Capitulo 10
Por un instante Edward estaba seguro que estaba
soñando. Tener el cálido cuerpo de Bella
junto al suyo, era casi un pensamiento recurrente en su vida, incluso el hecho
de estar rodeando con sus brazos su cuerpo desnuda, era una de sus mayores
fantasías, lo que lo hacía creer aquello era el hecho de sentirse embargado por
la más absoluta y perfecta felicidad, que hasta hace unas horas, él creía solo
se sentía mientras se dormía.
Se convenció completamente al sentir como se
removía lentamente, que no estaba soñando y rogó en silencio para que todo lo
que estaba pasando durará para siempre. Dejó de lado sus cavilaciones cuando
sintió como el cuerpo cálido de su mujer, que bien sonaba decir esa palabra, buscaba
la posición más cómoda sobre su cuerpo.
Aquella búsqueda solo le estaba provocando una
loca necesidad de volver a hundirse en ella, pero trato de contenerse, no sabía
del todo si era muy pronto para seguir explorando su cuerpo, pero lo que menos
deseaba era provocarla incomodidad alguna, solo porque él no lograba controlar
su deseo. Ella siguió removiéndose hasta que su pequeña mano toco el punto
exacto que Edward llevaba minutos tratando de mantener a raya.
Al parecer ambos se sobresaltaron por la
sorpresa y Bella se despertó completa y rápidamente, quitando su mano de
inmediato y tratando de ocultar su rostro en el pecho de Edward.
- Pequeña, mírame – Trato de hacer que elevara
su rostro, pero no lo consiguió – Vamos mírame…amor mío.
Esas palabras tuvieron un efecto mágico, pues
Isabella levantó su rostro y lo quedo mirando, como si acabara de hablar en un
idioma extraño.
- ¿Me llamaste amor?
- Eso eres para mí, Bella, mi único y verdadero
amor – La quedo mirando unos minutos – ¿acaso no te gusta que te llame así?
- Como podría no gustarme, es solo que… - Se
mordió el labio inferior pensativa.
- ¿Qué sucede?
- No sientes como si esto fuera un sueño.
Edward la miró unos instantes, antes de
contestarle, no solo era perfecta en miles de aspectos, sino que además
compartían un lenguaje en el que las palabras sobraban, que ella sintiera lo
mismo que él, era una prueba de que estaban destinados.
- Edward…- Lo llamo suavemente – Si no sientes
lo mismo no importa, recuerda que sigo siendo una romántica.
- Pues somos dos entonces, amor, porque estar
contigo es mejor que un sueño, sabes ¿por qué?
- ¿Por qué? – Le pregunto tímidamente.
- Por que esto – la abrazo con fuerza – es
real.
- Y para siempre, mi Lord.
- Para siempre, mi vida.
Tomo su rostro entre sus manos, con sus dedos
acaricio sus mejillas y la beso, las palabras sobraban, lo único que importaba
era el aire de amor que se respiraba, en aquella habitación.
Siguieron durante muchas horas más en aquella
cama, con las sabanas revueltas y las ropas olvidadas, las paredes eran los
únicos testigos silentes de su unión, de sus besos y sus palabras. Su unión que a cada momento parecía ser más
perfecta, de alguna manera en ese breve espacio de tiempo, ambos habían aprendido
a conocerse, saber lo que le gustaba al otro y usarlo a su favor.
Lo mejor de todo era que, Bella y Edward,
sabían que aquello, solo era el inicio. Tenían una vida completa para conocerse
y quererse…o tal vez no.
En un lugar no muy alejado de la cabaña donde
ambos se entregaban al amor, había una mujer que acababa de tomar una decisión.
Gracias al espía que tenia dentro de la mansión de Edward Cullen, supo que
habían pasado la noche solos. Eso solo significaba una cosa, aquella
insignificante muchachita, era ya una mujer, por lo que la carta que pensaba
tenía segura, bajo la manga, no le sería de utilidad alguna.
- No puede ser, no puede ser – Lanzó el jarrón
contra la pared – Tengo que encontrar una solución.
Un golpe en la puerta la alertó, por lo que
dejo de hablar en voz alta.
- ¿Puedo pasar?
Al oirá aquella voz, su rabia no disminuyo en
lo absoluto. Años de su vida dedicada en cuerpo y alma a aquella niña. La crio
como si fuera su hija, la pequeña había quedado huérfana, cuando era apenas un
bebe. A medida que crecía, vio en ella una posibilidad de salir y al fin poder
surgir.
