Isabella Marie Swan solo deseaba una cosa en su vida…Libertad, pero en
la Inglaterra del siglo XIX aquello era imposible para ella, su condición de
mujer e hija menor de una adinerada familia la ataban a cumplir con todas las
convenciones sociales impuestas para ella, por
eso cuando conoció a Edward Cullen supo que sería su boleto a su más
preciado sueño.
Edward Anthony Cullen sabía que el plan era descabellado no tenía nada que
perder. Él se casaba con Isabella para estar junto a la mujer que amaba, la
hermana de ella, Rosalie y ella lo hacía porque necesitaba salir de la
asfixiante vida que sus padres le tenían planeada, quedarse soltera y cuidar de
ellos en su vejez. El único problema que no tomaron en cuanta es que la
convivencia diaria podría hacerlos caer en las redes de amor.
Todo en familia
- Y dígame Señorita Isabella ¿Cuál
es su sueño? – Ella lo miro con una sonrisa en los labios, sabía que toda
aquella representación era para no levantar ninguna sospecha.
- Pues el único sueño que alberga
mi corazón es ser libre – Noto como su madre se tensaba ante su respuesta,
muchas veces le había advertido ya que esos no eran sueños, eran tonterías, que
justo ahora estaba repitiendo frente a su invitado.
- Interesante sueño – Le dio una
sonrisa, primero a Isabella y luego a su madre que la miraba reprobatoriamente.
- Lo sé, Señor Cullen – Tomo un
sorbo de su té y le dio una sonrisa por sobre su taza, aquella charada estaba
resultando de lo más divertida.
- Pero sabrá bien que nadie es
completamente libre, Señorita Isabella – Por un instante pensó pedirle que la
llamara Bella, pero se contuvo ya sabía que luego de su partida su madre
querría discutir su comportamiento, así que no tenía sentido añadir más leña al
fuego.
- Tiene usted toda la razón –
Bajo su mirada sumisamente ocultando la carcajada que pugnaba por salir de su
garganta.
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- Vamos Edward ambos queremos que
todo esto sea rápido, ni tu ni yo desea un noviazgo largo ¿cierto?
- No te preocupa acaso tu
reputación Bella – Edward no podía evitar sentirse culpable de las
consecuencias que lo que estaban por hacer pudiese traerle a ella.
- ¿Te casaras conmigo no? Solo
estamos dándole un empujoncito al destino.
- Yo diría que más bien un golpe
al decoro – Ninguno pudo evitar reír ante aquello – Esta bien amada mía, lo
haremos como tú quieras.
- Gracias – Miro a ambos lados,
cuando vio que alguien salía al jardín tomo la mano de Edward y lo guio hacia
el exterior.
Edward quedo unos instantes
pegado al piso, sintió una fuerte descargar cuando su piel hizo contacto con la
de Isabella, ella solo le sonrió y siguió su camino.
Se detuvo cuando llegaron a la
zona más oscura del jardín, un enorme árbol cubría de sombras el lugar y al
parecer era el lugar más indicado para llevar a cabo su plan.
- ¿Qué haces? – Pregunto Edward
al ver como Bella trataba de soltar algunas de las cintas de su vestido.
- Le doy más credibilidad a la
escena ¿lo hago mal? – Pensó en responderla que era todo lo contrario.
- Bella queremos parecer dos
amantes furtivos que compartieron unos besos licenciosos, no como si acabara de
hacerte perder tu virginidad en el banco de un jardín.
- Oh – Fue la respuesta de ella,
aún en la oscuridad Edward supo que se había sonrojado.
- Perdón no quise sonar tan duro,
pero espero que entiendas que planeo casarme contigo, no ser asesinado por tu
padre o hermanos.
- Esta bien, entonces ¿qué debo
hacer?
- Lo primero, arreglarte el
vestido, está muy cerca de caer al piso – Bella lo miro avergonzada.
- No puedo hacerlo sola…creo que
desabroche más de lo debido.
