Capitulo 13 - Sin invitación




Capitulo 13

Va nevar…va nevar…va nevar…

Parte 2

 

Mi hermana no entendía que hacíamos entrando a una relojería y pese a que no dejaba de preguntarme, no le conteste, estaba demasiado contenta por haber sido iluminada y poder al fin saber que comprarle a Edward, sabía que nada podría superar a su regalo, pero al menos quería que tuviera algo significativo para él.

Todavía recordaba cuando estábamos en clases de literatura.

- Edward – Trate de llamar su atención, pero su mirada estaba clavada en alguna parte de la chaqueta del maestro Morris – Edward.

- ¿Eh?

- ¿Qué te sucede?

- ¿Eh?

Realmente me vi tentada de golpearlo para ver si reaccionaba y dejaba de pronunciar la segunda vocal, pero estábamos en clases por lo que tuve que cambiar la idea que tenía y hacer otra cosa, como clavarle suavemente un lápiz en su mano que descansaba muy cerca de la mía.

- Ey, por qué hiciste eso – Acerco su mano hasta su pecho y frunció el ceño en mi dirección.

- Estaba tratando de llamar tu atención – Murmure bajito aun estábamos en clases y aunque nuestro profesor, ya ubicado en su asiento,  estaba casi dormido no quería tentar a la suerte.

- Isabella tú siempre tienes mi completa atención, no necesitas herirme para que te escuche.

- Lo siento, solo quería saber por qué miras tanto a Señor Morris.

- Fui muy obvio.

- Yo lo note ¿Qué crees tú?

- Que fui demasiado obvio – Sonrió y tomo mi mano, no entendía por qué lo estaba haciendo, pero dado que acababa hacerle un poco de daño, no le dije nada.

- Y entonces ¿Por qué lo hacías?

- Así que estas curiosa ¿no? – Asentí – Bueno el Señor Morris tiene algo que me hizo recordar a mi padre.

- No me digas que su chaqueta a cuadros – Lo vi ahogar una carcajada, aunque estábamos casi todos hablando cuando supuestamente teníamos que leer, no era una buena idea comenzar a reír.

- No, él tiene un reloj de bolsillo, igual al que mi papá tenia, aunque jamás llegaba a tiempo, era algo tan propio de él, lo recuerdo mirando la hora o simplemente sacándolo de su bolsillo, me prometió que me lo daría cuando cumpliera dieciocho años, no pudo cumplirlo.

- ¿El reloj?

- Se fue con él.

 



Una vez que lo compre y terminamos de recorrer el centro comercial con Tanya, nos fuimos a casa y yo subí rápidamente a mi habitación para dejar la pequeña caja de mi regalo dentro de uno de los cajones de mi escritorio, esperaba poder entregárselo en algún momento de la nochebuena, no quería hacerlo cuando todos estuvieran cerca.

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- Bella, Bellita, Bella, vamos al baile – Jane saltaba a mi alrededor.

- No iré, nunca lo he hecho, no voy a empezar ahora.

- Será divertido.

- Tanto como sacarme un diente.

- Es tú ultimo baile.

- Tengo mis planes – Me miro extrañada.

- Edward ira.

- Lo sé – Trate de avanzar, pero bloque mi paso – Jane, por favor me dejas pasar.

- Sé buena…acompáñame – Iba a decir algo más, pero fuimos interrumpidas.

- ¿Qué sucede cariño? – Por supuesto que esa pregunta no iba dirigida a mi - ¿Qué hiciste Isabella? – esa en cambio era totalmente para mi.

- No es nada mamá – Jane se apresuró a responder.

- Entonces por que te ves tan triste, amor – Acaricio con ternura su mejilla – Tú hermana te ha hecho daño, sabes que puedes decírselo a mami.

- Jane me pidió que fuera al baile con ella – La mirada de mi madre se clavo en mí.

- ¿Cuál es el problema entonces?

- Ninguno – Mi hermana trato de evitar un enfrentamiento.

- Isabella ¿Cuál es el problema?

- Le dije que no iría al baile.

- Tú hermana quiere ir, por lo tanto tu irás con ella.

- Nunca he ido a los bailes.

- Vas con tu hermana fin de la discusión – Beso la frente de Jane y a mi simplemente me ignoro.

Salí después de mi madre rumbo a mi habitación, pues como ella misma había dicho la discusión se había acabado y como siempre era yo la que resultaba perdiendo, me consolé a mi misma pensando que solo me quedaban unos meses y luego me marcharía sin mirar atrás.

Apenas llegue me fui a mi mecedora, esperando que el suave vaivén me calmara en algo, además fije mi vista en el exterior viendo como la lluvia caía y parecía limpiar todo a su paso. No sé cuanto tiempo estuve así, pero un pequeño golpe me volvió a la realidad, al tiempo que la cabellera rubia de Jane asomaba por la puerta.