De nada servía el dinero si no se contaba con
un titulo. Cuantas veces fue humillada por las familias de la alta
aristocracia, cuyos arboles genealógicos estaban llenos de reyes y príncipes,
tal vez no tenían ni un penique en sus cuentas, pero tenían todo lo que ella
ansiaba…poder.
Lo peor no era no tener titulo alguno, sino que
tampoco lograba ganarse la simpatía de ellos, pues algunos, en condiciones
sociales mas bajas, lograban con sus personalidades encantadores, acercárseles
y pertenecer, mas ella no. La ambición se le notaba hasta en el último poro de
su piel, lo que siempre provocaba rechazo, en aquellos que tanto ansiaba
agradar.
Para ella era un hecho obvio, que nunca
lograría ser parte de aquella elite, pero a medida que la niña crecía se dio cuenta
que todo podría cambiar, pues con su dinero y la belleza y gracia natural de la
joven, finalmente lograría lo que llevaba toda una vida ansiando.
- Se encuentra usted bien – La dulce voz de la
muchacha no estaba haciendo nada más que enfurecerla más.
- Si – Fue su seca respuesta.
- Veo que el jarrón ha caído – Miro los trozos
de porcelana rota en el piso – llamare alguien para que lo limpie.
No le respondió, solo la miro, tratando de
buscar una solución a todo lo que estaba ocurriendo.
Maldito mil veces, por morir y dejar a aquel
bastardo en su lugar. Bastardo que estaba casado y que no cumpliría la promesa
que su padre había hecho.
Como si de un rayo se tratase, una idea cruzó
su mente, Edward Cullen estaba casado, pero vivo…la solución era muy sencilla,
extendió aún más su sonrisa…cambiar el estado civil de un hombre no es nada
difícil.
Lo rayos del sol inundaban toda la habitación y
le daban un toque casi mágico al lugar. Sus cuerpos estaban entrelazados y
cubiertos solo por una sencilla sabana, Bella estaba recostaba en el pecho de
Edward, ambos observaban por la ventana. Cada uno sumido en sus propios
pensamientos. Ninguno hablaba, pero aquel era un silencio cómodo, que estaban
disfrutando, hasta que la curiosidad de Edward pudo más.
- ¿En que piensas? – Acarició un mechón de su
cabello.
- En que – calló por unos segundos – nunca pensé que esto podría ser así.
- ¿Esto? y ¿Así? Creo que debes ser un poco más
clara, pequeña – Le dio un ligero toque en sus nalgas.
- Edward – Su nombre trato de sonar como un
reproche.
- ¿Sucede algo? – Bella no podía ver su rostro,
pero podría apostar que sonreía – Además no has contestado a mi pregunta.
- Bueno – Se dio la vuelta para quedar frente a
frente, aun abrazados – compartir con...contigo y bueno, lo que vivimos anoche
y hoy. Es algo que solo pensé que sucedía en los libros.
- ¿Libros? ¿Qué la clase de libros lees
pequeña?
- Algún día los leeré para ti – Le dio una
sonrisa e intento levantarse.
- ¿A dónde vas? – Edward no le permitió
moverse.
- Creo que debemos marcharnos.
- Pues permíteme disentir de eso – Beso la
punta de su nariz.
- Edward, llevamos mucho tiempo fuera y solos.
Se sentó en la cama y dejo de nuevo a su mujer
recostada en su pecho, con sus fuertes brazos la tenia prisionera.
- ¿Acaso eso es un problema? – Acaricio su
espalda desnuda – Recuerda que estamos en nuestra luna de miel.
- ¿Luna de miel?
- Por supuesto, esta será la primera de muchas.
Prometo que iremos a Francia.
- ¿Francia? – Dejo de estar recostada y se
sentó sobre él.
- Te gusta la idea, pequeña – La voz de Edward
sonó estrangulada.
Bella seguía siendo una muchachita bastante
inocente, pues no comprendía que la posición que había adoptado no era del todo
favorecedora para descansar, sino más bien una tentación.
- Me encanta. Jamás he ido al continente, debe
ser hermosa Francia.
- No tanto como tú, pero si es hermosa.
- ¿Qué sucede? Tu voz suena extraña.
- Pequeña, en verdad no lo sabes – Impulso sus
caderas para que entendiera.
- Oh, pero…como es posible. Si hace tan solo…tú
y yo….
- Amor, cálmate, ignora mi…problema.