- Ven pequeña acércate – Bella fue
hasta él con una sonrisa de disculpa. Edward tuvo que contenerse al ver sus
hombros pálidos y parte de sus pechos al descubierto, inhalo y exhalo, tratando
de pensar en cualquier cosa menos en la delicada piel de ella. Sentía sus dedos entumecidos y torpes, por lo
que hizo su trabajo con demasiada lentitud.
- Alguien viene – Le susurro
Bella – Manos a la obra – Llevo la mano de Edward hasta su espalda y la otra la
entrelazo con la suya propia, mientras su otra mano libre la llevaba hasta la
nuca de él, cualquiera que los viera sabría que estaban haciendo. Levanto su
rostro y le ofreció sus labios.
Edward quedo hipnotizado por
aquellos labios tan deseables y perfectos, y se pregunto por qué nunca reparo
en ellos, la respuesta llegó casi de inmediato, todo su vida había amado a
Rosalie Swan y nunca tuvo ojos para otra mujer.
Sintió un tirón en la solapa de
su chaqueta y finalmente bajo su mirada, Bella lo apremiaba a actuar y sin
pensarlo más lo hizo. El beso partió lento, solo la suave unión de dos bocas
cerradas, pequeños besos intercambiados, parte del plan que habían trazado
ambos, parecer dos enamorados que se besaban en la zona más privada del jardín,
pero de un momento todo cambió, Edward delineo con su lengua los labios de
Bella obligándola a abrir la boca y recibir aquella invasión, por un instante
la duda pareció instalarse, mas solo fue un momento, pues ella soltó la mano de
él y la subió hasta su nuca uniéndose a la que ya se encontraba ahí, de alguna
manera trataba de apremiarlo a que siguiera besándola.
Edward la acerco más a su cuerpo
y su mano libre se enterró en sus cabellos, sedosos y perfectos, cuando se
separaron un instante sus labios bajaron hasta su cuello, al oír el gemido que
escapo de sus labios, estuvo a punto de tumbarla en el suelo, pero sus planes
no pudieron llevarse a cabo, pues un grito los hizo separarse bruscamente.
- Buen Dios ¿Qué están haciendo? –
Era Jessica Stanley la mujer más cotilla de toda Inglaterra, si alguien deseaba
hacerla guardar un secreto debería matarla primero, pero para los planes de
Bella ella era perfecta.
- Lady Jessica, le pido una
disculpa – La voz de Edward aun sonaba mas ronca de lo normal.
-
Son unos inmorales – Bella estuvo tentada a decirle que ella era la
menos indicada para hablar de aquel tema, pues su primer hijo llego a los seis
meses de matrimonio.
- Por favor cálmese. Esto tiene
explicación.
- Por supuesto, son un par de
criaturas libidinosas. Supongo que sabrá que esto es imposible de ocultar – Y aunque
fuera posible hacerlo, para ella sería imposible quiso decir Edward.
- Lo sé y actuare en consecuencia
– Tomo el brazo de Isabella y fue rumbo al salón donde los padres de ella se
encontraban.
- Eso es lo que yo llamo una
excelente actuación – Le susurro Bella al oído. Edward no supo decirle que eso
fue todo menos una actuación.
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- Que emoción Edward…estamos
casados – La dulce risa de Bella llenó todos los rincones del carruaje.
- Así es pequeña – Tomo su mano y
beso el dorso de esta.
- Eres feliz…Rosalie llegara dentro
de una semana.
- ¿Una semana?
- No te agrada la noticia – Lo miro
interrogante.
- Solo pensé que estaríamos más
tiempo solos…Somos recién casados.
- No lo pensé. Sería extraño que
llegara tan pronto ¿verdad?
- Si, pero ya lo hiciste.
- Lo único que me importa es que
sean felices.
- ¿Y tú?
- Yo soy muy feliz Edward.
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Edward miro desde su despacho el
coche que acababa de llegar, sabía perfectamente quien venía en él…Lady Rosalie
King, el amor de su vida. Todavía le parecía un sueño que finalmente estuvieran
juntos, después de tanto luchar. No pudo evitar pensar en Isabella, su esposa, miro
hacia su dedo anular donde descansaba su anillo de matrimonio. Haría cuanto
estuviera a su alcance para hacerla feliz, ella se lo merecía más que cualquier
persona en el mundo.
