Todo en Familia - Capitulo 6


Capitulo 6

Compromisos


Se quedo mirando a Bella durante varios segundos, era imposible que ella lo supiera ¿verdad? Por un instante pensó que cabalgo más tiempo de lo que él creía, pero era imposible apenas habían pasado un par de horas. Luego recordó que una persona más sabía aquello y que podría habérselo contado, Carlisle, pero  si aquel hombre poseía la mitad de la inteligencia que aparentaba, sabia que callar aquello era su obligación y lo más conveniente para él.
 
- Edward ¿estas bien? – Cuando sintió la suave mano de ella en su mejilla logro reaccionar, al parecer se había quedado demasiado tiempo sin hablar.
- Si, es solo que…¿Qué sucede pequeña?
- Te pregunte cuando pensabas contarme todo – La miro fijamente no parecía muy enojada más bien agitada, pero no podría saberlo con certeza pues era conocido por todos que con las mujeres nunca se estaba seguro.
- ¿Todo? ¿A que te refieres? – Estaba dilatando lo inevitable, pero necesitaba saber con exactitud que era lo que sabia para ver como manejaba de la mejor forma la situación.
- A que estabas comprometido Edward – Bella se alejo de él hasta quedar frente a la ventana. Mientras él trataba de recobrarse de la sorpresa…¿comprometido? Eso era imposible – Lo siento tanto, yo casi te arrastre a este matrimonio – Las manos de ella cubrían su rostro.
- Bella calma – Llego hasta donde estaba y la atrajo hasta su pecho, donde acaricio su espalda – Pequeña no me obligaste a nada, creo haber demostrado mi conformidad a ser arrastrado – Trato de que sonara como una broma, pero consiguió que los ojos de su mujer se anegaran en lagrimas.
- Debiste decírmelo, nunca me perdonare si te aleje de tu verdadero amor… Solo por que pensé que mi idea era buena….Oh Edward podrás perdonarme – Tomo su rostro rojo por el llanto entre sus manos, lo levanto hasta que sus miradas se conectaron y en ese momento comprendió que nunca podría estar enojado con ella o no perdonarla, ella era un ángel y lo mejor de todo es que era SU ángel.
- Pequeña, no se de lo que hablas – Aquello era cierto – Yo nunca estuve comprometido, salvo contigo – Deposito un beso en su frente y la acerco hasta una de las sillas del comedor, donde él se sentó llevando a Bella que quedo sobre sus piernas – Ahora esposa mía podrías explicarme esa locura de que estaba comprometido.
- Bueno – Bella estaba absolutamente sonrojada y no solo por el efecto de las lágrimas sino por el grado de intimidad que estaba compartiendo con él – No estarías más cómodo si me sentara junto a ti.
- Creo que nunca había estado más cómodo en toda mi vida. Así que my lady continué.
- Estaba en mi habitación cuando una de las muchachas me comunico que una mujer llamada Carmen Sforza deseaba verte, como no estabas decidí reunirme con ella – Edward bufo conocía perfectamente a ese mujer y podría apostar la actitud que tuvo con su mujer – Cuando lo hice me señalo que ella y su sobrina eran tus invitadas y dado que ambos estaban comprometidos, exigía que de inmediato las trasladaran a las mejores habitaciones de la casa.
- No le dijiste quien eres – Acaricio su mejilla.
-.Apenas y me dio tiempo de hablar – Se recostó mas cómodamente en el pecho de Edward – Les pedí que preparan unas habitaciones y creo que han terminado de instalarse.
- ¿Están aquí?
- ¿Hice mal? – La voz de Bella apenas fue un susurro.
- No Bella hiciste bien, pero creo que debo hablar unas palabras con la Señora Sforza, aclararle ciertos puntos – Pese a lo confortable que se sentía tener a su mujer así tuvo que dejar ir – Lo mejor será que hable ahora con ella ¿me perdonarías cenar sola esta noche? Prometo compensarte.
-  No te preocupes no tengo demasiada hambre, además creo que cenare en mi cuarto. No te molesta verdad.
- Claro que no – Tiro del cordel para llamar a una de las sirvientas.
- Su Excelencia – Una jovencita de oscuro cabellos apareció casi al instante.
- Dígale a la Sra. Sforza que deseo hablar con ella….inmediatamente en mi despacho.
- De inmediato. Algo más su excelencia.
- Si, que lleven la cena hasta el cuarto de mi mujer. Eso es todo – Con una leve inclinación de cabeza la muchacha se marcho.
- ¿Estas enojado?
- Por supuesto, mientras yo pueda evitarlo nada ni nadie te hará sufrir – Se acerco a ella, la levanto de su silla para estrecharla entre sus brazos y besarla, apenas sus labios rozaron los de ella se dio cuenta de cuanto necesitaba hacerlo, necesitaba sentirla y que de alguna forma su dulzura lo ayudara a calmar los instintos poco amables que comenzaban a afloran en aquel momento contra aquella insoportable mujer.