- Pero... ¿estas seguro? Recuerda que en las buenas y en la malas–
Beso su cuello y luego fue bajando hasta su pecho.
- Bella, no… no…Oh Dios – Sus labios se
acercaban peligrosamente a una parte de su anatomía.
- Deja todo en mis manos, quiero saber que tan
bien he aprendido mi lección.
Isabella le sonrió y como toda buena esposa,
ayudo a su marido con su “problema”.
Luego de la ayuda de su mujer, Edward trato de
convencerla para quedarse unos días más en aquel lugar. Hizo uso de todas sus
armas de seducción, pero al parecer no estaba teniendo su efecto.
- Lo siento, pero no podemos quedarnos
eternamente aquí – Le dio una suave caricia en su cabello.
- ¿Por qué?
Yo no le veo mayores problemas -
Busco sus manos para besarlas.
- Edward, tenemos obligaciones que cumplir,
gente a la que atender, tenemos invitados, tú tienes negocios que tratar.
- Todas esas cosas son sin importancia para mí.
Esto…– de un solo movimiento dejo a Bella bajo su cuerpo – es lo único que me
importa. Tú y yo, solo nosotros.
- Si, solo nosotros, pero debemos aprender a
convivir con el resto – Lo miro coquetamente – Además me gusta la idea de ir de
tu brazo y que todos sepan que soy tu mujer – Elevo sus brazos y lo obligo a
bajar su cuello – que soy tuya – rozo suavemente sus labios – y tú eres mio –
le dio beso que hizo olvidar por completo a Edward cualquier argumento.
Se dieron un baño en la pequeña tina que había
en la habitación. Más de la mitad del agua cayó al piso, pues las manos de
ambos siguieron explorándose sin parar. Luego cada uno ayudo al otro con su
ropa, para Bella fue un trabajo sencillo, fue Edward quien demostró bastante
poca pericia como mucama.
- Es realmente necesario que uses esto –
Levanto el corsé de su mujer para darle mayor énfasis a su argumentación.
- Por Dios, Edward no es de buen gusto que
muestre así algo tan personal para mí, además está comprobados lo beneficioso
que es su uso.
- Beneficioso en que ¿gastas menos aire que el
resto de las personas? Pues lo único que puedo comprobar es que apenas puedes
respirar.
- Mi madre siempre me dijo que los caballeros
prefieren a las mujeres que los usan, pues las distinguen de otro tipo de…
mujeres.
- Entonces puede ser que no sea un caballero,
pues prefiero una mujer que respira y no que se desmaye cada tanto – Mientras
discutían, el seguía ayudándola con su vestuario.
- Nunca me he desmayado.
- Tal vez tú no, pero no sabes a la cantidad de
muchachas que tuve que socorrer en fiestas y reuniones.
- ¿Cantidad de muchachas? – No pudo ocultar una
nota de celos en sus palabras.
- Oh si, muchísimas, aunque nunca supe con
certeza si era por su “ropa” – hizo comillas en el aire – o por mí.
Edward tuvo que contener una sonrisa, al ver
como, Bella apretaba los puños y lo miraba con el ceño fruncido.
- Sucede algo, mi Lady – Sonrió burlón.
- No, nada – El tono de Bella, era del todo
dulce – Solo recordaba a las fiestas que asistí y lo favorable que puede
resultar no desmayarse.
- ¿A qué te refieres?
Al parecer los papeles se habían cambiado, pues
la voz de Edward sonaba todo menos pacífica.
- Bueno, mientras hay hombres que se dedican a
auxiliar a cantidades de muchachitas, otros… - Bella trato que su voz sonara como
si estuviera evocando un recuerdo maravilloso – en cambio se encargan de mostrar las
ventajas de los jardines, que solo están iluminados por la luz de la luna.
Maravillosas ventajas me atrevería a decir – Dio un suave suspiro para darle
mas fuerza a su actuación.
Edward que estaba quieto oyendo sus recuerdos,
se acercó hasta ella sin dejar de mirarla, estaban separados, por apenas unos
centímetros de distancia. Él ni siquiera intento disimular los celos que le
provocaba, el solo pensar que otro haya tocado o peor aún, besado, a Isabella.
- ¿Alguna vez aceptaste ese tipo de…ayuda? –
Dijo esta última palabra como si una grosería fuese.
- Yo – Lo miro inocentemente – Pues… - dejo la
respuesta en el aire.
- Isabella ¿alguna vez lo hiciste? – La voz de
él era cada vez menos paciente y bastante más elevada.