- Edward ya llega – Entró intempestivamente
a su estudio.
- Lo veo pequeña – Tomo su mano
para salir a recibir a su huésped.
- Estas feliz ¿verdad?
- Si mucho – Pero su mirada no
estaba dirigida a la carretera sino a la mujer que estaba a su lado.
Esperaron hasta que el carruaje
se estaciono frente a ellos, sin pensarlo mucho Edward estrecho con más fuerza
sus manos unidas. Esperaron hasta que la puerta finalmente se abrió, pero no
fue una cabellera rubia la que se asomo en primer lugar, sino más bien un cabello
negro y muy corto, quien bajaba no era Rosalie sino Jacob.
- Jake – Bella sin pensarlo soltó
su mano y se abalanzo hacia su amigo.
- Bells – La tomo entre sus
brazos y la alzo del suelo. Le dio varias vueltas en el aire y el lugar se lleno
de las risas de su mujer.
Edward estuvo a un paso arrancarla
de sus brazos, pero reacciono cuando noto que era un sirviente quien ayudaba a
Rosalie a bajar y no él. Se acerco a grandes pasos hacia el carruaje.
- Perdón – Quito la mano del
lacayo y le ofreció la suya – Rosalie.
- Edward - Le sonrió. Una vez fuera del carruaje se
quedaron unos momentos mirando.
- Estas tan hermosa, como siempre
– Beso su mano.
- Que alegría estar aquí…veo que
Bella también está feliz – Le indico con la mirada hacia el lugar donde estaba
su hermana y Jacob.
- Lo veo, temo que está usando a
mi mujer como disco de lanzamiento con tantas vueltas que le están dando – No pudo
evitar que su voz sonara enojada - ¿Era necesario traerlo?
- Rosalie – Bella corrió a los
brazos de su hermana para saludarla, evitando que Rose le diera una respuesta.
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La vista de Edward estaba clavada en el exterior, hace unos
minutos había visto salir a su mujer junto a Jacob, esperaba que Rosalie los
acompañara, pero no fue así. Le informaron que ella aun estaba en su habitación,
por un instante quiso ir a verla, pero decidió hacer otra cosa, seguiría a
Bella.
Tomo su capa y estaba por salir de la casa, cuando oyó la
voz de Rosalie llamándolo.
- Edward ¿Dónde ibas? – Antes de dar la vuelta trato de
sonreír.
- A tomar un poco de aire, querida – Rose extendió la mano
para que la ayudara con los últimos escalones.
- Pero hace demasiado fría, además estamos solos – Esto último
lo dijo en un murmullo.
- Si lo sé – La llevo hasta el despacho y vio frustrado su
plan de seguimiento.
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- Edward que haces en mi habitación – Pregunto Bella al
verlo sentado en la orilla en su cama.
- Creo que debemos compartir la habitación.
- Perdón.
- Estamos recién casados pequeña es normal que lo hagamos,
además recuerda que tenemos que parecer enamorados – Tomo su mano entre las
suyas.
- Tienes razón y ¿Qué haremos? – La mente de Edward se lleno
de imágenes lascivas de las cosas que les gustaría hacer aquella noche.
- Te parece dormir – Quiso golpearse por dar aquella respuesta
tan estúpida.
- Edward – Su voz sonaba tímida.
- Dime pequeña – La miro dudoso.
- Puedo pedirte algo – Edward solo asintió – Bueno tú eres
mi marido y llevamos algunos días de casados…yo nunca…no he estado con ningún
hombre y tampoco he visto uno, o sea, claro que los he visto, pero no sin ropa
y simplemente tengo curiosidad…saber cómo es – Lo miro y se acerco lentamente a
él – Quiero ser tuya Edward, saber que se siente ser mujer en tus brazos…
Acá les dejo el adelanto de la historia...espero sus comentarios....de que les parecio???
El titulo es tentativo si les parece otro diganlo con confianza!!!
Un beso
Lulu XD