- ¿Puedo pasar? – Asentí y se acercó hasta donde estaba – Bells te juro que yo no….no quería, yo no…

- Lo sé.

- Bells mírame – Así lo hice – Necesito que me prometas que nunca me odiaras, por favor – Se hinco a mi lado y dejo su cabeza descansar en mis rodillas – Yo te quiero, eres mi hermana y no soporto que sufras por mi culpa, prométeme que no me odiaras.

- Lo prometo Jane – acaricie sus cabellos – nunca podría hacerlo.

Levanto su rostro y cuando nuestras miradas se conectaron la promesa entre ambas quedo sellada.

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Apenas mi padre se entero que iría a la fiesta de Navidad de la escuela, me pidió que usara la tarjeta que semanas atrás me había dado para comprarme un vestido, mi madre, como era de esperar puso un grito en el cielo diciendo que aquello era un gasto que no podía hacerse, en especial en está época, pero simplemente decidió ignorarla y me llevo él mismo de compras, también nos acompañó Jane, por qué de otra manera jamás hubiese sabido que elegir.

Finalmente y después que mi hermana me prohibido elegir cualquier vestido, blusa, pantalón o lo que fuere negro, cuestión que fue apoyada por mi padre,  me decidí por algo que tuviera mi segundo color favorito, por lo que me transforme en la flamante dueña de un vestido hasta las rodillas morado y si tuviera que describirlo diría que es lindo.

Después de las compras llegamos directo a prepararnos, más bien, mi hermana lo hizo yo solo cepille mi cabello y me puse mi vestido, me negaba esforzarme demasiado en algo que ni siquiera despertaba mi interés. Pero Jane pensó otra cosa y me sentó frente a su tocador y me maquillo, nunca entendería que alguien se tomara horas en ponerse tantos productos en el rostro con el solo objetivo de parece natural, irónico o no, una vez que termino de usarme como libro para colorear y pude verme finalmente, la imagen que me entrego el espejo me gusto.

Mi padre nos esperaba al pie de las escaleras y nos sonrió a ambas, diciendo que seriamos las muchachas más envidiadas de toda la fiesta, no le creí realmente, pues era mi padre y su opinión podía ser solo un poco parcial. Ni siquiera quise saber si mi madre estaba o no cerca, así que antes de que pudiera aparecer, Jane y yo nos fuimos.

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Entramos al gimnasio de la escuela, ya atiborrado de gente, realmente se habían esmerado este año los organizadores, todo estaba decorado con colores plata y blanco, parecía que estuviéramos entre la nieve, pero sin tener que salir al frio clima del exterior.

 La música llenaba el ambiente, aunque no sabía quienes eran lo que estaban cantando en aquel momento agradecí que no fueran villancicos, creo que había tenido mi cuota completa por el resto del año o la década.

Jane me dio un ligero golpe en el brazo para luego indicarme que unos pasos más allá estaba Edward, muy cerca de la mesa del ponche y rodeado de varias de nuestras compañeras que al parecer estaban más allá de la felicidad por algo que una decía. Aunque él no parecía estar realmente escuchando lo que hablaban, pues su mirada estaba clavada en el suelo y parecía estar más interesada en sus zapatos.

No sé que paso o si alguien le dijo algo, por qué levanto su mirada y de inmediato se cruzo con la mía, le sonreía brevemente y levante mi mano en señal de saludo. Estaba por ir a cualquier parte cuando comenzó a caminar en mi dirección y llego en apenas un par de zancada, tomo mis manos entre las suyas con fuerza.

- Eres tú ¿cierto? o eres mi milagro de navidad.

Me llevo a uno de los rincones del lugar, alejándonos solo un poco del bullicio, iba a pedirle que me devolviera mis manos cuando me las soltó, iba a responderle algo acerca de su pregunta, pero no lo hice, pues se acercó  aún más a mi dejándonos separados por apenas unos centímetros, realmente invadir mi espacio vital se estaba transformando en una costumbre de su parte.

- Edward ¿Qué te sucede?

- Dijiste que no vendrías, pero yo deseaba que lo hicieras y ahora estas aquí – Me jalo a sus brazos y sentí sus labios en mi cabello.

- Edward me quitas la respiración.

- Como tu a mi Bella, como tu a mi – Un suspiro escapo de sus labios y movió alguno de mis cabellos.

- Me estas presionando con demasiado fuerza por eso no puedo respirar.

Dejó de hacerlo y su rostro hasta hace un momento alegre cambio de semblante, parecía ¿triste? ¿Decepcionado? No lo sabía era muy mala leyendo a las personas.

- Sera que algún día lo entiendas, por qué para todos es tan obvio y tú solo pareces no entender nada – Acaricio mi mejilla suavemente.

- ¿Entender qué?

- Que yo te am….