- Solo una – Se mordió el labio – Y no me
arrepiento.
- ¿Qué? No te importaron las habladurías. Ser
descubierta…que….alguien pudiese verte, hablar…verte – Empezó a respirar con
dificultad, producto de los celos que sentía.
Su Bella había aceptado…su dulce y pequeña
mujer lo había hecho. Por primera vez, entendió lo que era sentir un fuego en
la sangre, miles de pensamientos, bastante violentos llenaron su mente, todos
dirigidos contra un hombre sin rostro, que esperaba nunca conocer, pues no se
libraría de su furia.
Levanto su mirada a su mujer y vio como lo
observaba, al tiempo que sonreía. De verdad, ella se estaba burlando de él, es
que acaso no lograba entender el peso de su confesión, lo que esa actitud pude
significar para su reputación…para él.
- No – Acorto la pequeña distancia que los
separaba y lo abrazo por la cintura, el calor que emanaba de su pequeño cuerpo,
lo hizo olvidar por unos segundos, que me moría de celos – ¿Y sabes por que no
me arrepiento? – Se puso de puntillas para susurrarle al oído.
Edward no hablo solo asintió en señal de querer
saber su porque.
- Por que así termine casándome contigo, o es
que acaso no fue a la luz de la luna que fuimos sorprendidos, amor mío. Sin
importar si fue o no planeado….yo acepte su invitación, mi lord.
- Pequeña tramposa – La estrecho con fuerza
entre sus brazos, de un sopetón borró sus celos y sus pensamientos criminales –
Ya estaba pensando en despedazar a aquel que hubiese osado siquiera a tocarte…o
besarte.
- Pues le ruego que no lo haga – Batió
seductoramente sus pestañas – Me dejaría usted viuda – Levanto su rostro
invitándole a besarlo.
Tal como le había indicado Edward, el cochero
ya los esperaba en la entrada de la cabaña para trasladarlo hasta su casa. Había
sido claro en decirle que fuera durante la tarde por ellos, aunque una parte de
Edward mantenía la esperanza de decirle que se marchara y que volviera en
varios días más, pero su mujer fue difícil de convencer.
Fue Bella la primera en salir al exterior,
aunque su marido no tardó ni medio segundo en seguirla, puso su mano en la parte baja de su espalda y
continúo con ella el camino hasta su carruaje.
- Tengas ustedes muy buenas tardes, Sus
Excelencias – Hizo una inclinación de cabeza.
Isabella le sonrió y le devolvió el saludo,
luego ayudada por su marido subió hasta el coche. Edward antes de seguirla al
interior, con una inclinación de cabeza le indicó que ya podían marcharse.
Cuando partieron entrelazo sus manos con las de
su mujer. Se había vuelto adicto a su contacto y no deseaba curarse. Su piel
era tan necesaria como respirar.
Parecía que nada podría romper los momentos
vividos, hace tan solo unas horas. Edward no dejo de insistir en la idea de
aislarse unos días o de plano quedarse encerrados para toda la vida, en su
paraíso particular, Bella con toda su
dulzura le hizo ver que simplemente no podían abandonar todo y desaparecer para
siempre.
- ¿Por qué no, amor? – Jugaba con sus dedos y
luego se llevó su mano a los labios.
- Por que tenemos invitados y no es correcto
dejarlos solos.
- Pero…- Trato de replicar, pero Bella capturó
sus labios y luego una promesa.
- Además
todo lo que hicimos en aquella cabaña, lo podemos hacer en casa.
Bella descorrió la cortina del carruaje para
observa el paisaje, hace unas horas había hecho ese mismo viaje con esperanza y
ahora iba envuelta en la más absoluta dicha, junto a ella iba el hombre de su
vida. Estaba por decir algo, cuando un jinete que cabalgaba a toda velocidad
llamo su atención, se acercó aun más a la pequeña ventana para poder
cerciorarse si era quien pensaba.
- ¿Que sucede? – Edward siguió la mirada de
Bella.
- Es Jacob.
- ¿Black? Que pasa con él.
- Mira – Se movió unos centímetros de la
ventana para que él pudiera ver.
- Nunca pensé que un perro pudiera montar.
- Edward, no es correcto que te refieras a él
de esa manera – Su mirada fue reprobatoria.
- Y acaso es correcto que use así nuestros
caballos.
- Es nuestro invitado, Edward.
- No recuerdo haberlo invitado, pequeña.
