Pequeños adelantos

Como lo prometí, acá estan los adelantos de las tres historias, así que voten, recuerden que tienen hasta el martes, la historia que resulte ganadora, tendrá nuevo capítulo el día MIERCOLES.

Sin más preambulos acá los adelantos:




- ¿Qué hace aquí? Pensé que no era necesario recordarle que usted Señora, no es bienvenida en mi casa.

- Mi querido Conde de Barnes, he venido a contarle una pequeña historia.

- ¿Historia? Así que además de arpía es contadora de cuentos y por qué lo que desea decirme podría importarme.

- Por qué su vida depende de esto. Su matrimonio y su felicidad están en juego.

- Acaso se está usted volviendo loca.

- Una vez su…llamémoslo…padre me entregó una carta, confió en que si fuese necesario haría un buen uso de ella, me sentí honrada por él, ponía en mis manos el destino de su familia, pero como era de suponer su confianza no fue total.

- Y realmente lo culpa por ello. Si de mi dependiera jamás pondría nada en sus manos.

- Más vale que termine de oír mi historia, tal vez cambia de parecer – Con un gesto le indico que continuara – Bueno, como comprenderá me sentí absolutamente herida y pese a que no deseaba hacer un escandalo, le manifesté al Conde mi dolor, él  como forma de compensarme y demostrarme sus intenciones me contó el contenido de la carta.

- Así que debo de suponer que usted no  la leyó, solo la recibió y la guardo en el cofre de sus joyas.

- Por supuesto, me ofende que piense lo contrario.

- Entonces le pido que…se sienta ofendida.

- Vamos a ver cuanto tiempo dura su actitud. Su padre me dijo que la carta contenía la confesión de su paternidad, que tenía un hijo bastardo con una cocinera que trabajo durante una temporada con la familia. Supongo que sabe a que bastardo me refiero.

- Por supuesto, por favor continúe contándome una historia que ya sé.

- Si puede ser que esa parte la conozca, pero dudo que sepa que existe otra carta. Cuando mi Jane se comprometió con Anthony, todo fue felicidad hasta que un lamentable accidente lo alejo de nuestras vidas, transformándolo a usted en el único heredero, pensé que por sus venas correría la misma sangre de vuestros antepasados, hombre de palabra, que cumplían sus compromisos, pero como no estaba segura, decidí tener una garantía.

- ¿Una garantía?

- Digamos que literalmente, tengo una carta bajo la manga y le aseguro que puede destruirlo.

- ¿ Una carta?

- Su padre escribió una segunda carta, en la cual se desdice de todo.

- ¿Qué?

- Que usted no es su hijo y por lo tanto tampoco Conde…usted no es nadie.



- James – Gritó su nombre desde el pasillo de su casa.

-Aquí abajo.

Estaba en el sótano acabando una nueva pintura, como siempre sus retratos tenían a una sola protagonista y no era ella.

Cuando llegó a su lado, ni siquiera la saludo, solo limpió sus manos y dejo al descubierto su nuevo trabajo, se lo indico con sus manos, como si fuera el premio de algún importante concurso.

- ¿Qué te parece?

Victoria se quedó allí observándolo, hizo su mejor intento de tragarse su decepción, pensó que luego de tanto tiempo tendría que estar acostumbrada, nunca sería ella su fuente de inspiración.

Jame no espero por una respuesta, en cambio, comenzó a desvariar.

- Cuando Isabella, sea mi novia le mostraré mi colección y así sabrá cuanto la amo. Tengo todo planeado, pienso confesarle mi amor durante el baile de primavera, cuando estemos juntos en la pista, se lo diré todo… Crees que me acepte – Ella hizo un esfuerzo casi sobrehumana para no llorar – Dime Vic ¿lo crees?

- No….no lo sé, James – Su voz apenas era más alta que un murmullo.

- ¿Qué te sucede? – Se le quedo mirando fijamente – Oh pequeña – Se acercó y la estrecho entre sus brazos – Prometo que siempre seremos amigos.

- James, yo…- No pudo seguir hablando.

- ¿Tú que?

- Siempre estaré a tú lado.



Aquella fue una de las dos promesas que le hizo, la segunda fue hecha mientras sostenía una flor en sus manos y su ataúd bajaba hasta el fondo de aquel oscuro agujero.

- Ella no será feliz, amor. La destruiré….por ti, por nosotros.




Estaba leyendo tranquilamente mi libro, cuando sentí más que ver, que ya no estaba solo, realmente debería encontrar otro lugar privado en la escuela, sin darle señal alguna lo oí hablar.

- Hola.

No quise responderle, continúe tranquilamente sentada en el asiento más alto de las graderías del gimnasio de la escuela, me gustaba la soledad que allí se sentía, pero era obvio que el tenia que encontrarme, estaba por preguntarle si tenía algún radar o algo, mas me decidí por otra cuestión.

- Supongo que mi madre, ya le dijo a tu tía que soy una mala influencia.

- Esme confía en mi criterio – Lo mire de reojo como se sentaba junto a mí – además no pareces “influyente”  para nada, digo para que seas una “mala influencia”– hizo comillas en el aire – Al menos deberías ser capaz de influir en alguien.

Su estúpido comentario casi me saca una sonrisa, pero me forcé a mantener mi mejor cara de poker,  mientras menos contacto tuviéramos, más pronto se cansaría y se iría de mi lado. Edgard o Edward o como se llame, me recordaba a esos perritos vagos que con solo mirarlos decidían seguirte a todas partes. Aunque honestamente aquellos cachorros, entendían muchísimo mejor una indirecta.

- ¿Puedo preguntarte algo? – Por un solo instante tuve la esperanza que se había marchado, pero no, así que si contestaba su pregunta este cachorro adolescente finalmente se iría.

- Si.

- ¿Alguna vez sonríes? – Aquello capto mi atención y me le quede mirándolo fijamente.

- ¿Qué?

- No vale que respondas con una pregunta.

- ¿En serio esa es tú pregunta?

- ¿Esa es tú respuesta?

-Solo lo hago en ocasiones especiales.

- ¿Qué tan especiales?

- Dijiste una pregunta – Tome mi mochila del suelo y me levante de las graderías, cuando había bajado dos escalones, me voltee hacia él – Adiós, Ed – Le sonreí y me marche.



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