- ¡Aquí están!  - La alegre voz de Jessica nos sorprendió a ambos y sin darnos cuenta nos separamos de inmediato.

- Jessica creo que Mike te está llamando – Jane apareció tras ella, quien apenas logro procesar la información salió corriendo como si acabara de ganarse la lotería.

Jane nos sonrió a ambos y luego miro fijamente a Edward.

- Considéralo mi regalo de navidad – El solo asintió antes que se marchara.

- ¿Qué cosa es tú regalo?

- Bailamos.

- No bailo Edward.

- ¿Ni siquiera conmigo? – De nuevo usaba ese extraño tono de galán de cine de los años cincuenta y los centímetros que estábamos separados desaparecieron cuando puso su brazo en mi cintura para acercarnos.

- ¿Qué haces?

- Nos muevo al ritmo de la música – No estaba del todo segura pero podría apostar que era la voz de Alanis Morrissette la que llenaba en ese momento el ambiente.

“…pero esto no está permitido, no estás invitado, eres un desliz desafortunado…” –Mire fijamente a Edward cuando la verdad de esas palabras llegó a mi, nuestra amistad no tenia sentido, yo no podía permitirme tener a alguien como él en mi vida, en especial cuando yo pronto me iría y nunca volvería a verlo.

“…no creo que no seas digno, necesito un momento para deliberar…” – y era verdad, necesitaba tomar mi tiempo para pensar, aunque ya sabía que tenía que hacer, tenia que dejar a Edward, él había llegado a la escuela con la idea de ser presidente de la clase, de socializar, ser parte de algo y yo lo estaba arrastrando a mi pequeño y cerrado mundo. Por primera vez en mi vida algo que alguna vez mi madre me dijo era cierta, yo era una persona egoísta y lo peor de todo es que estaba provocando que un muchacho tan dulce como él se aislara de todos, solo por qué yo era una antisocial.

Me solté de su agarre y salí corriendo del gimnasio, sin preocuparme de mirar atrás, yo no era alguien que gustara de hacer escenas o algo, pero simplemente hui de ahí a esconderme en algún lugar, me pareció oír que me llamaba, mas lo ignore.

Quería irme a casa, pero no podía arriesgarme a dejar a Jane ahí y verme expuesta a la furia de mi madre, por lo que la espera dentro del auto, rodeada de la oscuridad y mis pensamientos.

No sé cuanto rato paso, si fueron horas o minutos, pero un golpe en el vidrio del automóvil me hizo reaccionar y volver mi mirada hacia la persona que acababa de hacer aquello. Era mi hermana, que me indico que bajara la ventanilla.

- ¿Por qué demonios estas aquí? – Su voz sonaba enfadada.

- Yo necesitaba….

- No me interesa, debes llevar a Edward.

- ¿Edward? Acaso no vino en su propio auto.

- Esta borracho y no puede manejar.

- ¿Borracho?

- Isabella Marie Cullen, no sé que sucedió allá dentro que hizo que bebiera hasta quedar en ese estado, ni siquiera sé como consiguió el alcohol, pero hemos tenido que sacarlo antes que lo descubrieran y si no cooperas te juro que hare que te bajes del auto y pateare tu trasero repetidas veces hasta que entiendas.

- ¿Entender qué?

- Sabes era una de las personas más inteligentes que he conocido en mi vida en lo académico, pero a nivel personal eres una idiota – Iba a defenderme, pero cuando vi su mirada decidí que no era buena idea, sin importar que yo estuviera dentro de un auto y ella fuera, realmente se veía muy enojada – Él podría tatuarse lo que siente y ni siquiera así lo entenderías, aunque él tampoco hace muy bien su trabajo – Me apunto con su dedo – Ni siquiera te atrevas a decir que no entiendes.

- Mejor no diré nada.

- Chicos súbanlo.

Unos compañeros de Jane, dejaron a Edward sentado en el asiento del copiloto, al parecer estaba dormido, al menos eso esperaba, por qué si estuviera desmayado no sabría como lograría sacarlo del auto.

Espera unos instantes y al ver que mi hermana no subía, me atreví a preguntarle el por qué.

- Papá vendrá por mi.

- ¿Cómo?

- Lo llame, le explique la situación y ahora por favor vete.

- Esta bien.

Habíamos avanzado varias cuadras, en silencio hasta que me pareció oír que decía mi nombre

- ¿Por qué me odias?

- Edward.

- Ese es mi nombre ahora dime ¿por qué me odias?

- Yo no te odio.

- Tampoco me amas ¿verdad?

- Eres mi amigo.

- Esa es la peor manera de decirme que no.

- Estás borracho, creo que es el mejor momento para hablar.

- Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad – No pude evitar reír ante su filosofía de galletas de la fortuna – Sabes que el sonido de tu risa es una de las cosas más hermosas que jamás he oído y cada vez que te veo sonreír, mi corazón se salta un latido y desearía que el tiempo se detuviera para poder verte así por siempre.

