Todo en familia - Capítulo 16



Capitulo 16
Tal vez en otra vida

Isabella estrujo la carta, que sostenía entre sus dedos, con fuerza contra su pecho y la mantuvo ahí durante varios minutos, sin moverse de su lugar. Estaba tratando de entender las palabras de su marido. Su parte racional le decía que el hecho de que Edward haya tenido que partir con urgencia de vuelta a Londres no significaba nada malo, que esas cosas solían suceder, en especial teniendo en cuenta el rango de su marido, además ella no quería parecer una niña caprichosa pidiéndole que dejara todo para permanecer a su lado, sobre todo si tantas personas dependían de su buen juicio.
Esa era su parte racional, pero su otra parte, la que en ese preciso instante la estaba haciendo derramar lágrimas, le decía o más bien le gritaba que algo no iba bien, que algo muy importante debió pasarle para que tuviera que marcharse sin hablar con ella antes y dejarle solo escuálida carta, ni siquiera eso, lo que le había dejado era una nota, donde apenas le explicaba que debía salir rápidamente a Londres, pues habían ciertos asuntos que exigían su presencia a la mayor brevedad.
- ¿Qué significa esto? – Una suave risa escapo de sus labios, pues era una locura hablar sola, nadie podría contestarle y lo peor era que durante varios días estaría sola
Por un instante pensó pedirle a Pierre que la ayudara con su equipaje y salir tras de su marido, por qué según sus calcula le llevaba solo unas horas de ventaja y tal vez podría encontrarlo en algún hotel cercano al puerto, por unos momentos la idea la lleno de alegría y estuvo casi a punto de hacer su maleta, hasta que cayo en la cuenta que si él hubiese deseado ir con ella, no habría dejado una nota, más bien la hubiese esperado, pero no fue así.
- Solo me queda esperar – Dio un largo suspiro y tener fe.

Dos semanas después…
- Así que este es tú brillante plan.
- Cállate.
-Quedarte sentado viendo como pasan los días, escondido como si tú fueras el delincuente y no esa mujer. Realmente  una idea sublime – Apoyo su brazo sobre al repisa de la chimenea, mientras con su mano libre sostenía una copa de coñac.
- No sigas por ese camino.
- Por supuesto, podría llegar a perturbar tú mente tan sagaz que debe estar planeando el siguiente paso, ver si es mejor que esperes sentado o acostada. Me pregunto cuál requerirá menor gasto de energía.
- Te juro que si no te callas de una maldita vez, yo mismo te silenciare…para siempre.
- Edward…Edward…Edward. Si deseas matar a alguien, ya sabes a quién.
- No, la muerte es una salida demasiado sencilla, quiero verla hundida en el barro – Por primera vez desde que llego la voz de Edward mostraba algún tipo de emoción.

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Apenas puso un pie en Londres, después del infernal viaje en barco que tuvo que hacer sin su mujer, supo que algo no iba bien y cuando vio a James esperándolo casi escondido en el puerto y que luego lo llevara hasta aquel carruaje negro, sin ningún sello que lo distinguiera lo comprobó.
- ¿Qué sucede? – Ni siquiera hubo un saludo de por medio, necesitaba salir de dudas de inmediato.
- Lee esto – Le extendió una copia del “Times”
- Maldita mujer – Fue lo único que dijo mientras destrozaba el papel en sus manos.
 No tuvo necesidad de leer o ver más para saber de lo que ahí hablaban, aprovechándose de su ausencia, Carmen Sforza publico la carta que estuvo buscando durante semanas con la ayuda de James. La víbora había cumplido su promesa y ahora tenía que pensar con mucha frialdad los pasos a seguir, por que si de algo estaba seguro es que la destruiría.
- Salió a los pocos días de partiste con tu mujer. Como supondrás todo esto causo un revuelo entre la buena sociedad.
- ¿Qué han dicho los Swan?
James calló por unos instantes, a la larga tendría que decirle todo lo que había sucedido, el problema es que siempre mantuvo la esperanza de que llegado el momento de conversarlo estarían junto a una muy buena cantidad de alcohol.