Bella lo vio marcharse luego de aquel beso y unos cuantos más. Unido a la promesa de ir a su habitación una vez que terminara con su conversación. No pudo evitar tocar sus labios con la punta de sus dedos con ensoñación, sabia que recordaría aquellos días como los más felices de su vida, sin importar lo que sucediera después. Trato de recordarse a si misma los motivos de su matrimonio, que todo lo hacia por Rosalie, que no era correcto lo que estaba haciendo, pero su parte egoísta le decía que disfrutara esos momentos, que no era traición pues ella era la esposa de Edward, además  una vez que ella llegara a vivir con ellos, todo comenzaría finalmente la ultima parte del plan donde ella solo seria una pantalla para que ellos vivieran su amor a plenitud. Por primera vez desde que comenzó a idear todo aquello vio con claridad que su plan tenía fallas, en especial la relacionado con su corazón. Una solitaria lagrima escapo de sus ojos y mientras subía a su cuarto se encargo de secarla.

Edward retraso su encuentro con Carmen Sforza lo más que pudo, primero decidió ir a ver que su caballo se encontrara bien en el establo, luego se decido dar un pequeña paseo nocturno, tal vez debió invitar a Bella, sabia que ella lo disfrutaría, se prometió que en la próxima oportunidad lo haría, cuando miro su reloj se decidió finalmente a volver en un caminar deliberadamente lento, sonrió ante la expectativa que le provocaba su total falta de educación,  él no era un caballero y ella misma se lo había dejado en claro una vez, ahora era su turno de demostrarle que aquello era cierto.

Después de dar dos largas inspiraciones, asió la manilla de la puerta y la abrió. Por más que trato de estar calmado no lo logro y su mal humor había sido reestablecido con solo verla, pero trato de ocultarlo:
- Buenas noches – Una sonrisa sardónica fue unida al saludo.
- Su Excelencia pensé que había sufrido un accidente – Por mas que tratara de disimular se podía ver lo furiosa que estaba por la tardanza del Conde.
- Le agradezco infinitamente vuestra preocupación por mi estado de salud, pero como ve estoy en perfectas condiciones.
- Entonces que pudo haberlo demorado tanto – Hizo una mueca que trato de simular una sonrisa – Debió ser algo de vital importancia, pues supongo que jamás haría esperar deliberadamente a una dama.
- Por supuesto – que lo haría pensópero infortunadamente demasiadas ocupaciones que seria de muy mal gusto detallar frente a una dama han hecho uso indiscriminado de mi tiempo y como consecuencia me han impedido reunirme con usted a la brevedad que deseaba.
 - Evidentemente, espero en Dios que todo este saliendo muy bien – Edward solo asintió realmente tanta educación lo estaba enfermando, además no deseaba continuar mucho tiempo más en aquella habitación así decidió ir al gramo.

- Puedo hacerle una pregunta – Su mirada se clavo en el rostro envejecido de aquella mujer mientras esta jugueteaba con una al oreja de la taza.