- Desde que eres mi amigo sonrió más – No sabía de donde había venido esa pequeña confesión, pero necesitaba hacerla.

- Me encanta tu cabello, cuando te tengo cerca solo me imagino en perder mis dedos en el, es tan suave y tan….tan…tú.

- Es solo cabello, no tiene nada de especial.

- Isabella tu por completo eres especial, eres lo mejor que alguna vez me paso en la vida.

- ¿Qué quieres decir?

- Que llevo toda una vida buscándote y ya te encontré.

Iba a repetir mi pregunta, por que realmente no entendí nada de lo que acababa de decir, pero habíamos llegado hasta su casa. Así que detuve el auto y  decidí que lo mejor era ayudarlo a bajar.

Fue bastante complicado lograr sacarlo del interior, se enredo varias veces en el cinturón de seguridad y cada vez que lo hacia sus manos tocaban alguna parte de mi cuerpo, incluso rozo uno de mis pechos, pero decidí ignorar aquello dado que su estabilidad no era buen por el alcohol. Cuando al fin lo logro se aferro con fuerza a mi para caminar, al llegar a la puerta le dije que iría por Esme para que me ayudara, pero me dijo que estaba solo y que por favor lo ayudara a llegar a su habitación que estaba en el segundo piso.

Una vez dentro me pidió que me sentara en su cama, sé que tal vez no soy la persona más observadora del mundo, pero podría apostar que los efectos del alcohol estaban haciendo retirada en su sistema, una parte de mi estaba aliviada, así podría marcharme sin dejarlo a la deriva.

Lo vi rebuscar algo en un cajón y luego acercarse a mí con una caja delgada y larga.

- Esto es para ti.

- Edward no debiste, tu ya me hiciste el mejor de los regalos.

- ¿Mi amistad?

- “Wicked” – Me sonrió un momento, para luego tomar mi mano y depositar en ella su regalo.

- Sé que aún no es navidad, pero quería entregártelo en privado  y la cena de mañana no me pareció el lugar adecuado y yo bueno, espero que….ábrelo.

Así lo hice y dentro vi una hermosa gargantilla con un colgante en forma de mariposa, en la parte posterior había una inscripción “Yo caminare a tu lado, incluso cuando no puedas verme”.

- Edward es muy bello.

- ¿Puedo?

- Claro – Levante mi cabello para ayudarlo y puso la gargantilla en mi cuello.

- Yo también tengo algo para ti.

Agradecí haber tenido la precaución de llevar mi bolso conmigo y haber traído el regalo de Edward, simplemente no confiaba dejarlo en mi habitación mientras yo no estuviera. Lo saque y se lo entregue.

El rostro de Edward se ilumino como si fuera su primer regalo de la vida.

- ¿Para mi?

- No veo a nadie más en la habitación.

- Me encanta.

- Ni siquiera lo has abierto.

- Sé que lo amare, por que me lo diste tú.

Dicho eso lo abrió en un tiempo record y cuando lo tuve en sus manos se acercó a mi, me tomo por la cintura y me dio vueltas en el aire. Para alguien que estaba hace menos de una hora borracho, las vueltas no parecieron afectarle en lo absoluto.

Cuando finalmente me dejo en el suelo, comenzó a llenar mi rostro de besos hasta llegar a mis labios y capturarlos con los suyos. El beso fue suave y extrañamente me hizo sonrojar, no es que este fuera nuestro primer beso, pero para ser solo amigos nos besábamos demasiado.

- Nunca me separare de él – Me lo dijo muy cerca de mis labios – Es igual al de mi padre.

- Me alegra que te guste, no sabia muy bien si un reloj de bolsillo era el mejor regalo, pero simplemente me deje llevar y te lo compre.

- Es perfecto, gracias amor.

Mis ojos se abrieron por sus palabras, pero note como abría la tapa del reloj y sus ojos se iban hasta la inscripción “Prefiero a un duende que a Santa Claus”

- Quédate conmigo esta noche.

- ¿Qué?

- Solo para dormir, no me siento bien y puedo necesitar que alguien cuide de mi  - Mi miro como un niño pequeña desvalido – Por favor.

Asentí y me acerque a él, ambos nos acostamos bajo el edredón, después de quitarnos los zapatos. Sus brazos se aferraron a mi cintura y yo me refugie en su pecho. Mira por la ventana y vi como los copos de nieve comenzaban a caer, recordé el villancico de Tanya y luego la canción de la fiesta de la escuela y decidí que tal vez aún no era momento para deliberar si debía o no alejarme de él, por lo menos no lo haría por esta noche.

 

Listaaaaaaa la segunda parte….espero que les guste! Gracias por sus comentarios anteriores!

Besos

Lulu XD
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