- Los Swan, James ¿Qué han dicho?
- Tú adorable suegra se ha encargado de decirle a todo él que desee oírla que fueron engañados, que siempre creyeron en tú palabra, pero demostraste que eres un rufián que se aprovechó de la inocencia de Isabella para escalar aún más en la sociedad. Cosa bastante ridícula, teniendo en cuenta que tú titulo es de mucho más abolengo que el de tú mujer.
- ¿La reputación de Isabella?
- Intacta, todos creen en la versión de Lady Swan, por lo que tú eres el villano y ella la muchachita engañada.
- No importa nada más.
- Parece que el viaje te ha vuelto imbécil – Edward lo miro ceñudo, esperando que explicara a que se debía aquel insulto – No me mires de ese modo, sabes lo que significa que todos crean que Bella es buena y dulce, cosas que se perfectamente que es.
- Por todos los demonios, explícate de una vez James.
- Si tú ya no eres su marido y la reputación de Isabella permanece intacta. Cuanto tiempo crees que pasara para que sus padres la casen nuevamente. Ella es hermosa y antes de su unión contigo, varios hombres la pretendieron.
- Nunca, me oyes bien, nunca nadie tendrá a Isabella, ella es mía.
Después de su apasionada respuesta, ninguno hablo nada más.
Una vez que llegaron a lo que sería su escondite por el tiempo que fuese necesario, James le explico de manera más detallada lo que contenía aquella maldita carta. Lo primero y más obvio es que el difunto Conde de Byrnes, señalaba que Edward Masen no era realmente su hijo y que se vio forzado a reconocerlo como tal, ya que había sido obligado por él, amenazándolo de la peor manera, como era un hombre viejo y consumido por el dolor de la pérdida de su verdadero hijo, accedió a la petición, pero decidió escribir aquellas líneas como una forma de hacer justicia una vez que el buen Dios lo hubiese llamado junto a él.
La carta había llegado a la redacción de forma anónima, pero dada la relevancia de la información habían decidido publicarla. Lamentablemente el aludido no se encontraba en la ciudad para saber su opinión al respecto.
- Tú y yo sabemos que anónima, tiene nombre y apellido.
- Carmen Sforza.
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La pérdida de su titulo y riquezas en cualquier otra época no hubiese tenido ni la menor importancia para Edward, pero ahora con Bella en su vida aquello se transformaba en un asunto de vital relevancia, por que tal como le había repetido su amigo, al ser declarado un impostor no solo perdía todo sus bienes materiales, sino que también su identidad, lo que significaba que nunca estuvo casado, que Isabella no era su mujer, que su matrimonio no existía, pues él tampoco lo hacia y que pasado un tiempo lo más probable es que ella sería arrastrada a un nuevo matrimonio. 
Perder todas sus riquezas no le importaba en lo más mínimo, pero perderla a ella, era algo que jamás podría soportar. Él no dudaba del amor que Bella le profesaba, pero su familia, más bien su madre, se había encargado de aclararle en innumerables ocasiones que acepto su matrimonio solamente porque él era un Conde, pues de otro modo jamás hubiese permitido aquella unión. Un soldado, como lo era él antes de ser reconocido, nunca podría aspirar a tener una muchacha de tan buena familia como lo era Isabella. Es por razón que necesitaba aclarar que todo era una mentira, por qué lo era, aquella carta publicada era falsa, él lo sabia, pues la misma rata de Carmen se lo había confesado cuando apareció sin ser invitada en su casa;  el problema estaba que la carta autentica también estaba en poder de aquella despreciable mujer, pues el difunto Conde confió en ella para que se conociera la verdad de su origen.
- Necesito vengarme James.
- Lo haremos amigo mio, pero por favor dime que estás pensando en algo. Carmen Sforza merece todas las penas del infierno por lo que hizo.
- La venganza es un plato que se come frío.
- ¿Esa es tú respuesta?