- Por supuesto, la que vuestra Señoría quiera – Realizo una extraña reverencia tratando de demostrar algo similar al respeto.
- Se puede saber que hace aquí.
- Acaso no es obvio – La mujer se llevo lentamente la taza de té a los labios.
- Si fuera un hecho obvio le aseguro que jamás hubiese tenido la intención de preguntárselo – Edward trato con todas sus fuerzas de disimular la profunda antipatía que sentía por aquella mujer.
- Como bien sabe su Excelencia, su difunto padre y yo habíamos acordado un compromiso entre su primogénito y mi querida sobrina Jane, a quien debe saber amo como si fuera mi propia hija, pues Dios en su plan maestro no tenia para mi el ser madre – Un bufido escapo de los labios del Conde pues lo que menos deseaba era compartir una historia particularmente intima con ella. Así que antes de que continuara hablando decidió tomar él la palabra.
- Creo que esta demás recordarle que al hijo que usted se refiere era Anthony, quien debo agregar  falleció hace casi dos años – La mujer que hasta hace unos segundos actuaba con aparente calma lo miro con el rostro desencajado a causa de la rabia.
- No es necesario que se comporte de un modo tan descortés, los hechos que relatan son de mi total conocimiento.
- Lo lamento, pero según pude entender de sus palabras daban a entender que lo había olvidado.
- Su Excelencia – Edward sabia cuanto le molestaba a alguien como ella tener que llamarlo de esa forma precisamente a él, un pobre soldado que tuvo la fortuna de ser el hijo bastardo del Conde de Barnes cuyo hijo murió en un accidente de coches – Creo que nos hemos logrado entender.
- Eso es obvio mi estimada Señora Sforza, pero que es lo que necesita que yo entienda.
- Bueno que dado que su hermano Anthony no puede cumplir con su compromiso, dado que nuestro Señor decidió llamarlo a su casa celestial, es dable suponer que ya que usted ha asumido todas las responsabilidades y compromisos que a él le correspondían legítimamente  – Aquella palabra fue dicha con especial ahínco – el matrimonio sea uno de aquellos que también le corresponde a usted cumplir.

Edward observo a la mujer que tenia sentada frente a él y quiso estrangularla, por su culpa Bella estaba triste, por haber hablado demás en un asunto que ni siquiera era de su conocimiento provocando con eso que su mujer fuera infeliz. Decidido a acabar de raíz el asunto se dispuso a aclararlo.
- Lamento informarle que lo que usted supone esta equivocado del todo.
- ¿Qué quiere decir con eso? – Nuevamente las facciones de ella se habían crispado.
- Que no asumiré el compromiso al que se refiere…no puedo – ni quiero quiso agregar – casarme con su sobrina.
- ¿Cómo que no puede? Acaso su Excelencia padece algún mal – Una sonrisa maliciosa se extendió por el muy poco agraciado rostro de la mujer justo en el momento que su mirada iba a ciertas partes de la anatomía de Edward.
- Estoy perfectamente de salud mi queridísima Señora, la razón de que no puedo asumir dicho compromiso es sumamente sencilla. Estoy felizmente casado – Levanto su mano con arrogancia para que ella pudiera ver el anillo de boda que descansaba en su anular.

Por un momento Edward pensó que Carmen se desmayaría, ya que su rostro pasó por varios colores hasta llegar al morado, debido a que al parecer estaba reteniendo el aire de sus pulmones. No estaba en sus planes socorrerla, pero no estaba dispuesto a explicarle a las autoridades que la mujer había muerto por que al parecer olvido respirar.
- Sra. Sforza ¿Esta bien? – Se acerco titubeante y con la mirada fija en la jarra de agua si era necesario, e incluso si no lo fuera tanto, pensaba utilizarla sobre la cara de la mujer.
- ¿Casado? Usted casado…pero como…eso es imposible – Un par de respuesta nada educadas pasaron por la mente de Edward, pero se contuvo, pues suponía que aquella noticia la había dejado en shock – Ni siquiera conoce a Jane.
- Pues supongo que otro hombre tendrá el maravilloso privilegio de llevarla al altar – Le sonrió – Ya que todo parece aclarado, será mejor que…
- ¿Quién es?
- Disculpe – Edward había comprendido absolutamente la pregunta, pero no deseaba continuar hablando con ella.
- Acaso es aquella muchachita insignificante que nos atendió al llegar – Sacudió la cabeza como tratando de quitar aquella idea – pero es imposible… – Quiso preguntar a que se refería con el “nos”, pero había algo mas importante que hacer. Aquella mujer había ofendido a Bella.
- Le pido que la próxima vez que se refería a mi esposa lo haga con el mayor de los respetos, no olvide que es la Condesa de Barnes y si lo que necesita es una comprobación le aclaro que fue ella quien la recibió a su llegada como lo haría cualquier dama de la buena sociedad, sin importar el tipo de invitado – Aquella ultima frase fue dicha de la manera mas desdeñosa posible.
- Así que ella es su esposa, pero ¿es su mujer? – Una sonrisa llena de ironía curvo los rugosos labios.
- ¿Qué esta tratando de insinuar? – Los verdes ojos de Edward ardían de furia.
- Que su matrimonio aun puede anularse Excelencia, si ella sigue siendo una muchacha sin macula – Lo miro fijamente – No se ha consumado la unión por la tanto…aun no son marido y…mujer.
Así que quería jugar sucio, perfecto si eso deseaba él seria un rival a su altura, solo que no permitiría que Isabella se viera manchado ni tocada por tan nociva persona, si osaba siquiera acercársele olvidaría por completo su condición de anciana y mujer.
- Esta cruzando muchos limites mi señora así que le recomiendo que no siga en ese camino.
- Solo trato de darla una solución, pues se que apenas conozca a mi querida Jane quedara prendada a ella, sus cabellos son tan dorados como los rayos del sol y sus ojos como el cielo en primavera, una belleza, en cambio su esposa…
- No le permito que ofenda con ese tipo de insinuaciones a mi amada esposa – Cerro sus manos en un puño tratando de contenerse.
- No deseaba hacerlo – Que mala actriz era, sus palabras estaban vacías de sentimiento.
- Pues eso espero – Estaba decidido a abandonar aquel estudio cuando recordó algo – Usted sigue viviendo en las propiedades de los Cullen no es cierto – La mujer abrió los ojos desmesuradamente y dio un leve asentimiento – Pues si desea continuar en aquel lugar, le pido que olvide por completo el asunto del compromiso y en cambio recuerde que estoy dichosamente casado.
Carmen Sforza enmudeció por el comentario solo sus ojos demostraban la ira que sentía en aquel momento, ese maldito soldado que resulto ser el heredero había desbaratado sus planes, pero ella tenia una ultima carta que usaría en el momento adecuado.
- Ahora como ya es de noche y no deseo cargar en mi conciencia algún accidente, le permitiré dormir aquí, pero espero que por la mañana sienta un amor infinito por su hogar y se marche a él – No espero que le respondiera, solo se marcho dando un fuerte portazo.