- Es un buen amigo, puede venir cuando lo desee
– Siguió mirando el exterior – Él nunca hace eso.
- ¿Qué cosa? Llegar a una casa sin invitación.
- Edward, es serio, el jamás cabalga así. Dile
al cochero que pare, tal vez ha sucedido algo.
- Tal vez vio un zorro a la distancia y decidió
cazarlo – Bella enarco una ceja y lo miro fijamente – Esta bien.
Golpeo el techo como una manera de indicar al
chofer que se detuviera, al parecer entendió el mensaje y paro. No alcanzo a
ofrecerle su ayuda cuando vio como su mujer bajaba velozmente del coche y
corría tratando de darle alcance a Jacob.
- Pequeña, no corras, será mejor que grites,
más bien será mejor que yo lo haga…BLACK….BLACK.
Al parecer sus gritos tuvieron efectos, pues
vieron como se detenía el caballo y se daba la vuelta en busca de quien lo
había llamado. Cuando los vio sonrió en su dirección y nuevamente al galope, se
le acerco.
- ¿Me puedes explicar que ray… - Un dulce toque
en su brazo hizo que su tono fuera más calmado – Que pretendías hacer volando
con mi caballo?
Estaba tratando de ser paciente, pero le estaba
costando, de alguna manera Jacob Black siempre lograba sacar su parte más
oscura.
- Buenas tardes, mi Lord…mi Lady.
Claramente aquella respuesta no ayudaba en nada
a mejorar su humor.
- ¿Qué sucede Black? – Trato de hacer una
pregunta distinta para ver si obtenía mejores resultados.
Observo mejor a Jacob y vio que algo en su
mirada, le indicaba que lo tenia que decirle era mejor no hacerlo frente a
Bella.
- Iba a buscarlos.
- ¿Qué sucede? – La voz de Bella sonaba ansiosa
– Rose esta bien, mis padres, Jasper… Jacob te ruego que hables.
- Dulce, todos están bien. No te preocupes.
Edward contó mentalmente hasta diez, antes de
hablar.
- Entonces ¿Qué pasa? Claro si deseas
contárnoslo.
Un sutil suspiro escapo de los labios de Jacob
Black, realmente no había caso seguir atrasando lo inevitable, así que hablo.
- Edward, han llegado unas invitadas.
- ¿Invitadas? – Realmente no tenía la menor
idea a que se refería, él no tenía a nadie más que a Bella en el mundo.
- Carmen Sforza y su sobrina han llegado. Y al
parecer han venido para quedarse.
El resto del viaje lo hicieron en silencio.
Bella y Edward iban en el carruaje, este último tenia claro que nada bueno se
traía esa mujer entre manos, desde que la conoció supo que era el tipo de
persona que no vale la pena.
Jacob los seguía a caballo, hubiese preferido
tener que darle aquellas noticias a solas, pues no pudo había podido contarle
con lujo de detalles, como esa arpía había invadido su hogar, dando ordenes
como si fuese la dueña del lugar.
Llegaron en total silencio. Edward le pidió a
Bella que lo esperara en su cuarto, beso su frente y le recordó lo mucho que la
amaba. Ella le sonrió y se puso de puntillas para capturar sus labios en un
suave beso.
La miro como subía las escaleras y se dirigió a
su estudio, donde estaba seguro que encontraría a aquella molesta mujer. No se
equivoco, ahí estaba esperándolo, sentada como si fuese la ama y señora del
lugar. Sus fríos ojos no dejaron de mirarlo, desde que entro hasta que ocupo su
lugar en el escritorio.
- ¿Qué hace aquí? Pensé que había sido claro
con usted en nuestra última reunión.
- Creo que debería tratarme mucho mejor, Su
Excelencia.
- La trato con el mismo respeto que usted trata
a los demás.
- Bueno, es su decisión, pero espero que no se
arrepienta después.
- ¿A que se refiere?
- He descubierto su engaño, mi Lord...es usted
un impostor.
-0-
Bueno he aquí un nuevo
capitulo!!!! Como siempre MUCHAS GRACIAS por sus comentarios, alertas y
favoritos.
Les tengo una excelente
noticia….finalmente tengo PC y para celebrarlo y aprovechando que mi blog ya
cumplió su primer año lo celebrare subiendo el adelanto de mi nueva historia y
dos one shots!!!
No las aburro más….que
tengan un excelente día, tarde y noche (Depende la hora en que la lean)
Lulu XD