- Esa mujer se va a arrepentir de todo lo que hizo, empezando por manchar el nombre de Isabella, se lo advertí, le dije que no hiciera nada en su contra, que lo pagaría – Sus ojos verdes brillaban de furia.

Un golpe en la puerta les indico que pronto alguien más se le uniría. James fue hasta ella y la abrió lentamente.
- Black, dichosos los ojos que te ven.
- Déjate de idioteces James y déjame pasar.
- Para ser una persona con un titulo y educación, un “buenos días” no estaría de más.
- No hay tiempo para estupideces, déjalo pasar – La voz de Edward llegó desde el rincón.
- Solo pedía un “buenos días” nada más – Abrió la puerta y lo dejo pasar.
Jacob dio tres largas zancadas hasta quedar frente a Edward que lo esperaba de pie a un lado de la chimenea. Se saludaron con un movimiento de cabeza, mientras James cerraba la puerta y se acercaba al bar para servir tres copas de coñac.
- Esta todo listo. Salgo mañana en la madrugada.
- Esta bien.
- ¿Estás seguro?
- Si.
- Sabes que no hay vuelta atrás, una vez que se lo diga.
- Lo sé, pero en este momento eso es lo mejor.
- Lo mejor para quien, para ella o para ti.
- No empieces Jacob.
- Hoy Edward no está de humor – Le entregó una copa de aquel liquido ambarino.
- Solo te lo diré una vez más, te estás equivocando.
- La estoy protegiendo.
- ¿Protegiendo? La estás manteniendo al margen y eso tal vez ella nunca te lo perdone.
- Ese es un riesgo que estoy dispuesto a correr.
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Jacob observo con detenimiento la fachada del Chateau. Odiaba con todo su ser la misión que lo tenia ahí parado en la puerta, aunque apenas había puesto un pie fuera del carruaje el mayordomo se aprestó a atenderlos, él le pidió unos segundos antes de ser anunciado, incluso se tomo un tiempo para entrar a la casa. Necesitaba tranquilizarse, lo que tenía que hacer no era en lo absoluto un tema sencillo, en especial por qué era a Isabella a quien tenía que decírselo.
Maldijo con los dientes apretados, como odiaba ser el mensajero de tamaña noticia, pero lo había prometido y aunque en ese momento le hubiese gustado ser distinto, Jacob Black era un hombre de palabra.
Tomó una última inspiración y toco suavemente la puerta, sabía que esperaban por él. Cuando tuvo frente al mayordomo, le entrego su abrigo y sombrero, luego hizo la pregunta que esperaba tuviera un no como respuesta.
- ¿Se encuentre Lady Isabella?
- Si su Excelencia.
Se contuvo de maldecir, pues el pobre hombre que ya miraba como si estuviera loco, no tenia la culpa de las promesas que había hecho, ni mucho menos que Isabella se encontrara en casa. Estaba en un país extranjero y sola, era muy poco probable que estuviera en otro lugar.
Después que le indicara que deseaba verla y lo mirara con un ligero aire de desconfianza, partió en busca de Lady Cullen.
A los minutos la vio aparecer y se veía tan feliz y hermosa, que se sintió mucho peor de ser el mensajero.
- Jacob. Que alegría me da verte – Tomos sus manos y beso su mejilla.
La sonrisa de ella se apagó al ver el rostro tan serio de su amigo.
- Isabella, tan hermosa como siempre.
- ¿Qué sucede?
- Tenemos que hablar.
- Esta bien, vamos al salón del té – Por mucho que quería saber que era lo que sucedía, decidió que lo mejor era esperar, algo le decía que lo que iba a oír no le gustaría en lo absoluto.
Una vez que estuvieron cada uno en sus asientos y una taza de té en sus manos, Jacob se aclaró la garganta y finalmente hablo.
- Bella, tengo algo que decirte  - Callo unos segundos – Es sobre Edward.
- ¿Edward? Él se fue hace unas semanas a Londres, tuvo que atender una emergencia.
- Lo sé, Isabella – Se acercó a ella y tomo la mano que descansaba sobre su falda – Edward debía de haber llegado a Londres, pero no lo hizo.