Edward sabia que solo una cosa lo calmaría así que subió de dos en dos los escalones y entro a su cuarto. Se quito su corbata y chaqueta, para estar más cómodo, luego toco suavemente la puerta que lo separaba de la habitación de Bella, al no obtener respuesta se decidió a entrar, además había prometido que la visitaría después de su charla.

El lugar estaba suavemente iluminado y el fuego estaba encendido, tardo solo un segundo en encontrarla estaba en la cama. Al parecer el cansancio la había vencido y dormía placidamente. Se sintió tentado a despertarla con un beso, que era lo que necesitaba para calmarse, pero al verla tan tranquila durmiendo prefirió hacer otra cosa. Extendió la ropa de la cama y dejo a su mujer bajo ellas, después de quitarle los zapatos, decidió no sacar sus medias, pues no confió en su autocontrol. Luego hizo él lo mismo y se acomodo junto a ella, pero como no le pareció suficiente la estrecho entre sus brazos y ahí junto al calido cuerpo de Isabella se durmió.

A la mañana siguiente Bella despertó totalmente pérdida, no sabia donde estaba y lo que más la desconcertaba era no saber quien la abrazaba. Sacudió su cabeza para aclararla y todo comenzó a encajar en su mente. Estaba en su nueva casa, más bien en su habitación y los brazos que la rodeaban no eran otros que los de su marido. Su agarre era tal que apenas y podía moverse, pero al parecer lo logro pues poco a poco percibió como la respiración de Edward cambiaba hasta notar que estaba despierto, no solo él sino que otra parte de su anatomía también, lo que provoco que se sonrojara.
- Buenos días pequeña – Sintió sus labios en su nuca.
- Buenos días Edward – Como su agarre se hizo menos firme, se dio la vuelta entre sus brazos.
- Te han dicho lo hermosa que te ves en las mañanas.
- Solo Lucy…mi mucama – Le sonrió a Edward quien le devolvió la sonrisa y de paso la beso – Pensé que dormirías en tu cuarto – Aquella pregunta cambio el semblante de su marido.
- ¿Te molesta que esta aquí? – Se incorporo rápidamente en la cama y se sentó en la orilla de esta, dándole la espalda a Bella.
- No en lo absoluto, solo me sorprendió – Se acerco a él y lo abrazo por detrás para añadir – Gratamente.

