellos – ¿Estas bien? – Comenzó a llenar su rostro de besos – mi amor, mi vida – Cuando trato de tocar sus labios, Bella se lo impidió alejándose de su toque - ¿Qué sucede?

- Me engañaste.

- Yo….

- Dijiste que éramos compañeros, que confiabas en mí, yo te creí.

- Bella yo…- trato de acercarse nuevamente.

- No me toques.

- No puedes pedirme eso – Se llevó las manos al cabello – Dios llevo meses buscándote, pensando que podrías estar herida, sola, sufriendo.

- ¿Te duele que hayas tenido que padecerlo tu y no yo?

- ¿Que dices?

- Acaso no planeaste desaparecer.

- Tenemos que hablar.

- No, hace más de tres meses hubiese valorado que habláramos, ahora no me interesa.

Edward la miro con sorpresa, pero algo en su interior se removió. Nunca había visto a su mujer, enojada y realmente se veía hermosa, era una locura desearla como lo hacia en especial si ella no quería tenerlo cerca.

- Eres tan hermosa.

- ¿Qué?

- Y eres mía.

- Yo no….- No pudo continuar por qué el la acerco a la pared y la beso. Con esa mezcla extraña de amor, pasión y añoranza. Iba a bajar a su cuello cuando una voz los interrumpió.

- Veo que ya conociste a la institutriz.

 

Hola!!! Debo reconocer que pensé dejarla en cuanto ellos se encontraban, pero fui buena y avance un poquito más!!

Como siempre muchas, muchas, muchas gracias por sus comentarios!!!

Que tengan un excelente fin de semana

 

Besos

Lulu XD
 

 


>