- ¿A que te refieres?
- El barco donde iba Edward  desapareció. Tuvo que haber atracado hace muchos días en el puerto, pero no fue así.
- ¿Desaparecido? – La voz de Bella no era más alta que un murmullo.
- No sabemos que sucedió, los encargados del barco creen que tal vez fueron atacados. La flota real ha comenzado su búsqueda, pero no hay noticias aún.
- Dime que no es cierto.
Por un instante Jacob pensó no en seguir adelante, ver el sufrimiento de Isabella crispando sus facciones lo estaba matando, pero había llegado a un punto donde no podía echarse para atrás.
- Lo siento Isabella, no quería ser portador de esta noticia, pero necesitas saber lo que estaba pasando.
- Me voy a Londres – Se levanto con rapidez de su lugar.
- No puedes.
La mirada de dolor y determinación de Bella, lo dejó unos segundos sin palabras.
- Bella, no te parece que lo mejor es que te quedes aquí, si algo ha sucedido intentaran contactarse contigo aquí en Francia.
- Soy inglesa Jacob, acá en Francia no puedo hacer nada, pero en Inglaterra puedo ser útil.
- Y si Edward sigue aquí o te busca aquí.
- ¿Tú crees? – Al parecer estaba logrando romper con su determinación y nuevamente se sentó al lado de su amigo.
- Es una posibilidad Isabella y no podemos descartarla.
- Pero si llega a Londres.
- Bella, no sabemos si volverá.
- Él lo hará, él me lo prometió.
- Isabella – Sabía que las palabras que iba a pronuncia a continuación no eran parte del plan, pero simplemente no pudo evitarlo – Quiero que sepas que si Edward no vuelve a tú vida, yo cuidaré de ti.
- Eres un buen amigo, pero él volverá a mí.
- Quiero que entiendas que cuentas con mi protección y que pase lo que pase siempre estaré a tú lado.
- Jacob no entiendo.
- Si él no vuelve quiero que seas mi esposa.
- ¿Qué?
- Sé que no es el mejor momento para decírtelo, pero necesitaba que lo supieras. Siempre te he amado.
- Jacob, siempre serás mi amigo, pero si no puedes entenderlo, creo que será mejor que te marches.
- Perdóname, pero quiero que entiendas que siempre puedes contar conmigo, no importa lo que suceda, siempre estaré ahí para ti – Se llevó la mano de Bella a sus labios -  Tal vez en otra vida.
- Tal vez.
-Solo quiero que sepas que mi propuesta sigue en pie – Quito su mano de entre las suyas.
- Nunca, volveré a casarme Jacob, sin importar lo que pase, nunca – Se levantó de su lugar y se marchó dejándolo solo.
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Bella se negó a abandonar su habitación por el resto del día, Jacob apenas y probo alimentos, pensando en todo el sufrimiento que acababa de provocarle. No pudo dormir pensando en ella y se levanto casi en la madrugada, pidió que le ensillaran uno de los caballos del establo y se fue a montar. Cada vez que necesitaba tomar una decisión, aquello lo ayudada. Luego de una hora o más, tomo una decisión, sin importarle la promesa que había hecho le contaría la verdad a Isabella y asumiría las consecuencias.
Cuando llego a la casa, pidió hablar con ella, después de unos minutos una de las  criadas apareció y estaba pálida, por un momento se pensó lo peor, su desesperación no mitigaba en nada cuando la muchacha comenzó a vociferar en francés.  La frase que repitió varias veces, resonó en su cerebro hasta que logro comprender….Isabella había desaparecido.

Al fin estoy aquí, creo que pedirles disculpas por la gran demora es lo mínimo, pero no quiero aburrirlas con explicaciones solo les diré que la vida y el tiempo a veces chocan irremediablemente.
GRACIAS como siempre por sus comentarios y por la paciencia, espero ahora ponerme las pilas, ya que he terminado una de mis historias!!!!
Besos que tengan un lindo día, noche o tarde :)
Lulu XD
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