Beso las manos de Bella que estaban en su pecho y luego se dio vuelta para quedar frente a ella y besarla. Al parecer aquello se estaba transformando en su nueva afición…los labios de su esposa.
Trato de controlarse, pero no lo logro al oír el gemido que escapo de sus labios. Extendió su cuerpo en la cama dejando a ella bajo su propio cuerpo. La observo por unos segundos para luego seguir besándola. Sus labios bajaron luego por su cuello y saboreo aquella deliciosa piel, hasta que llego a su escote. Estaba por bajar su corsé cuando escucho como el estomago de Bella gruñía.
Ella de inmediato tapo su cara con sus manos, pues estaba mas allá de la vergüenza, pero realmente tenia mucha hambre pues anoche se había dormido antes que llevaran su cena.
- Veo que alguien tiene hambre – Edward sonreía, pues pese a que aquello había interrumpido sus planes, no dejaba de ser gracioso el sonrojo de ella.
- No te burles – Bella se volvió y hundió su avergonzado rostro en la almohada.
- Vamos pequeña – Acaricio sus cabellos – Nos sucede a todos – Como no conseguía respuesta alguna fue dejando besos por toda su espalda hasta que el mismo fue quien la volteo para poder verla. Beso su nariz y se levanto de un salto – Pediré que preparen el desayuno – Y con un ultimo beso se dirigió felizmente a su cuarto.

Una vez que Bella estuvo preparada para bajar, fue al encuentro de Edward que ya la esperaba en la cabecera de la mesa. Apenas la volvió se levanto y la ayudo con su asiento. Miro fascinada todas las delicias que había para desayunar y lleno su plato de ellas, sabia que aquello era muy impropio para una dama, pero realmente tenia mucha hambre.
Edward solo la observaba fascinado, le encantaba lo espontánea y natural que era. De hecho la alentó ofreciéndole el mismo algunas de los platos de comida que ahí habían y llenando él su propio plato, cuando ambos rebosaban de comida le contó de su charla la noche anterior y también que en la madrugada había abandonado la casa.
- Así que ya no tienes nada de que preocuparte. Todo esta aclarado.
- Me prometes que no arruine tus planes. Edward de verdad que no querías casarte con ella.
- Solo he querido casarme con una persona y esa eres tú – Bella se sonrojo aunque sabia que aquello lo decía por amabilidad pues él deseaba casarse con Rose no con ella.
- Anoche me di cuenta que nunca pensé en ti al proponerte mi plan…bueno lo hice, pero no te pregunto si tenias planes solo asumí cosas y te deje sin salida. Lo siento tanto.
- Pequeña siempre hay salida y te aseguro que nunca me gusto más un plan como el de nuestra boda – Bebió un sorbo de su café.
- Eso es cierto tendrás finalmente a Rosalie cerca, es un buen plan a pesar de todo.
Edward recién cayo en la cuenta de aquello, todo lo que había dicho era por tener a Bella a su lado y no por Rosalie. Decidió cambiar el tema, pues tenia la sensación que las cosas podrían escapársele de las manos si no ordenaba bien sus pensamiento y sentimientos.
Continuaron el desayuno hablando de trivialidad. Le prometió a Bella que en la tarde darían un paseo, pero que tenía total libertad de recorrer la propiedad si así lo deseaba, él estaría en la mañana en su despacho.
- Seré todo tuyo en la tarde – La beso en la frente.
- Hasta entonces – Bella lo vio salir de la habitación a los pocos minutos lo hizo ella también.

Decidió que lo mejor era comenzar a familiarizarse con las actividades de la casa, razón por la cual se reunió con la ama de llaves y el mayordomo. Luego dio un pequeño paseo por el jardín, cuando estaba por ir a su habitación a refrescarse, una de las criadas le entrego un sobre, al abrirlo y leer el contenido de la carta una lluvia de sentimientos la inundaron, pero decidió que la alegría debía dominarla, esa era la razón de su matrimonio, ni más ni menos.

Bella entró al despacho de Edward, aun con la carta en sus manos. Este  levanto la vista de los libros de cuentas  y le sonrió, pero algo en el rostro de ella había cambiado, seguía sonriéndole abiertamente, pero sentía que algo no iba del todo bien. Se levanto de su lugar y se acerco a ella, tomo sus manos en las suyas y la observo fijamente.
- ¿Qué sucede pequeña?
- Rosalie esta aquí…

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Oh si…Rosalie llegó…así que veremos como se pondrán las cosas….como siempre no tengo palabras mas que GRACIAS por sus comentarios por mi historia y como había demorado un poco en subir el capi esta mas largo que de costumbre… espero les guste y como saben “su comentario es mi sueldo =)”
Que tengan un lindo día

Lulu XD


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